InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Archivos para: 2021

19.03.21

La eutanasia, un retroceso moral

La aprobación de la ley de la eutanasia no es una buena noticia. No se trata de un avance ético, sino de un retroceso muy significativo en el plano moral. Estamos todavía inmersos en una terrible pandemia que ha llevado a la muerte a muchos ancianos y a otras personas especialmente vulnerables. Tiene algo de siniestro - de obsceno - que, en estas circunstancias, se proponga la eutanasia como respuesta al dolor y al sufrimiento.

El Comité de Bioética de España advirtió en su día que “legalizar la eutanasia y/o el auxilio al suicidio supone iniciar un camino de desvalor de la protección de la vida humana cuyas fronteras son harto difíciles de prever, como la experiencia de nuestro entorno nos muestra”.

No se combate el sufrimiento con la muerte, sino con la universalización de los cuidados paliativos, con el apoyo socio-sanitario, con la ayuda a la discapacidad, con una ética del cuidado, de la responsabilidad, de la reciprocidad y de la solidaridad intergeneracional.

La aprobación de la ley de la eutanasia, según la cual este recurso se ofrecerá como una prestación más del sistema de salud, supone un paso grave hacia la consolidación de una cultura de la muerte y del descarte que, a la larga, terminará deshumanizándonos y creando desconfianza en la relación que vincula a los pacientes con los médicos.

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6.03.21

1.066 milagros

Parece ser que en el curso 2020-2021 se registraron 1.066 seminaristas mayores en España. Muchos me parecen. Creo que se trata de un auténtico milagro. Cada vocación al sacerdocio es, al menos en nuestro entorno, realmente milagrosa.

Maurice Blondel sostenía que la significación última de los milagros era mostrar la presencia de lo divino en todas partes. El verdadero milagro es Cristo que muere en la cruz; un signo “a la vez notorio y misterioso, discreto y apremiante”. Un signo dirigido a las almas bien dispuestas a recibirlo:

“Si no se tratase más que de ver – y de ver los milagros – para creer, los testigos del Calvario serían lógicos reclamando el signo prometido: ‘¡Sálvate a ti mismo, repara tu templo!’. Pero no; Dios no responde a las intimidaciones de la curiosidad, de la lógica, del sentido común, de la vulgaridad moral. Su signo, siempre a la vez notorio y misterioso, discreto y apremiante, se dirige a las almas en búsqueda, a las que se preparan o se abren a la paradoja del camino de la vida a través de la muerte y la cruz, a aquellas que, en el mismo Calvario, en medio de la ruina sensible y el desmoronamiento de las esperanzas carnales, sienten la divina belleza de la paciencia, del sacrificio, del eterno Espíritu”.

El gran signo es notorio y misterioso a la vez. Un signo que pide ser descifrado por las almas bien dispuestas. En definitiva, todas las buenas razones son necesarias para que la fe sea razonable. Pero todas las buenas razones juntas no dispensan al creyente de creer. La fe no es la razón, no se reduce a ella, pero la fe es siempre razonable, conforme a la razón y socialmente responsable.

Pero estábamos hablando de vocaciones al sacerdocio, de seminaristas. Por una gracia inmerecida – y toda gracia lo es – llevo ya muchos años dedicándome a la docencia de materias filosóficas y teológicas dirigidas a los candidatos al sacerdocio, a los seminaristas. Puedo asegurar que es casi imposible, para un profesor, soñar mejores alumnos. Los hay más aplicados y menos. Más estudiosos y menos. Pero todos ellos, creo que sin excepción, están enormemente interesados en formarse y en capacitarse para ejercer con competencia su posible/futuro ministerio.

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27.02.21

La Transfiguración de Jesús: el testimonio de San Marcos

Poco después de profetizar la llegada del reino de Dios en toda su potencia (Mc 9,1), Jesús se transfigura ante tres de sus discípulos - Pedro, Santiago y Juan - “seis días más tarde”, quizá aludiendo a Moisés que ascendió al monte Sinaí después de esperar seis días (Ex 24,16).

También Moisés se “transfiguró” en una montaña y, cuando bajó del Sinaí, su cara brillaba de tal modo que la cubrió con un velo para proteger al pueblo (Ex 34,29-35). No obstante, Marcos no describe como radiante el rostro de Jesús, sino su ropa: “Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo” (Mc 9,3).

Esta vestimenta celestial evoca a Adán[1]. Se pensaba, en ese tiempo, que el mesías recuperaría en el eschaton las vestiduras adámicas. El ropaje de Jesús evoca también la vestidura de los reyes en ocasiones importantes: “Así pues, la deslumbrante vestidura de Jesús es un código pictórico que sugiere su estado como nuevo Adán y rey mesías en camino hacia su entronización”[2].

Jesús conversa con Elías y Moisés; los tres situados en un plano separado de los mortales que miran atónitos. La aparición de estos personajes – de quienes se creía que podían volver a la vida visible justo antes del eschaton - sugiere que la transfiguración es “una anticipación de la ola de gloria divina que estaba a punto de inundar la tierra”[3].

