6.01.09

Los posts que interesan

Resulta curioso el ejercicio de seguir las entradas – en definitiva, el interés de los lectores – con respecto a los posts que uno publica en el blog. No se trata de entrar en una “guerra de audiencias”. Ni de busca ser “popular”. La regla de oro, a mi juicio, es escribir sobre lo que a mí me interesa, con la confianza de que si me interesa a mí podrá también interesar a otros, sean muchos o pocos. Pero en un medio interactivo, si no hay “respuestas” cabe cuestionar el sentido de las “propuestas”.

Me atendré, en este somero análisis, a los últimos siete posts. No me fijo en los comentarios, porque éste es un índice engañoso. No siempre el artículo más comentado es el más leído. Me fijo sólo en las entradas. Pues bien, de los siete últimos escritos, el texto más visitado se refiere a Tamayo, un teólogo disidente. La polémica es un ingrediente que atrae al público. La exposición pacífica de la doctrina le atrae, parece ser, mucho menos, si es que le atrae de algún modo.

El segundo post más leído ha sido el que trata acerca de la forma extraordinaria del rito romano. En este asunto, los comentarios se han disparado. Es obvio que el tema interesa, quizá no a todos los posibles lectores, pero a aquellos a los que les interesa les interesa mucho. Este dato me permite confirmar la sospecha de que mis lectores pueden ser encuadrados en el marco de un sector de la población católica con alto nivel de conocimientos teológico-litúrgicos y con un nivel de información sobre las cuestiones de Iglesia muy por encima de la media.

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5.01.09

Herodes, los sumos sacerdotes, los Magos

En el relato evangélico de la adoración de los Magos (cf Mt 2,1-12) contrastan tres actitudes diversas: La actitud de Herodes, que presiente que la salvación de Dios es un peligro; la actitud de los sumos pontífices y de los letrados, que conociendo las profecías permanecen en la indiferencia; y, finalmente, la actitud de los Magos, que se ponen en camino para buscar a Jesús y adorarlo.

Herodes era el rey de Judea. Su modo de actuar es el de un tirano que busca, a toda costa, alcanzar y mantener el poder. El historiador Flavio Josefo trazó el siguiente retrato de su personalidad: “Era de carácter indómito y apasionado, cruel e inflexible. Le eran extraños los sentimientos de ternura y las emociones sensibles. Dondequiera su interés parecía exigirlo, obraba con mano férrea hasta hacer correr ríos de sangre”. El comportamiento de Herodes en absoluto es pasivo, sino que hace todo lo que está en su mano para disipar una posible amenaza. Se sobresaltó, nos dice San Mateo, al enterarse de que los Magos preguntaban por el Rey de los Judíos que había nacido. Convocó a los sabios de su reino para indagar dónde tenía que nacer el Mesías. Llamó a los Magos con la intención de saber exactamente dónde se encontraba el Niño.

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3.01.09

El uso de la Liturgia Romana anterior a la reforma de 1970

Es conocida la Carta Apostólica “Summorum Pontificum”, “motu proprio data”, del Papa Benedicto XVI sobre el uso de la Liturgia Romana anterior a la reforma efectuada en 1970. No es fácil, para los que no somos expertos, adentrarse en estas cuestiones. Todo lo que concierne a la Liturgia es complejo, por la inmensidad de aspectos teológicos y jurídicos que están implicados. De un Misal, por ejemplo, no se cambia ni una coma sin que, precedido de muchos estudios, la autoridad competente no lo permita. Sea pues nuestra aproximación una aproximación cauta y modesta.

Creo que el mejor comentario y la mejor introducción al “Motu proprio” es la misma carta de Benedicto XVI dirigida a los obispos que acompaña la “Summorum Pontificum”. Nadie como el Papa puede decirnos mejor lo que el Papa piensa y desea.

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Comprender lo que recibimos

El eco de la Natividad del Señor resuena en este segundo domingo después de la Navidad. Jesucristo es la Sabiduría y la Palabra del Padre que “se hizo carne y acampó entre nosotros” (cf Jn 1,1-18). Dios ha querido compartir nuestro destino para iluminar nuestras vidas. Y esa Luz que proviene de Dios es Jesucristo, el Verbo encarnado, que nos da la posibilidad de ser hijos adoptivos de Dios por la gracia.

Es importante que comprendamos el don que hemos recibido. Sería insensato ser destinatarios de un gran beneficio y no pararnos a considerar su alcance y su significado. Puede sucedernos que, de tanto oír que Dios nos ha destinado a ser sus hijos, no nos percatemos de la maravillosa dignidad de esta condición, de su absoluta gratuidad, de la medida infinita en la que sobrepasa cualquier derecho o cualquier aspiración humana.

Nada hemos hecho para merecer ser elevados al estado de hijos de Dios. Como indica San Pablo en la Carta a los Efesios, las bendiciones que contiene el designio salvífico de Dios brotan de la iniciativa libre y gratuita del Padre. Él “nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya” (Ef 1,3-6).

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31.12.08

María Tudor

No soy especialista en Historia y, por consiguiente, mi comentario ha de interpretarse como lo que es: una reseña hecha por alguien que, entre sus lecturas, suele incluir los libros de Historia y, de modo muy destacado, las biografías.

Acabo de terminar “María Tudor. La gran reina desconocida”, de María Jesús Pérez Martín (Ed. Rialp, Madrid 2008, 927 págs.). A mi modo de ver, en esta obra se entrecruzan tres perspectivas: la historia de Inglaterra – y, de algún modo, de la Europa de la época - ; la historia de la Iglesia en un período extraordinariamente significativo – someramente, la primera mitad del siglo XVI – ; y el propio drama biográfico de la protagonista del libro, la reina María Tudor.

María Tudor no ha tenido suerte con la fama que, justa o injustamente, le ha atribuido cierta historia. El nombre de un famoso cóctel, el “Bloody Mary” – “María la Sanguinaria” – perpetúa, a niveles populares, lo que, sospechamos, es el resultado de una exitosa campaña de “damnatio memoriae”.

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