El joven San Pelayo
Nacido en Albeos (Crecente, Pontevedra), en el año 911 o 912, Pelayo era sobrino del Obispo de Tui, Hermoigio – quien también es contado como santo -. Cuentan los hagiógrafos que en la escuela de la catedral aprendió gramática y se inició en la Liturgia, actuando como monaguillo.
España sentía sobre sí el peso de la dominación musulmana. El que se proclamaría, en 929, primer califa de Córdoba, Abderramán III, unificador del al-Andalus, venció en el 920 a los leoneses y navarros en la batalla de Valdejunquera.
Un éxito militar que repercutió directamente en la vida del joven Pelayo. Su tío, el obispo, fue apresado y llevado a Córdoba. Pelayo era su rescate. En un principio, se trataba de un rescate provisional: el niño, como rehén, ocuparía la plaza del anciano, mientras éste conseguiría el oro necesario para, a su vez, liberarlo. Pero esta liberación no tuvo lugar, ya que el obispo, enfermo, murió antes de lograr su propósito.


La segunda lectura del Oficio de lectura del martes de la XII semana del tiempo ordinario está tomada de un tratado de San Gregorio de Nisa “sobre el perfecto modelo del cristiano”. Es un autor del siglo IV, Gregorio de Nisa - hermano de San Basilio y contemporáneo de otro de los grandes capadocios, San Gregorio Nacianceno – , de gran interés. W. Jaeger le dedica unas luminosas reflexiones en su breve, pero profundo ensayo, “Cristianismo primitivo y paideia griega”.
He vivido dos experiencias que tienen que ver con el sentimiento de los padres hacia sus hijos. Una de ellas, alegre; la otra, a la vez triste y esperanzada.






