Gracia y libertad: Visión de conjunto (II)

Saint Augustin et Saint Thomas d’Aquin, des fresques de Giotto(viene del “post” anterior)

Por todo ello, entendemos con el tomismo que en la distinción entre dos tipos de Voluntad salvífica en Dios, la antecedente condicional y la consecuente absoluta, hay que poner el cumplimiento o no de la condición de la primera, en última instancia, en la misma Voluntad divina consecuente, y no, en última instancia, en la libertad de la creatura.

Es decir, Dios quiere con Voluntad antecedente que todos los hombres se salven, si ellos libremente eligen el camino del bien, pero que lo elijan en vez de no elegirlo, y perseveren en ello hasta el fin, depende de que Dios, con Voluntad consecuente, los haya elegido previamente para la gloria.


Dicho de otra manera: la condición de la que depende el cumplimiento de la Voluntad antecedente divina de salvar a todos los hombres es que la Voluntad consecuente divina no se haya propuesto un bien que es incompatible con dicha salvación universal, y esa condición de hecho no se ha dado, porque con Voluntad consecuente Dios ha querido manifestar su misericordia en los que se salvan y su justicia en los que se condenan.

Hasta aquí el tomismo no se diferencia del congruismo, pero además, sostiene la predeterminación física, es decir, si los elegidos hacen el bien y perseveran en el mismo hasta el fin, es porque Dios les ha dado su gracia eficaz, que, a diferencia de lo que sostiene el congruismo, no es eficaz porque Dios haya previsto infaliblemente con su “ciencia media” que las creaturas racionales asentirían libremente a ella, sino porque Dios ha determinado desde la Eternidad mover con ella eficazmente a sus voluntades libres.

Se cumple así con el principio metafísico fundamental que domina toda esta cuestión: no hay ser, acto ni bien fuera de Dios que no tenga a Dios como Causa Primera.

De aquí, decimos nosotros, se siguen cuatro cosas:

1)      La elección divina de los que se han de salvar anterior a e independiente de la previsión de sus méritos.

2)      La reprobación divina de los que se pierden, anterior a e independiente de la previsión de sus deméritos o culpas (y distinta de la condenación al Infierno como pena por el pecado, que supone la previsión de las culpas).

3)      La predeterminación física de los actos libres de las creaturas racionales.

4)      La permisión divina del pecado identificada con la determinación divina de no mover eficazmente las voluntades creadas a los actos buenos contrarios.

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Todo en el tomismo se entiende a partir de la “predeterminación física”, y todo en los sistemas contrarios al tomismo en este punto se entiende a partir de la negación de la “predeterminación física”.

En efecto: Dios, Acto Puro, no está en potencia pasiva en modo alguno, y por tanto, no puede recibir nada, por lo que no puede recibir de las cosas creadas su conocimiento de las mismas.

Tiene que conocerlas a partir de Sí mismo, pero como son realidades contingentes, que pueden existir y pueden no existir, es solamente a partir de su libre decreto de darles la existencia que puede saber que existen.

Y entre las realidades creadas están los actos libres de las creaturas racionales, que como todo ser, acto y bien fuera de Dios, tienen a Dios como Causa Primera, hasta la última particularidad y modalidad determinada de su ser, lo cual quiere decir que Dios mueve eficazmente a las voluntades creadas a la producción de esos actos libres, en vez de ser éstas las que determinan a una supuesta moción divina indeterminada. 

Entonces, Dios no puede conocer los actos libres de las creaturas con anterioridad o independencia respecto del libre decreto de su propia Voluntad de dar esas gracias eficaces a las creaturas, o sea, de mover eficazmente esas voluntades creadas a la producción de determinados actos libres

Ese decreto divino de dar las gracias eficaces, a su vez, en el caso de los que se salvan, presupone el libre decreto divino de elegirlos para la Vida eterna.

Eso se ve sobre todo en el libre decreto divino de dar la perseverancia final a los elegidos, porque la perseverancia final ya incluye en sí misma la consecución de la vida eterna, y por tanto, no puede ser querida por Dios con anterioridad a querer la vida eterna para estas creaturas racionales.

