Vuestra fe en Dios había corrido de boca en boca
Las Cartas a los Tesalonicenses fueron escritas unos veinte años después de la muerte del Señor y constituyen, seguramente, los dos escritos más antiguos del Nuevo Testamento. San Pablo, con Silas y Timoteo, predicó el Evangelio en Tesalónica, la capital de la provincia romana de Macedonia, al comienzo de su segundo viaje apostólico, que realizó entre los años 50 y 53. Allí funda una comunidad cristiana, de la que se siente legítimamente orgulloso: “llegasteis a ser – les dice – un modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya” (1 Ts 1,7).
La comunidad evangelizada por San Pablo se convierte así, por el testimonio de la vida de los cristianos que la formaban, en una iglesia evangelizadora, misionera: “vuestra fe en Dios había corrido de boca en boca, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada”, les dice el Apóstol. Los cristianos de Tesalónica se distinguían de los demás ciudadanos por su modo de vida: No adoraban a los ídolos, a los falsos dioses, sino que se habían convertido a Dios vivo y verdadero, para vivir en su servicio, aguardando el retorno del Señor glorioso. Acogiendo la Palabra, el mensaje cristiano, los tesalonicenses habían comprendido cuál es el mandamiento “principal y primero”: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser” (cf Mt 22, 34-40).