Un viaje a Polonia

He tenido la fortuna de visitar por segunda vez Polonia. En 1991, al mes de mi ordenación presbiteral, participé en la Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en Czestochowa. Dieciocho años después he vuelto a ese país, siguiendo las huellas del itinerario vital del Papa Juan Pablo II. Realmente, si uno quiere conocer Polonia, no ha de recurrir necesariamente a las guías turísticas al uso. Puede optar por otra fuente, por otro recorrido, aquel que, por ejemplo, marca el mismo Juan Pablo II en su libro “Don y misterio”.

En el quincuagésimo aniversario de su ordenación sacerdotal, Juan Pablo II evocaba los lugares decisivos de su biografía: “Wadowice”, la localidad de su nacimiento; “Cracovia”, la histórica ciudad a la que se trasladó para cursar sus estudios en la Universidad Jaghellonica; el santuario mariano de “Kalwaria” y tantos otros nombres que han pasado a ser familiares, en la medida en que, en ellos, se desarrolló la vida de un padre común; la vida del Papa, del siervo de Dios Karol Wojtyla, al que pronto, eso esperamos, podremos venerar como beato y como santo.

Es imposible estar en Polonia y no recordar a Juan Pablo II. El Ayuntamiento de Cracovia pone a disposición de los visitantes una guía con el título “Por las rutas de Juan Pablo II”. Ya el aeropuerto se llama así: “Aeropuerto Internacional Juan Pablo II”. Y al menos veinticinco puntos de la ciudad se señalan como de interés especial por su vinculación al Papa. Pero no sólo en Cracovia, sino en todo el país abundan las estatuas, las calles, las avenidas, los centros de interés que llevan ese nombre: “Jana Pawła II”.

Cracovia es una maravilla, que merece, por sí misma, un viaje a Polonia. Simboliza los orígenes, la permanencia y la actualidad de la patria polaca. Desde las orillas del Vístula se divisa la imponente colina de Wawel, símbolo de la nación y de la fe que ayudó a configurarla y a sostenerla. En Wawel, concretamente en la cripta de San Leonardo, celebró Juan Pablo II su primera Misa, el 2 de Noviembre de 1946. A esa primera Misa seguiría, poco después, la celebrada en la parroquia de los salesianos en el barrio de Debniki, a la que pertenecía el joven estudiante Wojtyla.

Cracovia sería el punto de referencia de la actividad sacerdotal y episcopal de Juan Pablo II – como vicario en la basílica de San Florián, como obispo auxiliar y como arzobispo metropolitano - . Si uno va a Cracovia no debe dejar de visitar el santuario de Kalwaria, auténtico corazón mariano de la archidiócesis: “Iba allí con frecuencia, dice el Papa, y caminaba en solitario por aquellas sendas presentando en la oración al Señor los diferentes problemas de la Iglesia”.

En las cercanías de Cracovia, es obligada la parada en Wadowice, pueblo natal de Juan Pablo II, y en Auschwitz, demostración palpable de la aptitud para el mal de los seres humanos, cuando se dejan cegar por ideologías que desprecian a Dios y, en consecuencia, a los hombres.

Czestochowa, con el monasterio-santuario de Jasna Góra, es el corazón mariano de una nación, toda ella, devota de María. Es difícil describir un sábado en Czestochowa. La piedad se toca con las manos, se ve con los ojos, se percibe con todos los sentidos. La religión del Verbo Encarnado es indisociable del culto a la Madre. Sólo si convertimos a Cristo en una idea, en una mera cifra de una ética sublime, podremos olvidarnos de María. En Polonia, Cristo tiene Cuerpo y Sangre, tiene un rostro concreto, se presenta marcado por las llagas de la Pasión, transfigurado por la gloria de la Pascua y es, para siempre, el Hijo de María. Czestochowa es adoración a Cristo, búsqueda de Cristo, encuentro con Cristo. De la mano de María.

Varsovia es una imagen de la resistencia y de la tenacidad del pueblo polaco. Destruida y arrasada y, a la vez, reconstruida de nuevo; como una protesta en nombre de la dignidad y de la libertad. De Varsovia, de lo que fue Varsovia, casi no queda nada. Pero, aun así, ha resurgido de sus cenizas y muestra al que la visita el esplendor de su Ciudad Vieja, la belleza de su Castillo Real o de su Plaza del Mercado.