 Ese decreto divino de elección, por tanto, es anterior a la previsión divina de esas obras meritorias de las creaturas racionales y por tanto independiente de ella.

Igualmente, Dios conoce los pecados de las creaturas racionales en su libre decreto de permitirlos.

Por lo mismo, la no elección de los que no se salvan es anterior a la previsión divina de sus culpas, e independiente por tanto de ellas. Porque la no elección de algunos va inseparablemente unida a la elección de algunos y no de todos

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Entendemos que esta postura se basa en los datos más firmes de la fe y la razónse deriva por exclusión de las críticas que merecen las otras, y que por su parte es capaz de responder a todas las críticas que se le formulan.

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Algunos teólogos agustinianos aceptan que la gracia eficaz lo es intrínsecamente y no por el consentimiento de la creatura, pero no aceptan la predeterminación física tomista, sino que en su lugar recurren a la atracción infalible de la gracia que sin embargo deja subsistir el libre albedrío de la voluntad creada.

Como los congruistas, entonces, se oponen a aquello de “predeterminación”, pero también y especialmente a lo de “física”. Se trata de un influjo moral, no físico, de Dios sobre la voluntad creada. Es decir, Dios no actúa sobre la voluntad creada como Causa eficiente, sino que la mueve por la atracción del bien que le propone.

La idea de fondo es que una acción del tipo de la causa eficiente les parece un influjo externo que haría violencia a la voluntad libre, mientras que la atracción del bien es algo interno, que brota de dentro de la voluntad libre misma, la cual “hace su gusto”, y así, no se puede decir, dicen, que se le haga violencia, y entonces, no pierde su libertad.

Pero todos estos atractivos que la teoría tiene en el campo psicológico desaparecen cuando se pasa al plano metafísico, que es el que importa.

Porque lo único que puede mover infaliblemente a la voluntad libre en el plano del bien y su atracción es también aquello que la mueve necesariamente, sin libre albedrío: su objeto, el bien en general.  No hay violencia, entonces, pero hay necesidad, que es lo contrario, precisamente, del libre albedrío.

Y si se dice que la atracción del bien en el agustinismo no es necesaria, entonces es un contrasentido afirmar junto con eso la infalibilidad de la gracia eficaz, pues lo que no es necesario, puede no ser, o sea, en este caso, la gracia eficaz podría fallar.

Por el contrario, la causalidad eficiente divina que el tomismo afirma sobre la voluntad creada cuando ésta actúa libremente (la “predeterminación física”) no se ejerce en el plano del objeto de la voluntad, sino en el plano del ejercicio del acto libre mismo.

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Para poner una comparación, supongamos que la vista es una facultad libre de ver o no ver a voluntad lo que tuviese delante, salvo que sea de color rojo, en cuyo caso lo ve necesariamente.

La explicación tomista del efecto infalible de la gracia eficaz sería como si Dios inclinase a la vista a ver un objeto azul, que puede ser visto por ella, pero que no necesariamente tiene que ser visto por ella: puede también no verlo.

Mientras que la explicación agustiniana sólo es coherente si Dios le pone delante un objeto rojo, que es necesariamente visto por ella, según se dijo.

En el primer caso, entonces, y suponiendo siempre que el objeto está presente ante la vista, la vista ve pudiendo no ver eso que ve, o sea, saliendo de parábola, la voluntad quiere, pudiendo no querer. O sea, en forma libre.

En el segundo caso, la vista no puede no ver eso que ve, o sea, saliendo de la imagen, la voluntad no puede no querer. Y entonces, no es libre.

Con más exactitud: en el primer caso, la vista no puede no ver el azul en sentido compuesto, o sea, supuesta la moción divina; puede no verlo, en sentido dividido, o sea, considerando la relación que ella misma tiene con ese objeto azul.

En el segundo caso, la vista no puede no ver el objeto rojo tampoco en sentido dividido, pues su capacidad visiva guarda una relación necesaria con ese objeto. 

