Esclavo de los esclavos
Carecer de libertad por estar sometido a otra persona es una condición triste para el ser humano. Lamentablemente, no hemos de remontarnos a épocas muy pretéritas para hallar el fenómeno de la esclavitud. Quizá hoy no sea “legal” en ninguna parte del mundo, pero sí es “real”.
En la Colombia del siglo XVII, la esclavitud era ambas cosas, legal y real. A las costas de Cartagena de Indias llegaban, al año, unos treinta mil esclavos negros, que se necesitaban para las minas y las plantaciones. ¡Imaginemos cómo sería la travesía desde África hasta América! Siempre, supongo, con el miedo y la incertidumbre como horizonte de futuro. Es terrible no saber a dónde se va ni qué va a ser de nosotros.
Seguramente, la compasión movió el alma de Pedro Claver, el santo que recordamos hoy. Pero esa compasión brotaba de la caridad pastoral; de la necesidad de comunicar a otros, en la medida en que a él le resultaba posible, el amor y la gracia de Cristo. Cuando se ordenó sacerdote, en 1616, Pedro Claver hizo suyo el lema que resume su vida: “esclavo de los esclavos negros para siempre”.