26.09.23

La esencia del cristianismo en la perspectiva de la prioridad de la evangelización y de la sinodalidad

No resulta fácil describir sintéticamente la situación cultural y eclesial en la que, en la actualidad, nos podemos interrogar acerca de la esencia del cristianismo.

Vivimos en una sociedad caracterizada por la desconfianza posmoderna hacia la verdad, por el relativismo, y por la tendencia a convertir el deseo en criterio supremo de discernimiento. Como leemos en un documento de la Conferencia Episcopal Española: “Ahora, en su tramo final, la modernidad no solo prescinde de la gracia, sino que pretende devaluar la naturaleza. Como resultado, la persona, reducida a individuo autosuficiente e independiente, se construye a sí misma siguiendo la ley del deseo, en permanente ejercicio de autodeterminación, también sobre el propio cuerpo”[1]. En este sentido, la llamada “ideología de género” es, en definitiva, “la voluntad de construir una antropología del deseo, sobre todo en su dimensión sexual”[2].

El repliegue hacia el relativismo favorece la imposición intolerante de las ideologías amparadas por el poder: “El pensamiento moderno no quiere ya reconocer la verdad del ser, sino que quiere adquirir poder sobre el ser. Quiere reformar el mundo según las propias necesidades y deseos. Con esta orientación no a la verdad sino al poder se toca sin duda el verdadero problema del tiempo presente”[3].

El derecho a decidir y el deseo-sentimiento adquieren, advierte la Conferencia Episcopal Española, “categoría jurídica al servicio de la construcción de un nuevo modelo social, para lo que es preciso «deconstruir» lo esencial del sistema vigente”[4]. Se extiende por el mundo una legislación contraria a la razón, a la naturaleza y a la vida, “que desde poderosos organismos financieros globales se imponen a los gobiernos”[5].

En el plano religioso, la secularización convive con una pluralidad de ofertas religiosas y espirituales que son consideradas por muchos como equivalentes. La secularización cuestiona la credibilidad de la propuesta cristiana: “El proceso de modernización comporta una profunda revisión de las creencias y de las prácticas religiosas, que dejan de tener el valor normativo que gozaban y pasan a ser algo secundario, una opción más, sujeta a modas y tendencias culturales, y que puede ser percibida como más o menos útil o conveniente para el propio proyecto personal o social”[6]. La pluralidad de propuestas religiosas es un motivo añadido para delimitar lo propiamente cristiano.

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23.09.23

Los santos arcángeles: Miguel, Gabriel y Rafael

San Miguel. Parroquia de san Pablo. VigoLa Iglesia alaba la gloria de Dios, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Los nombres de los santos arcángeles - Miguel, Gabriel y Rafael – acaban en “El”, que significa “Dios”. Son criaturas espirituales que están totalmente orientadas a Dios: “Dios está inscrito en sus nombres, en su naturaleza” (Benedicto XVI, “Homilía”, 29-IX-2007). Por ello son sus mensajeros: llevan a Dios a los hombres y “tocan” a los hombres de parte de Dios.

La iconografía representa a san Miguel como un príncipe celeste que vence al dragón maligno, a la serpiente antigua. Nos hablan de este arcángel especialmente el libro de Daniel, la carta de san Judas Tadeo y el Apocalipsis. San Miguel es el defensor de la causa de Dios frente a la pretensión del Maligno, que quiere hacernos creer que Dios es nuestro adversario, que compite con nosotros, restándonos libertad. Se trata de una trampa más del “padre de la mentira” (Jn 8,44). Pero, así como acusa a Dios, Satanás es también “el acusador de nuestros hermanos” (Ap 12,10). La negación de Dios pone las bases de la negación del hombre. “Quien aparta a Dios no hace grande al hombre, sino que le quita su dignidad. Entonces el hombre se transforma en un producto defectuoso de la evolución” (Benedicto XVI).

San Miguel protege al pueblo de Dios, a la Iglesia, que se ve asediada por el Enemigo (cf Dan 12,1). El papa León XIII compuso una oración en la que suplica a este arcángel que nos proteja del espíritu de mentira, de impiedad, de blasfemia y del soplo envenado de la impudicia, de los vicios y de todas las abominaciones que el dragón malvado esparce por el mundo.

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19.09.23

Meditando sobre el sagrario de mi parroquia en la fiesta de san Mateo

Este año, 2023, la fiesta de san Mateo, apóstol y evangelista, se celebrará el próximo jueves, 21 de septiembre. Un día, el jueves, especialmente propicio para meditar y para adorar a Cristo presente en la eucaristía. El día eucarístico por antonomasia es el domingo, “día del Señor”, de la Pascua, pero el jueves nos recuerda el comienzo del triduo sacro y la institución de la eucaristía como anticipación sacramental del paso de Cristo de este mundo al Padre a través de su muerte y resurrección.