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En definitiva, se trata de dos necesidades distintas: una, la tomista, del orden del ejercicio del acto. Otra, la agustiniana, del orden del objeto del acto. Ahora bien, lo que especifica y define a un acto es su objeto, no su ejercicio. Por tanto, si la necesidad está del lado del objeto, el acto es necesario, no libre. Mientras que si la necesidad está del lado del ejercicio del acto, solamente, el acto puede ser libre.

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El congruismo, por tanto, al rechazar la predeterminación física tomista y afirmar una “congruidad” entre la gracia y el libre albedrío que se debe en parte al menos a las disposiciones propias del sujeto y a la “congruencia” que la gracia ofrecida tiene con ellas, parece acercarse a la tesis de la infalible atracción del bien agustiniana, pues entre esas disposiciones del sujeto podrían estar sus tendencias e inclinaciones. 

Con lo cual, en vez de acentuar la “suavidad” de la acción divina sobre la voluntad creada, debería llegar lógicamente a la negación del libre albedrío.

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Una tesis distinta de todas las anteriores es la del R. P. Francisco Marín – Solá O.P., que tiene como seguidor a Muñiz, O. P., y que en buena medida ha sido retomada por Jacques Maritain.

El autor pretende que es una versión legítima del tomismo, pero incorporando ciertos elementos de sabor molinista, que ya estaban presentes en otros intentos sincretistas como el de la Sorbona o el de San Alfonso María de Ligorio.

La clave de esa supuesta conciliación es la distinción entre los actos fáciles y los actos difíciles, y la asignación para los primeros de una “moción divina falible”, semejante, decimos nosotros, al concurso indiferente molinista, y para los segundos, de una “moción divina infalible”, que es la gracia intrínsecamente eficaz del tomismo.

Al igual que Molina, distingue entre la Voluntad divina antecedente, condicional, y la Voluntad divina consecuente, absoluta; hace depender el pasaje de la primera a la segunda, es decir, el cumplimiento o no de la condición en cuestión, de la libre opción de la creatura racional, y asigna a la Voluntad divina antecedente un efecto real en la creación, que en lo sobrenatural es la gracia suficiente.

A diferencia de Molina, niega la “ciencia media”, y afirma la necesidad de la gracia infaliblemente eficaz, dependiente de la Voluntad divina consecuente, para los actos difíciles.

La motivación de fondo, como veremos, es la misma que la del molinismo puro y el congruismo de Billot: negar la reprobación divina antecedente.

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Marín – Solá acepta que en la línea del bien la creatura no puede aportar nada que no tenga a Dios como Causa Primera, y por eso afirma, contra el concurso divino indiferente molinista,  la predeterminación física.  

Pero en la línea del mal, dice, la creatura sí es última condición, pues no se trata de agregar algo o hacer más de aquello a lo que Dios la mueve, sino de restar, de hacer menos, de no hacer, de introducir no un ser, sino un no ser: la no consideración de la regla moral, causa del pecado.

Por tanto, cabe pensar en mociones divinas falibles que dependan para alcanzar su objetivo de que la creatura no quiera interrumpirlas, o sea, de que la creatura no interponga la no consideración de la regla moral, que según Santo Tomás es la causa del pecado.

Según Marín – Solá, pertenece a la Omnipotencia divina el decidir actuar según toda la eficacia de su Poder, o según un grado menor de poder que pueda ser frustrado por la creatura racional.

Habría por tanto dos clases de predeterminaciones físicas: las falibles y las infalibles, y hay por tanto dos clases de gracias eficaces: las faliblemente eficaces y las infaliblemente eficaces.

En el orden sobrenatural las mociones falibles serán gracias suficientes, que serán también eficaces en la medida en que la creatura no impida que lleguen a su término, pero no serán infaliblemente eficaces.

Estas mociones faliblemente eficaces son sin embargo, dice Marín – Solá, eficaces intrínsecamente o por sí mismas, porque de suyo tienden a un acto bueno determinado, sólo que faliblemente, de modo que la libertad creada no las determina a realizar ese acto bueno en vez de otro, sino que solamente no impide que lo realicen.

