Agradecimiento a muchos lectores

Uno es consciente de que escribir en un medio de comunicación – y un blog lo es – entraña ciertos riesgos. No el último de ellos es el de ser malinterpretado, con mayor o menor motivo, o incluso el de que a uno le atribuyan lo que no ha dicho ni ha pretendido siquiera sugerir.

Muchas veces en Internet – si no lo creen, lean los comentarios a las noticias en las ediciones digitales de los periódicos – sale a relucir lo más primario de las personas. Con acierto se ha comparado el tono de esas reacciones con lo que se ve a veces en las carreteras. Alguien puede ser educado y amable en su trato normal, pero, al frente de un volante, se convierte en un personaje del Lejano Oeste, dispuesto a disparar a la mínima. Pues lo mismo pasa en Internet. Mucha visceralidad. Demasiada.

No es una excepción el peculiar mundo de la información religiosa. No sobra el tiempo para leer, para pensar, para razonar. Se ve algo que no gusta y salta la fiera que todos podemos llevar dentro. Y se pretende defender la fe y la moral a base de gritos y de descalificaciones. A base, también, de dramatismos que no vienen a cuento y que son imposibles de cumplir. Hoy, lloramos. Mañana, nos flagelamos. Y pasado, ¿qué? ¿Nos quemamos a lo bonzo? ¿Apostatamos en masa? ¿Le damos la razón a los enemigos de la fe y solicitamos la declaración oficial - y última - del Papa de que la Iglesia es un instrumento del mal?

Lo sensato es proponer soluciones viables, evaluables. En una sociedad civilizada, el derecho es un medio que, junto a otros medios, trata de resolver de manera adecuada los conflictos, estableciendo procedimientos que garanticen la reparación del daño causado a la víctima, si se ha probado este daño, a la vez que se respetan también los derechos del reo. Esto es la civilización. Lo contrario a esto, el linchamiento rápido, es la barbarie. Y la Iglesia es amiga de la civilización.

Cuando uno escribe en un medio, ha de ser consciente de no ser infalible. Ha de estar dispuesto a encajar las críticas, que serán muy valiosas en la medida en que vayan acompañadas de racionalidad. La histeria, suscitada fácilmente por el influjo de los medios, no es buena consejera.

En este día a día, se agradece que, cuando un escrito propio es objeto de una reacción desproporcionadamente negativa, se puedan oír voces, y leer textos, de personas que se han tomado el tiempo de evaluar las cosas con más calma. Y que incluso muestren públicamente, en blogs o en comentarios, o de forma más privada, su apoyo y su adhesión. No a mi persona, sino a la sensatez sustancial de lo que he afirmado.

Gracias a todos. D. Francisco José Fernández de la Cigoña hasta ha dedicado al asunto una entrada de su famoso blog. Y muchos otros, algunos de ellos comentaristas habituales en este blog cuando yo todavía podía moderar los comentarios. A todos, gracias. También, por supuesto, a quien de modo educado y sin atribuir lo no dicho ha manifestado su desacuerdo. Uno está dispuesto a aprender.

 

Guillermo Juan Morado.

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