Celebrar y adorar la eucaristía no son realidades separables: “la adoración eucarística no es sino la continuación obvia de la celebración eucarística, la cual es en sí misma el acto más grande de adoración de la Iglesia. Recibir la eucaristía significa adorar al que recibimos […]. La adoración fuera de la santa misa prolonga e intensifica lo acontecido en la misma celebración litúrgica”, nos recuerda Benedicto XVI en “Sacramentum caritatis” 66.

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29.08.23

El primer obispo turco para Turquía

Leo en el portal asianews.it que el sacerdote jesuita Antuan Ilgit fue nombrado por el papa Francisco auxiliar del vicario apostólico de Anatolia, mons. Pablo Bizzeti. El nuevo obispo dialogó con asianews: “Quiero ser un signo de esperanza al servicio de todos en esta Iglesia pequeña pero rica en grandes culturas". Convertido al catolicismo en 1997, Antuan Ilgit será históricamente el primer obispo de origen turco: “Un signo de confianza en nuestros jóvenes".

Fui alumno, en la Universidad Gregoriana de Roma, de mons. Luigi Padovese, capuchino, que fue vicario apostólico de Anatolia y murió martirialmente, asesinado en 2010 por su chófer, un musulmán radicalizado. Dos años antes, en 2008, pude saludar a mons. Padovese en Tarso, en la iglesia de san Pablo.

Aquel viaje a Turquía había sido organizado por la Conferencia Episcopal Española, como un curso de profundización bíblico-patrístico. Conservo algunas notas del itinerario, que me pareció magnífico. Reproduzco algunos apuntes:

El Nuevo Testamento nos ayuda a evocar el significado de ciudades como Antioquía de Siria – hoy Hatay -, donde a los seguidores de Jesús se les dio por primera vez el nombre de “cristianos” o Tarso de Cicilia – Tarsus-, ciudad natal de San Pablo, donde hay una iglesia-museo dedicada al Apóstol.

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26.08.23

La pregunta, hoy, por la esencia del cristianismo

No resulta fácil describir sintéticamente la situación cultural y eclesial en la que, en la actualidad, nos podemos interrogar acerca de la esencia del cristianismo.

Vivimos en una sociedad caracterizada por la desconfianza posmoderna hacia la verdad, por el relativismo, y por la tendencia a convertir el deseo en criterio supremo de discernimiento.

Como leemos en un documento de la Conferencia Episcopal Española: “Ahora, en su tramo final, la modernidad no solo prescinde de la gracia, sino que pretende devaluar la naturaleza. Como resultado, la persona, reducida a individuo autosuficiente e independiente, se construye a sí misma siguiendo la ley del deseo, en permanente ejercicio de autodeterminación, también sobre el propio cuerpo”[1]. En este sentido, la llamada “ideología de género” es, en definitiva, “la voluntad de construir una antropología del deseo, sobre todo en su dimensión sexual”[2].

El repliegue hacia el relativismo favorece la imposición intolerante de las ideologías amparadas por el poder: “El pensamiento moderno no quiere ya reconocer la verdad del ser, sino que quiere adquirir poder sobre el ser. Quiere reformar el mundo según las propias necesidades y deseos. Con esta orientación no a la verdad sino al poder se toca sin duda el verdadero problema del tiempo presente”[3].

El derecho a decidir y el deseo-sentimiento adquieren, advierte la Conferencia Episcopal Española, “categoría jurídica al servicio de la construcción de un nuevo modelo social, para lo que es preciso «deconstruir» lo esencial del sistema vigente”[4]. Se extiende por el mundo una legislación contraria a la razón, a la naturaleza y a la vida, “que desde poderosos organismos financieros globales se imponen a los gobiernos”[5].

En el plano religioso, la secularización convive con una pluralidad de ofertas religiosas y espirituales que son consideradas por muchos como equivalentes. La secularización cuestiona la credibilidad de la propuesta cristiana: “El proceso de modernización comporta una profunda revisión de las creencias y de las prácticas religiosas, que dejan de tener el valor normativo que [sic] gozaban y pasan a ser algo secundario, una opción más, sujeta a modas y tendencias culturales, y que puede ser percibida como más o menos útil o conveniente para el propio proyecto personal o social”[6]. La pluralidad de propuestas religiosas es un motivo añadido para delimitar lo propiamente cristiano.

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