Por eso dice también Marín – Solá que el concurso divino con el obrar libre de la creatura no es indiferente, como sostiene el molinismo, sino que tiende a un acto libre bueno determinado, sólo que faliblemente.

Por lo que aquí tendremos actos buenos posibles de la creatura racional que no dependerán, en todo caso, de una moción divina infalible.

La gracia suficiente, por tanto, no se limita a dar a la creatura racional una capacidad de hacer el bien, como dice el tomismo clásico, sino que da un actual hacer el bien.

Ese actual hacer el bien es imperfecto, porque las mociones falibles, como veremos, Marín – Solá las restringe a los actos fáciles o imperfectos, como la oración.

Y la eficacia de la gracia suficiente respecto de ese acto imperfecto es de dos tipos: infalible para la incoación de ese acto imperfecto, y falible para su continuación, que depende de que la creatura racional no la interrumpa del modo dicho.

Estas mociones divinas falibles no pueden depender de la Voluntad divina consecuente, pues ésta, siendo Voluntad “simpliciter”, pone en juego la Omnipotencia divina, y así, no puede dar mociones falibles, sino infalibles.

Por eso, Marín – Solá las hace depender de la Voluntad divina antecedente, la cual, por tanto, también produce, según él, un efecto actual en las cosas, bien que de modo falible, como se ha dicho.

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El argumento de Marín – Solá es que la voluntad humana no puede menos con la gracia suficiente que sin ella, y que después del pecado original, según Santo Tomás, la voluntad humana puede realizar ciertos actos buenos fáciles de orden natural sin la gracia, por lo que concluye que con la sola gracia suficiente puede realizar actos buenos fáciles de orden sobrenatural, como la oración.

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Según Marín – Solá, Dios es Causa Primera, por tanto, de todo lo que hay de ser y de bien en el acto bueno, también imperfecto y fácil, de la creatura racional, porque la moción falible no es una moción indeterminada o “versátil” como la del molinismo, que deba ser determinada por la creatura, sino que tiende a un objeto determinado y preciso, el acto bueno fácil, pero faliblemente, dependiendo su realización de que la creatura quiera no interrumpir la moción divina.

De modo que cuando el acto bueno fácil se realiza, la creatura se limita a no impedir que la moción divina siga su curso, el cual ya está plenamente determinado en sí mismo con independencia del querer de la creatura, y por eso la gracia faliblemente eficaz también es eficaz intrínsecamente, por sí misma, y no por el consentimiento de la creatura racional.

En el caso del acto malo, se trata siempre de la misma moción divina al acto bueno fácil, que es desviada por la no consideración de la regla  moral por parte de la creatura, de modo que Dios no determina dar una moción infalible a lo que hay de ser, acto y bien en el acto del pecado con anterioridad e independencia respecto del libre fallo de la voluntad creada. 

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Pero la moción divina infalible no por eso desaparece: lo dicho anteriormente, dice Marín – Solá, vale para los actos fáciles, como la oración. Para los actos difíciles, es necesaria la moción divina infalible, o gracia infaliblemente eficaz.

Dios ha establecido libremente una ley, según la cual, a los que con la gracia suficiente y la moción falible realicen los actos fáciles, dará gratuitamente la moción infalible para los actos difíciles.

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La finalidad de toda esta construcción teórica, dijimos, es eliminar la reprobación negativa antecedente.

Hay que distinguir, dice el autor, una Providencia divina general, por la que Dios da a todos las gracias suficientes que son mociones falibles, y dos Providencias divinas especiales, una, respecto de los predestinados, a los que Dios da las mociones infalibles para los actos buenos difíciles, sobre todo el de la perseverancia final, y otra respecto de los réprobos, a los que Dios niega tales gracias infaliblemente eficaces, de lo cual se sigue infaliblemente que pecan, no se arrepienten, y se condenan.

Según Marín – Solá, Dios conoce la libre respuesta de las creaturas racionales, por la cual frustran o no frustran la moción divina falible, no por la “ciencia media” de los molinistas, sino por la ciencia de visión, que supone el libre decreto divino de dar esa moción falible.

