Navidad y proximidad
La Navidad celebra lo que, en el lenguaje de la fe, se llama el misterio de la encarnación. El Niño que nace en Belén es el Logos, el Verbo de Dios, el Hijo de Dios hecho hombre. El cristianismo piensa a Dios en la paradoja, en la aparente contradicción, de una alteridad que no equivale a una distancia imposible de colmar. Dios es Otro, no una proyección del yo, pero no está lejos, sino que se da, se acerca y se aproxima al hombre. Como escribe Joseph Ratzinger la “fusión” de divinidad y humanidad “ha sido posible porque Dios ha descendido en Cristo, ha asumido él mismo los límites del ser humano, los ha padecido y, en el amor infinito del crucificado, ha abierto de par en par la puerta de lo infinito”.
La encarnación no es una idea filosófica, sino un acontecimiento histórico. Con Jesús, Dios irrumpe en la historia para que nosotros podamos establecer un contacto con él. La peculiaridad del cristianismo radica en que Dios se desvela como realidad que interpela al hombre, como misterio de amor que ofrece al hombre la posibilidad del encuentro con él para hacer florecer la propia vida: “Dios quiere ser amado, no sufrido”, comenta el teólogo Sequeri. Los signos de la proximidad de Dios que Jesús inaugura en Belén son signos de liberación del mal, de un amor que es inseparable de la justicia. La proximidad de Dios no exonera de la búsqueda de la justicia, sino que reclama la conversión del corazón.

En un epigrama, Jesús Cotta expresa su asombro por la inmensidad de la creación: “A Dios le pasó con las estrellas/ lo mismo que a Velázquez con las lanzas:/ todas le parecían pocas”. No sé si el número de los poetas religiosos es tan grande como el de las estrellas o el de las lanzas del célebre cuadro, pero ciertamente no es pequeño. Así lo afirma la filóloga Yolanda Obregón en la segunda edición de su antología “400 poemas para explicar la fe” (Vita Brevis, Maxstadt 2023): “solo queda regocijarse con la abundancia, y aún más, con el vigor, de la poesía religiosa actual, que viene a continuar la tradición de nuestra literatura lírica más memorable”.
La revista Liturgia y Espiritualidad, del Centre de Pastoral Litúrgica de Barcelona, me había pedido, hace ya un tiempo, un artículo sobre “El deseo de comunión”, comentando el número 57 de la carta apostólica Desiderio desideravi del papa Francisco sobre la formación litúrgica del pueblo de Dios. Cito, en su integridad, este pasaje del papa, que se refiere a la presidencia de la asamblea por parte del sacerdote cuando se celebra la santa Misa:
La aproximación a la problemática de la “esencia del cristianismo” por parte de Romano Guardini y de Joseph Ratzinger busca dar una respuesta a la relación de la fe con la modernidad preservando lo nuclear de la revelación cristiana. El cristianismo no se puede reducir a la medida de la razón ilustrada de la modernidad, a su competencia en la investigación histórica o a su capacidad de desarrollar sistemas filosóficos, suprimiendo la referencia a la alteridad de la revelación y de la fe.












