Para Luis Fernando: “Ya han votado los españoles…”

Querido Luis Fernando:

Cuando digo “querido”, no es una fórmula de cortesía, sino que responde a la verdad. Responde a un aprecio personal y a un acuerdo en muchas cosas. La más básica es que, ambos, tú y yo, nos consideramos católicos.

Las elecciones son lo que son. Responden, en buena medida, a lo que la sociedad es. A sus angustias y a sus penas. También a sus afanes. Y, sí, es verdad, en España hoy se juntan dos deseos: el deseo de aminorar las consecuencias sociales de la crisis y, asimismo, el deseo de algunos, que no son pocos, de poder votar – ellos dicen “decidir” – cómo insertarse o separarse del marco común del Estado.

Lo ideal sería, es verdad, un gobierno estable. Pero mi duda es: ¿Estable hasta cuándo? ¿Hasta dentro de un año? ¿Hasta dentro de dos? Yo no sé hasta dentro de cuándo. Pero, o cambia el discurso, o…. será hasta dentro de muy poco.

Caben las dos opciones que señalas en tu post: O una apuesta por el bipartidismo – que no creo que sea malo en esencia – o la apuesta por no se sabe qué. Lo de menos, casi, serían las nuevas elecciones. Muy caras, y muy poco recomendables en época de crisis económica.

Los animalistas van unidos – son animalistas y punto - . Los “pro-vida” y “pro-familia” no van unidos. Y es irreal pensar que alguien vote solo por las ideas sobre la familia y la vida, si quienes defienden esas causas – tan nobles -, en las demás son como la cara y la cruz. Porque no hay familia ni vida sin un contexto que las haga realmente posibles.

Muchos de los españoles que votan, votan a lo que pueden. Votan, incluidos los católicos, como si tuviesen que elegir entre Tiberio y Nerón. Así estamos. Una cosa es un ideal regulador – basado en los valores no negociables – y, otra, es tirar, sabiéndolo, el voto a la basura. Nadie puede, a la hora de una personal decisión, erigirse en norma. Cabe decir, a lo sumo, “yo haré esto”, comprendiendo que otros puedan resolver de otro modo.

Si un católico vota debe pensar, creo, ¿qué es lo mejor para España? Y debe pensar, asimismo, ¿qué opción respeta mejor los valores no negociables? Pero ha de jugar, también, con la prudencia: ¿Qué es, aquí y ahora, lo que cabe recuperar o no empeorar?

No se trata, a mi modo de ver, de que la CEE diga nada. La Iglesia, hoy, en España, carece de influencia social. Si no se nos combate más, es porque ya no somos, socialmente, relevantes.

¿La salida? Tratar de ser más católicos, más cristianos, más unidos. Y recordar que el reino de Cristo no es el reino de este mundo. Sin duda, habrá que formar a líderes sociales y políticos que tengan presentes, sin enarbolar como único mérito la bandera de ser católicos, los grandes valores que, en el plano socio-político, defiende la fe.

Una tarea de gran alcance. Y de paciencia. Mientras tanto, concentrémonos en ser mejores cristianos. La Iglesia ha de redimensionarse: Ser menos para ser más. Y contemplar con una cierta distancia, sin indiferencia, cómo pasa la vida.

Mi querido Luis Fernando. No disiento de lo que tú dices. Creo que coincido. Ojalá que, entre los dos, pudiésemos acertar y proporcionar luz en medio de una situación muy poco clara. Pero creo que la tarea nos excede. Lo cual no significa que no podamos hacer o decir nada.

Muy agradecido por la lectura de tu post,

 

 

Guillermo Juan Morado.

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