Pero esta ciencia de visión no se basa en el decreto divino en tanto que decreto, porque de ese modo el decreto, falible, no permite saber cuál es la respuesta de la creatura, sino en tanto que eterno, porque todo lo actualmente existente, y también por tanto las libres opciones de las creaturas, está eternamente presente ante la Eternidad divina.

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Es sobre la base de este conocimiento que Dios decide su decreto de elección, predestinación y reprobación. De acuerdo con la ley que libremente ha establecido, elige para la vida eterna a los que ve que no frustran las mociones falibles a los actos fáciles, concretamente, a la oración, y les da las consiguientes mociones infalibles a los actos difíciles, incluida la de la perseverancia final.

Respecto de los que ve que hacen fallar la moción divina falible, Dios elige de todos modos misericordiosamente a algunos para la gloria, y les da también aquellas mociones infalibles para que salgan del pecado y se salven; a otros los deja justamente en sus pecados, negándoles en pena de los mismos esas mociones infalibles, de lo que se sigue la impenitencia final y la condenación de los mismos.

De modo que la reprobación divina es solamente posterior a la previsión divina de las culpas de los réprobos y fundada en ellas: no hay reprobación negativa antecedente, es decir, Dios no determina con anterioridad a toda previsión de las culpas no elegir a algunos para la vida eterna.

Obviamente que por la misma razón, la elección divina de los que se salvan también es posterior, no anterior, a la previsión divina de sus méritos, al menos en el caso de los que no ponen obstáculo a la moción falible.

En ese sentido, respecto de los que no ponen obstáculo a la moción falible divina, su elección es posterior a la previsión de sus méritos pero independiente de ésta, dice Marín – Solá, porque, recordemos, ha sido libremente, y por tanto, gratuitamente, que Dios ha establecido elegir para la vida eterna a los que no pongan obstáculo a la moción divina falible a los actos fáciles.

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Contra esto, argumentamos sobre la base de lo que dice Santo Tomás de Aquino y, entendemos, la fe y la recta razón:

1)      La Voluntad divina antecedente no produce por sí sola ningún efecto actual en lo creado.

  1. En I, q. 19, a. 6, Santo Tomás distingue la voluntad antecedente y la consecuente por el hecho de que la primera tiende a su objeto considerado en sí mismo, haciendo abstracción de las circunstancias concretas de su existencia, mientras que la segunda tiende a su objeto considerado en tales y tales circunstancias existenciales determinadas.
  2. Agrega que la voluntad tiende a su objeto tal como éste existe en la realidad, no tal como se da en la aprehensión de nuestro intelecto (que es el puede abstraer de las circunstancias concretas).
  3. Concluye que la voluntad antecedente es voluntad “secundum quid”, y que sólo la voluntad consecuente es voluntad “simpliciter”, es decir, absolutamente hablando, y que por ello la Voluntad consecuente divina se cumple siempre, porque Dios es Omnipotente, aunque no suceda lo mismo con la Voluntad divina antecedente.
  4. De ahí concluimos nosotros que la sola Voluntad divina antecedente no se cumple nunca, si no va acompañada de la Voluntad divina consecuente. Porque nada existe actualmente sino en determinadas circunstancias, pero la causa de la existencia actual de una realidad creada en sus circunstancias concretas y determinadas no puede ser una Voluntad divina que tiende a su objeto haciendo abstracción de cualquier circunstancia concreta.
  5. Además, la Voluntad antecedente es una voluntad condicional, es decir, se quiere algo siempre y cuando las circunstancias concretas no determinen otra cosa. Y una voluntad condicional, como tal, no produce efecto alguno, porque que esa voluntad produzca o no algo depende de que se cumpla o no la condición en cuestión.
  6. La Voluntad divina no puede depender de una condición independiente de esa misma Voluntad divina, porque Dios no depende de la creatura, sino inversamente. Y la Voluntad divina que hace que la condición se cumpla no es condicional, por lo ya dicho, sino absoluta. Así que la única Voluntad divina antecedente que produce algún efecto en la realidad es la que va acompañada por la Voluntad divina consecuente.