Este acontecimiento anticipa la resurrección; de hecho, en Mc 9,9, así parece darlo a entender Jesús, pues prohibió hablar de lo sucedido “hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos”. Los discípulos experimentan, por tanto, un anticipo de la gloria de la resurrección de Jesús, que apunta hacia la resurrección general de los muertos.

Pedro quiere prolongar la estancia allí y sugiere erigir tres tiendas (Mc 9,5). Las tiendas evocan el tabernáculo, y las tiendas o chozas en las que moraron Moisés y sus seguidores durante su travesía por el desierto. Este modo de vida se rememoraba en la fiesta de los tabernáculos, durante la cual la experiencia de vida en las tiendas se consideraba como un anticipo de la existencia escatológica.

Pero empeñarse en permanecer allí podría ser interpretado como un modo de resistencia a la instrucción de Jesús de tomar la cruz y seguirlo (Mc 8,34), lo que exige bajar del monte de la gloria al valle de la fragilidad, donde Jesús perderá la vida[4].

La sugerencia de Pedro queda sin efecto por dos actos divinos: la aparición de una nube y el eco de una voz. Dios mismo envía su nube gloriosa y protectora que cubre con su sombra y que demuestra que Jesús, como Moisés y Elías, es el Siervo de Dios, cuyo rescate de la muerte está en manos divinas.

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26.02.21

Vacunas

La pandemia que soportamos suscita múltiples interrogantes: ¿Qué pasará con las relaciones humanas? ¿Serán, estas relaciones, el ámbito de la enfermedad o de la sanación? ¿Qué nos une a los otros? ¿Somos individuos aislados o estamos llamados a la comunión? ¿Hasta dónde llega nuestra confianza en la técnica?

Giorgio Agamben ha llegado a escribir sobre “La medicina como religión”. La ciencia se ha convertido en la religión de nuestro tiempo. En la medicina, nos dice, la ciencia es menos “dogmática” y más “pragmática”. En una especie de nuevo dualismo, se contrapone el mal – el virus – al bien – los médicos y la terapia - .

La novedad es que esta lucha entre virus y terapia no se circunscribe ya a los momentos precisos en los que uno se sentía mal y, por ello, acudía al médico. No. Toda nuestra vida, en todas sus manifestaciones y en cada uno de sus minutos, se ve sometida a este combate entre virus y medicina. Un combate supervisado por el poder político, que vigila y sanciona.

No dejan de ser relevantes las preguntas arriba mencionadas y la sospecha que desliza el conocido filósofo italiano. Desde una perspectiva filosófica y teológica merece la pena leer el ensayo coral, multidisciplinar, titulado “Covid-19: Lo humano en cuestión”, editado por José Noriega y Carlos Granados (Didaskalos, Madrid 2020).

Sartre decía que “el infierno son los otros”. Hace un par de días experimenté esa sensación, de ser el infierno, cuando, a la puerta de un quiosco, me apartaba para que el cliente que salía pudiese hacerlo con comodidad. No pensaba yo tanto en la pandemia como en la cortesía cuando de mi ensoñación me despertaron los aspavientos y quejas del cliente ofendido porque mi presencia le resultaba amenazante: “No hay espacio”, “no hay distancia”, profería en una mezcla de grito y de lamento.

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21.02.21

Historia abierta: Las puertas de la catedral de Burgos

“Historia abierta” es un proyecto que tiene como finalidad crear unas nuevas puertas de la catedral de Burgos, una catedral que está a punto de cumplir 800 años. Con buen sentido los impulsores de este proyecto desean “crear una nueva página” para la historia.

Las catedrales son edificios vivos; una suerte de plasmación en piedra, en arte, en belleza, de lo que es la Iglesia en su concreción próxima, en cada diócesis. Cuando casi todo es pasajero y efímero es emocionante comprobar que un edificio, al cabo de ochocientos años, conserva el mismo e idéntico fin: dar culto a Dios.

Hace poco leía una entrevista realizada al nuevo deán de la catedral de Santiago de Compostela, don José Fernández Lago, un excelente canónigo y un buen amigo. Decía a propósito del robo del “Códice Calixtino”: “Se aprendió mucho de aquello”. Y es verdad. De un suceso tan lamentable surgió una serie de iniciativas que han dado nuevo brillo a la catedral compostelana.

Los medios se hicieron eco del robo del códice. A mí no dejó de llamarme la atención el hecho de que desde el siglo XII la catedral compostelana custodió ese códice y, gracias a Dios, lo sigue custodiando.

La catedral de Santiago es una muestra evidente de que los diferentes estilos – románico, renacentista, barroco – pueden confluir para incrementar la belleza de un edificio. No parece sensato excluir el arte contemporáneo de esta contribución. No cualquier manifestación artística, no. Es tan alta la responsabilidad y el honor de aportar algo a un edificio insigne que solo cabe contar con los mejores.

Burgos lo ha hecho. Ha contado –cuenta – con uno de los mejores. Nada menos que con el pintor Antonio López, autor de las puertas para la fachada de Santa María de la catedral, que serán fundidas en bronce.

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