Polonia consuela e ilusiona. En las iglesias, es muy frecuente encontrarse con el Santísimo Sacramento expuesto en la custodia. Nunca está solo. Entran y salen los fieles, de todas las edades, de todas las condiciones. Los católicos polacos rezan, y rezan de rodillas. Aman a la Virgen. A sus santuarios acuden ancianos y niños, adolescentes y jóvenes, hombres y mujeres, madres y padres con sus hijos. En absoluto se tiene la impresión de que la cadena de transmisión de la fe se haya roto. En Polonia, los católicos se confiesan. En Czestochowa pude contar en un claustro del santuario unos veinte confesonarios atendidos por otros tantos sacerdotes, casi asaltados por una verdadera multitud que, haciendo cola, aguardaba el momento de gracia de la reconciliación con Dios.

Uno vuelve a España embargado por una sensación confusa de alegría y de tristeza. De alegría, porque en alguna porción de Europa se sigue manteniendo la fe. De tristeza, al constatar que, en nuestro país, la fe parece apagarse. Pero Cristo está vivo. De nuestra correspondencia a su gracia depende, en buena medida, avivar los rescoldos.

Guillermo Juan Morado.

8 comentarios

  
Yolanda
Bienvenido, padre:

Bonita evocación, creo que es la primera vez que le leo hablar de emociones propias. Y sorprende, se hace raro.

En el blog de Bruno, en el concurso de versificación, ha habido quien ha glosado la calidad de su blog en verso.
27/07/09 12:15 AM
  
Guillermo Juan Morado
No había seguido esos torneos poéticos. Quizá, de intentarlo, sólo conseguiría expresarme en versos libres, pero mejor no mostrar en exceso emociones propias... Por eso de la objetividad de la fe. Un saludo,
27/07/09 12:22 AM
  
Tineo
Saludos, Padre Guillermo:

Dice usted en el precioso artículo sobre Polonia: "En absoluto se tiene la impresión de que la cadena de transmisión de la fe se haya roto [en Polonia]".

Es un gran problema el de la transmisión de la fe a los hijos. Estaría bien un análisis de las causas de que esa cadena esté rompiéndose en España, en muchas iglesias domésticas españolas al menos, y un debate sobre cómo se podría recomponer.

Hágale caso a Yolanda, Padre, y no tema mostrar emociones propias... alabando a la Madre, por ejemplo.
Saludos.
27/07/09 12:50 AM
  
Guillermo Juan Morado
Sí, sería interesante ese debate. Yo creo que no es que se esté rompiendo la cadena de transmisión de la fe; creo que está rota. ¿Remedios? Mantener lo que queda e intentar evangelizar como empezando de cero.
27/07/09 1:02 AM
  
Luis R.
Seguro que a una conocida polaca, aqui en Japon, le gustaria saber espan~ol para disfrutar leyendo su articulo, como lo he hecho yo.
Si, seguramente hay que evangelizar desde cero. Como si, salvando las distancias, estuvieramos aqui en Japon, en vez de en Espan~a. !Quien lo diria!. ?Que nos ha pasado?.
27/07/09 9:18 AM
  
Luis Fernando
Muy interesante la crónica de su peregrinaje por Polonia. Y desde luego es un consuelo el ver que la fe católica tiene al menos un bastión en Europa. Debe ser porque los polacos han tenido que luchar por mantenerla en medio de la opresión de un régimen ateo. Es una fe confesora, no simplemente heredada.
Si consiguen transmitirla a la próxima generación, no sufrirán la crisis que padecemos en otros países de Europa.
27/07/09 12:52 PM
  
Hermenegildo
Polonia sigue siendo, quizá, la Nación más católica de Europa, pero la democracia ha supuesto un enfriamiento del catolicismo polaco:

C:\Users\user\Documents\Seminarios polacos vacíos.mht
27/07/09 11:44 PM
  
Laurentius
Es emocionante plantarse delante del número 10 de la calle Tyniecka, en Cracovia, sabiendo que allí vivió el joven Karol con su padre en aquellos años tan duros. Que allí sintió el zarpazo de la orfandad total al encontrar a su padre muerto en casa; que tantas veces cruzó ese umbral, a veces con alegría, otras con miedo, contemplando siempre el lento transcurrir del río que cruza por delante. Es emocionante ver los lugares y las cosas que han "tocado" los santos y que han sido tocadas por ellos. Es como si un algo de la eternidad de Dios cristalizase delante nuestro y nos mostrase la cercanía de Él y de todos los que en Él vivimos. Ir a Polonia siguiendo las huellas de Juan Pablo II es una experiencia espiritual; que nadie lo dude.
28/07/09 4:59 PM

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