2)      Todo efecto creado actual se produce por la Voluntad divina consecuente, y por tanto, de modo infalible.

  1. I, q. 19, a. 6:Es necesario que la voluntad de Dios siempre se cumpla. (…) Pues algo puede llevarse a cabo al margen de alguna causa agente particular, pero no al margen de la causa universal, en la que están contenidas las causas particulares. Porque, si alguna causa particular falla por su efecto, esto sucede por la existencia de alguna otra causa particular que lo impide, y que está sometida a la causa universal. Por eso, ningún efecto puede darse fuera del orden de la causa universal. (…) Así, pues, como la voluntad de Dios es la causa universal de todas las cosas, es imposible que la voluntad de Dios no consiga su efecto.”
  2. I, q. 19, a. 6: “La causa primera puede ver impedido su efecto por fallar la causa segunda cuando no es la causa primera universal, en la que están contenidas todas las demás causas; pues ningún efecto escapa al control de la causa primera universal. Y esto es lo que sucede con la voluntad de Dios, como ya se dijo.”

3)      Toda vez que la Voluntad divina antecedente alcanza su objeto en la realidad de lo creado, es por obra de la Voluntad divina consecuente.

  1. Esto quiere decir que, siendo la Voluntad divina antecedente condicional, quiere en forma condicional dos cosas: 1) que todos los hombres se salven 2) que todos reciban la gracia suficiente. La condición es que ello no obste a algún fin más alto de la Voluntad divina consecuente. De la primera de esas dos cosas, la Voluntad divina consecuente hace que la condición se cumpla solamente respecto de los elegidos; de la segunda de ellas, la Voluntad divina consecuente hace que se cumpla para todos los hombres.

4)      De ese modo, la misma ordenación al fin sobrenatural de todas las creaturas racionales de hecho creadas por Dios, depende de la Voluntad divina antecedente en cuanto a su contenido, por así decir, pero depende de la Voluntad divina consecuente en cuanto a su realización actual fuera de Dios.

5)      La contingencia de los efectos creados es compatible con su necesidad en sentido compuesto.

  1. Dice Santo Tomás que Dios mueve a las causas contingentes a producir efectos contingentes, pero entonces éstas los producen necesariamente, en sentido compuesto. No hay lugar aquí a falibilidad alguna de la moción divina como tal:

I, q. 19, a. 8: “En aquella frase de Agustín hay que entender la necesidad condicional, no absoluta, impuesta por Dios a lo querido por Él. Ya que es necesario que la condicional “Si Dios quiere algo, se lleva a cabo", sea verdadera.”

I, q. 19, a. 8: “Lo posterior tiene necesidad de lo anterior según el modo de lo anterior. Por eso, lo hecho por la voluntad divina tiene la necesidad que Dios quiere que tenga: bien absoluta, bien sólo condicional. Así, no todo es absolutamente necesario.”

Esa “necesidad condicional” es justamente la necesidad en sentido compuesto.

6)      Dios no es causa del pecado, pero sí su condición última de posibilidad, pues todo pecado de la creatura supone la permisión divina, ya que Dios podría evitarlo mediante una moción infalible al bien.

7)      La moción infalible al bien no va contra la defectibilidad natural de la creatura, sino solamente contra su fallo actual.

8)      La defectibilidad natural de la creatura racional consiste en que puede ser movida infaliblemente por Dios  a hacer libremente el bien, y también puede dejar ser movida por Dios a ello, en cuyo caso Dios permite que la creatura racional libremente haga el mal.

9)      Todo acto de la creatura falible supone la moción infalible divina, y por ello, todo no acto de la creatura falible supone la negación divina de la moción infalible.

10)   El acto de la creatura falible, bajo la moción divina infalible, es falible en sentido dividido, e infalible en sentido compuesto.

11)   De todo esto se sigue la infalibilidad absoluta de la Providencia divina, que depende toda ella de la Voluntad consecuente divina.

