InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Archivos para: Octubre 2008

25.10.08

Vuestra fe en Dios había corrido de boca en boca

Las Cartas a los Tesalonicenses fueron escritas unos veinte años después de la muerte del Señor y constituyen, seguramente, los dos escritos más antiguos del Nuevo Testamento. San Pablo, con Silas y Timoteo, predicó el Evangelio en Tesalónica, la capital de la provincia romana de Macedonia, al comienzo de su segundo viaje apostólico, que realizó entre los años 50 y 53. Allí funda una comunidad cristiana, de la que se siente legítimamente orgulloso: “llegasteis a ser – les dice – un modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya” (1 Ts 1,7).

La comunidad evangelizada por San Pablo se convierte así, por el testimonio de la vida de los cristianos que la formaban, en una iglesia evangelizadora, misionera: “vuestra fe en Dios había corrido de boca en boca, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada”, les dice el Apóstol. Los cristianos de Tesalónica se distinguían de los demás ciudadanos por su modo de vida: No adoraban a los ídolos, a los falsos dioses, sino que se habían convertido a Dios vivo y verdadero, para vivir en su servicio, aguardando el retorno del Señor glorioso. Acogiendo la Palabra, el mensaje cristiano, los tesalonicenses habían comprendido cuál es el mandamiento “principal y primero”: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser” (cf Mt 22, 34-40).

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24.10.08

Telmus. Anuario del Instituto Teológico San José de Vigo

Un proyecto es un plan de trabajo, un primer esquema, un designio o pensamiento de ejecutar algo. Hace ya unos cuantos años existía el “proyecto” de publicar una revista de Estudios Eclesiásticos que fuese como la expresión cara afuera del Instituto Teológico de Vigo, centro académico vinculado al Seminario Mayor de esta misma ciudad. Afortunadamente, el proyecto ha pasado a ser realidad y tengo en estos momentos ante mí el primer volumen de “Telmus. Anuario del Instituto Teológico San José. Seminario Mayor San José”.

Una revista es una empresa compartida. Pero siempre hay alguien que debe capitanearla, que debe impulsarla y dirigirla. El mérito de la publicación de “Telmus” corresponde, en buena medida, al director de publicaciones del Centro, el Prof. Ángel Marzoa, un canonista de vasta experiencia académica habituado a combatir en las tormentosas experiencias editoriales.

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19.10.08

Iglesia misionera

Esta mañana, en la Misa a la que asisten los niños de catequesis, se me ocurrió preguntarles quiénes eran los misioneros. Uno de los niños me responde: “Son los que ayudan a los pobres”. Indudablemente, tiene razón: Los misioneros ayudan a los pobres. Pero no es ésa su tarea distintiva. Uno puede ayudar a los pobres sin ser misionero, aunque no pueda ser, coherentemente, misionero sin ayudar a los pobres.

Realmente, el misionero es un “enviado”. Enviado por Dios y por su Iglesia para anunciar la Buena Noticia de Jesucristo a todo el mundo. Algo podría fallar si esta definición esencial no fuese percibida como evidente. Si llegásemos a pensar que lo decisivo de un misionero es que ayude a los pobres, sin más, estaríamos olvidando el elemento que hace que un misionero sea, en el sentido estricto del término, un misionero.

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18.10.08

Juan Manuel de Prada: Brujas on the waves

Brujas on the waves
JUAN MANUEL DE PRADA Sábado, 18-10-08

NOS habían parecido hijas de una imaginación calenturienta aquellas descripciones de los aquelarres que hallamos en las crónicas medievales, donde las brujas perpetran sacrificios de niños y se enardecen embadurnándose con su sangre, hasta alcanzar un éxtasis demoníaco. Ahora, a la vista de ese barco abortista que ha atracado en Valencia, comprobamos que aquellos cronistas no exageraban: las brujas, en efecto, existen, y celebran aquelarres, y sacrifican niños, y se embadurnan gozosamente con su sangre, para hacerse dignas ante los ojos de su dueño. Las hemos visto recibir al barco abortista con cánticos, como si estuvieran exultantes de júbilo; y vaya si lo estaban: pues nada regocija tanto a los siervos del demonio como comprobar que su dueño se enseñorea del mundo. Las brujas que recibían con agasajos al barco abortista exultaban de felicidad porque han convencido a otras mujeres para que se incorporen a su aquelarre; pero, sobre todo, porque el mundo sobre el que se derraman las tinieblas está tan ofuscado que ya no puede reconocer la verdadera naturaleza de ese aquelarre.

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16.10.08

Dios y el César: cristianos y ciudadanos

La respuesta de Jesús a los fariseos y a los herodianos, que se habían confabulado para tentarle, ha guiado la actitud de los cristianos ante las autoridades y las leyes justas: “Dad, pues al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22,21). El Señor pone así de relieve que su Reino no es de este mundo; que Él no vino a cambiar el mundo políticamente, como un soberano temporal, sino a curarlo desde dentro.

En la Carta a los Romanos, San Pablo explicita este principio indicando la obligación que los cristianos tenemos en conciencia de obedecer a la autoridad del Estado: “Dadle a cada uno lo que se debe: a quien tributo, tributo; a quien impuestos, impuestos; a quien respeto, respeto; a quien honor, honor” (Rm 13,7). Un máxima, la sujeción a las autoridades, que los cristianos han intentado siempre llevar a la práctica. Un autor del siglo II, San Justino, escribe en una de sus Apologías, dirigidas al emperador Antonino Pío: “Por eso oramos sólo a Dios, y a vosotros, príncipes y reyes, os servimos con alegría en las cosas restantes, os confesamos y oramos por vosotros”.

Oramos sólo a Dios y “en las restantes cosas” servimos a los príncipes. La diferenciación de planos se corresponde con la distinción que existe entre la Iglesia y el Estado: “La comunidad política y la Iglesia son entre sí independientes y autónomas en su propio campo”, nos recuerda el Concilio Vaticano II (GS 76). No le compete a la Iglesia, en cuanto tal, organizar la hacienda pública; administar justicia en los tribunales estatales o dirigir la defensa militar de una nación. Esas tareas, y otras, son competencia del Estado. No le corresponde al Estado, en cuanto tal, predicar el Evangelio; celebrar los sacramentos u ocuparse de la atención pastoral de los fieles.

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