Un artículo en la revista “Liturgia y espiritualidad”: “El deseo de comunión”

La revista Liturgia y Espiritualidad, del Centre de Pastoral Litúrgica de Barcelona, me había pedido, hace ya un tiempo, un artículo sobre “El deseo de comunión”, comentando el número 57 de la carta apostólica Desiderio desideravi del papa Francisco sobre la formación litúrgica del pueblo de Dios. Cito, en su integridad, este pasaje del papa, que se refiere a la presidencia de la asamblea por parte del sacerdote cuando se celebra la santa Misa:

“Para que este servicio se haga bien – con arte – es de fundamental importancia que el presbítero tenga, ante todo, la viva conciencia de ser, por misericordia, una presencia particular del Resucitado. El ministro ordenado es en sí mismo uno de los modos de presencia del Señor que hacen que la asamblea cristiana sea única, diferente de cualquier otra (cfr. Sacrosanctum Concilium, n. 7). Este hecho da profundidad ‘sacramental’ –en sentido amplio– a todos los gestos y palabras de quien preside. La asamblea tiene derecho a poder sentir en esos gestos y palabras el deseo que tiene el Señor, hoy como en la última cena, de seguir comiendo la Pascua con nosotros. Por tanto, el Resucitado es el protagonista, y no nuestra inmadurez, que busca asumir un papel, una actitud y un modo de presentarse, que no le corresponde. El propio presbítero se ve sobrecogido por este deseo de comunión que el Señor tiene con cada uno: es como si estuviera colocado entre el corazón ardiente de amor de Jesús y el corazón de cada creyente, objeto de su amor. Presidir la Eucaristía es sumergirse en el horno del amor de Dios. Cuando se comprende o, incluso, se intuye esta realidad, ciertamente ya no necesitamos un directorio que nos dicte el adecuado comportamiento. Si lo necesitamos, es por la dureza de nuestro corazón. La norma más excelsa y, por tanto, más exigente, es la realidad de la propia celebración eucarística, que selecciona las palabras, los gestos, los sentimientos, haciéndonos comprender si son o no adecuados a la tarea que han de desempeñar. Evidentemente, esto tampoco se puede improvisar: es un arte, requiere la aplicación del sacerdote, es decir, la frecuencia asidua del fuego del amor que el Señor vino a traer a la tierra (cfr. Lc 12,49)”.

Me parece un texto muy hermoso y de gran contenido. En el comentario que he escrito he relacionado dos realidades: el deseo y el corazón, tratando de mostrar que el sacerdote, en la acción litúrgica, es mediación entre el corazón de Cristo y el corazón de cada fiel. La convergencia entre el deseo de Dios y el deseo del hombre, que Dios hace posible, constituye, a fin de cuentas, la clave de la acción litúrgica, de lo que acontece ante nuestros ojos en la celebración de la santa Misa.

Me ha ayudado en mi reflexión, que comparto brevemente con los lectores del blog, además de la mencionada carta apostólica del papa, un ensayo de J. Ratzinger sobre “El misterio pascual. Contenido y fundamento profundos de la veneración al Sagrado Corazón de Jesús”, Obras completas VI/2. Jesús de Nazaret. Escritos de cristología, Madrid, BAC 2021, 644-661. Un Dios que desea es un Dios que ama, que tiene corazón, tal como queda atestiguado en Oseas 11.

El sacerdote es ministro de la gracia que ha recibido de Cristo la tarea y la facultad de actuar en su Persona, in Persona Christi Capitis. Jesús llamó a los que Él quiso: “No son ángeles, ni santos, ni gente impecable, sino hombres que habrían vivido y muerto en pecado, como cualquiera a no ser por la gracia de Dios, y que, aunque se preparan por la misericordia divina para entrar en la compañía de los santos, experimentan en la vida presente la enfermedad y la tentación, y alimentan la esperanza inmerecida de perseverar hasta el fin” (J.H. Newman, Discursos sobre la fe, Madrid 1981, 75). No estaría de más avivar la conciencia de la sacralidad del ministerio sacerdotal, para evitar vaciarlo de contenido, privándolo de sus fundamentos más hondos.

La acción litúrgica ha de propiciar el encuentro entre el corazón del hombre y el corazón de Cristo. El deseo, la humildad y el amor son la mejor preparación para participar en la Eucaristía, integrando en la celebración de la fe la piedad sensible, la piedad del corazón, en la estela del cardenal Newman: Cor ad cor loquitur (el corazón habla al corazón).

Agradezco a la revista Liturgia y Espiritualidad su invitación para colaborar en la sección de comentarios que ha dedicado a Desiderio desideravi. Quizá ha sido una de las publicaciones, si no la que más, que ha prestado mayor atención a esa carta apostólica de Francisco.

Guillermo JUAN-MORADO.

 

______________

Cf. G. Juan Morado, “El deseo de comunión”, en Liturgia y Espiritualidad, Noviembre 2023/11, 475-481.

Los comentarios están cerrados para esta publicación.