Un ataque muy deplorable: El peligro de acusaciones genéricas

Las acusaciones genéricas, indeterminadas, son muy peligrosas. El autor o los autores de un delito, o de varios delitos, no es, o no suelen ser, propiamente hablando, una clase entera de personas o quienes conforman un grupo social o un “gremio” laboral.

Puede que en un período de setenta años se hayan cometido abusos y se haya ofendido a personas concretas en el ámbito de las Fuerzas Armadas, de la Judicatura, de la Medicina, de la Enseñanza… Por no decir, más frecuentemente, en el ámbito familiar.

De cada una de esas posibles afrentas, si se prueba tras un juicio justo, habrá de rendir cuentas el que haya afrentado – o los que hayan afrentado – y, subsidiariamente, quienes, por acción o por omisión, hayan contribuido a esa afrenta, o al no castigo de la misma.

Hoy sería irresponsable que si alguien que pertenece a la colectividad X hace estallar una bomba en el espacio Y, se considere, sin más análisis, que todos los co-pertenecientes a la colectividad X sean responsables, sin más, de los daños causados por ese primer agente en la colectividad Y.

Se ha extendido en nuestros días el llamado movimiento “Mee Too” para denunciar abusos perpetrados en el ámbito de la industria cinematográfica. Y está muy bien que el mal se denuncie. Pero, presuntamente, si nos atenemos a lo que nos dice la prensa, no siempre quien denuncia está libre de sospecha. Cabe pensar que, en ocasiones, el denunciante se convierte en denunciado. Parece que hay afrentas que solo se aplacan, en el primer o en sucesivos denunciantes, con aportaciones periódicas de cientos de miles de dólares.

El mundo es una realidad muy compleja. No todos los que, supuestamente, afrentan son igual de malos. Y no todos los supuestamente afrentados están igualmente indefensos. La tarea del Derecho es verificar, informarse, calibrar, juzgar, condenar, penar. Hasta absolver. De modo proporcionado y justo.

La histeria ignora esta obligación de justicia. La histeria grita, arma escándalo, mete en el mismo saco a presuntos abusadores, a presuntas víctimas, a presuntos líderes o lideresas de la moral.

Las reales víctimas merecen ser reivindicadas tras un proceso justo, con todas las garantías, y no tras un espectáculo, como si se tratase de un moderno - desvirtuado - “Auto de Fe”.

“Mee Too”. Ok. Uno también tiene derecho a ser considerado inocente. Y cuanto menos justicieros gratuitos, mejor.

Que se lo digan, si no, a un sacerdote de los EEUU, agredido brutalmente por el único “motivo” de ser cura y – tal vez – por la irresponsabilidad de más de uno de confundir, incluso a la hora de informar, una investigación político/judicial con una película de terror.

A cada uno, lo suyo. Conforme a derecho.

 

Guillermo Juan Morado.

Los comentarios están cerrados para esta publicación.