14.03.09

El santuario de Dios

El templo de Jerusalén contaba con un edificio sagrado, el santuario, y con grandes atrios. En los atrios se realizaban diferentes actividades; no así en el santuario, que era un espacio sagrado al que no todos tenían acceso. El santuario incluía dos partes: el Santo y el Santo de los Santos. En el Santo sólo podían entrar los sacerdotes, y en el Santo de los Santos sólo podía entrar el sumo sacerdote una vez al año.

A los judíos que le pedían signos que lo acreditasen, Jesús responde: “Derribad este santuario y en tres días lo reconstruiré”. San Juan anota que “hablaba del santuario de su cuerpo” (Jn 2,21). Jesús es el verdadero santuario, rechazado y destruido por los hombres, pero reconstruido por la fuerza del amor de Dios. El Señor anuncia así su misterio pascual: su pasión, muerte y resurrección.

El Señor es el Mesías crucificado; escándalo para los judíos y necedad para los griegos, pero, para todos los llamados, fuerza y sabiduría de Dios (cf 1 Cor 1,22-25). San Pablo expone así, con gran vigor, el mensaje de la cruz. En la cruz de Jesús se manifestó el amor gratuito y misericordioso de Dios. De ese árbol bendito brota para nosotros la gracia de la salvación.

Para los judíos, que ponían su esperanza en las obras y de ellas esperaban la salvación, la cruz era motivo de escándalo; constituía una trampa, una piedra de tropiezo. Dios se manifestaba, pensaban, con signos prodigiosos, no en el dolor, en el fracaso y en la aparente derrota de la cruz. Por su parte, los griegos, los paganos, veían en la cruz una afrenta a la razón y a la sabiduría humana; una locura, un insulto a la sensatez.

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12.03.09

La prioridad del Papa

Hoy me comentaba un párroco que, en la próxima reunión de arciprestes, tratarían sobre “las celebraciones en ausencia de presbítero”. Mi respuesta fue inmediata: “Deben ir pensando en las celebraciones en ausencia de fieles”. Creo que ése es el problema, la ausencia de fieles. Un problema difícil de reconocer, pero real. Algo similar sucede cuando se habla, ahora que nos acercamos al día del Seminario, de la crisis de vocaciones al sacerdocio. No hay crisis de vocaciones sacerdotales; hay crisis de fe. Posiblemente nos encontremos en una etapa de la historia con uno de los mejores porcentajes de vocacionados al ministerio pastoral en relación al número total de jóvenes practicantes. Cada seminarista es un milagro, porque surge, literalmente, de la nada. Quien no quiera creerme que cuente el número de jóvenes, de menores de sesenta años, pongamos por caso, que acuden a la Misa dominical.

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10.03.09

20 catequesis sobre San Pablo

Indico el elenco de las 20 catequesis que Benedicto XVI ha dedicado a la figura y al pensamiento de San Pablo (fácilmente accesibles en vatican.va):

2 de julio de 2008, San Pablo (1): El ambiente religioso y cultural de san Pablo
[Alemán, Croata, Español, Francés, Inglés, Italiano, Portugués]

27 de agosto de 2008, San Pablo (2): La vida de san Pablo antes y después de Damasco
[Alemán, Croata, Español, Francés, Inglés, Italiano, Portugués]

3 de septiembre de 2008, San Pablo (3): La “conversión” de san Pablo
[Alemán, Croata, Español, Francés, Inglés, Italiano, Portugués]

10 de septiembre de 2008, San Pablo (4): La concepción paulina del apostolado
[Alemán, Croata, Español, Francés, Inglés, Italiano, Portugués]

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7.03.09

La banalización del aborto

“Banalizar” una cosa es convertirla en trivial, en común, en insustancial. El Ministerio de Igualdad, secundando las prioridades del Gobierno, se ha empeñado, buscando el asesoramiento conveniente a sus propósitos, en banalizar el aborto. Abortar es fácil. Abortar es seguro. Abortar es sensato.

Tal perversión del lenguaje constituye un síntoma más de la corrupción no sólo de la política, sino de la misma sociedad. Un país donde un grupo de “especialistas” aconsejan permitir el aborto libre hasta la decimocuarta semana de gestación, o hasta la vigésimo segunda cuando la salud de la madre peligre o el feto presente anomalías, es un país enfermo. Y lo peor es querer revestir la dolencia con la máscara de la normalidad. Tan “normal” resulta interrumpir, de forma provocada, el desarrollo del feto durante el embarazo que el Gobierno se apresura a asegurar que, en ningún caso, habrá penas de prisión para quien aborte. O sea, aun practicado fuera de los supuestos que contemple la ley, el aborto será considerado como una infracción leve, en absoluto merecedor de una reprobación tan grave como la privación de libertad.

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Conocer a Cristo

Al comienzo de la Cuaresma pedimos a Dios “avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo” para vivirlo en plenitud. La vida cristiana consiste en este conocimiento vital del Señor, participando en su misterio; en su pasión y en su gloria. En la Carta a los Filipenses, San Pablo lo expresa con absoluta claridad: “lograr conocerle a él [a Cristo] y la fuerza de su resurrección, y participar así de sus padecimientos, asemejándome a él en su muerte, con la esperanza de alcanzar la resurrección de entre los muertos” (3,10-11).

El acontecimiento de la Transfiguración del Señor supuso para Pedro, Santiago y Juan un paso importante en su proceso de conocimiento de Cristo. El Señor muestra, antes de su pasión, la gloria de su divinidad. Él es el Hijo amado del Padre que, a través de la muerte de Cruz, se encamina a la resurrección. Moisés y Elías, la Ley y los profetas, habían anunciado ya los sufrimientos del Mesías; unos padecimientos que tendrán lugar en Jerusalén, en el monte Calvario.

El Hijo amado del Padre es el Hijo entregado a la muerte por nosotros (cf Romanos 8,31-34). La generosidad de Dios, que no ahorra a su propio Hijo, aparece prefigurada en la generosidad de Abrahán, dispuesto a inmolar en sacrificio a Isaac, su hijo predilecto. Dios detiene la mano de Abrahán, pero acepta, por amor a nosotros, la muerte de Jesús, porque esa muerte es el precio de nuestra vida. Esta generosidad divina nos llena de admiración y de confianza: Dios, dándonos a Cristo, nos lo ha dado todo.

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