  1. I, q. 22, a. 4: “La indisolubilidad e inmutabilidad a la que alude Boecio se refiere a la certeza de la providencia, que no falla en la producción de su efecto ni en el modo como tiene que producirse; no se refiere a la necesidad de los efectos.”
  2. I, q. 23, a. 6: “…no todo lo que está sometido a la providencia es necesario; sino que algo sucede de forma contingente, dependiendo de las causas próximas a las que les destinó tales efectos la providencia divina. Y, sin embargo, como ya se demostró, el orden de la providencia es infalible.” 

12)   No hay por tanto, respecto de las creaturas racionales, una Providencia divina general que produzca algún efecto actual en lo creado y que sea distinta del conjunto formado por la Providencia divina especial de predestinación y la Providencia divina especial de reprobación, dependientes de la Voluntad divina consecuente.

13)   La única distinción que se puede hacer entre la Providencia divina general y las dos Providencias divinas especiales mencionadas consiste en que aquella es la parte que estas dos tienen en común, a saber, la que dispensa a todas las creaturas racionales, ángeles y hombres, la gracia suficiente para que puedan realizar el bien y llegar a la gloria.

14)   Esta gracia suficiente, en cuanto produce en las creaturas racionales el efecto de la posesión actual de la capacidad de hacer el bien, o aún de la incoación del acto bueno,  es eficaz y depende de la Voluntad divina consecuente.

15)   Ningún acto libre de la creatura racional, por tanto, se produce con la sola gracia suficiente en tanto que suficiente y dependiente de la Voluntad divina antecedente.

16)   El argumento de Marín – Solá, que la voluntad no puede menos con la gracia suficiente que sin ella, sólo prueba que la voluntad humana, después del pecado original, puede hacer con la gracia suficiente lo mismo que puede hacer sin ella, a saber: actos buenos fáciles de orden natural. No se sigue de ahí que después del pecado original, con sola la gracia suficiente, la voluntad humana pueda hacer actos buenos fáciles de orden sobrenatural como es la oración en el cristiano.

17)   En toda moción divina dada a las creaturas se debe distinguir entre aquello a lo que tiende con ella la Voluntad divina antecedente, y aquello a lo que tiende con ella la Voluntad divina consecuente.

18)   En el caso del acto bueno de la creatura racional, ambos objetivos de las dos Voluntades divinas coinciden. En el caso del fallo de la creatura racional, no lo hacen. Cuando la creatura falla en alcanzar aquello a lo que tendía la moción divina según la Voluntad divina antecedente, es porque ese no era el objetivo de la Voluntad divina consecuente, que ha permitido, por tanto, ese fallo. 

19)   El fallo de la creatura no implica un fallo de la moción divina considerada desde el punto de vista de la Voluntad divina consecuente, que permite ese fallo de la creatura, lo implica solamente considerando la moción divina desde el punto de vista de la Voluntad divina antecedente.

20)   Por tanto, bajo la moción divina la creatura nunca hace menos que aquello a lo que esa moción divina tiende según la Voluntad divina consecuente.

21)   Además, la creatura racional, de acuerdo en esto con Marín – Solá, tiene dos opciones: o considera la regla moral, y entonces hace el bien libremente, o no la considera, y entonces, peca también libremente.

22)   En el primer caso, pone algo de ser, acto y bien en la realidad, y por tanto, lo hace bajo la acción de Dios, Causa Primera.

23)   Esa acción divina es infalible. En efecto, no puede ser falible, porque entonces para que su efecto, la consideración de la regla moral por parte de la creatura, se diese, haría falta otra previa consideración de la regla moral, según como entiende Marín – Solá la “moción falible”, y así retrocederíamos al infinito.

24)   En el segundo caso, esa no consideración de la regla moral por parte de la creatura supone la no causación, por parte de Dios, de la consideración de la regla moral. Y esa no causación, por lo dicho, sólo puede consistir en la negación de la moción infalible a la consideración, pues acabamos de ver que tal consideración sólo puede deberse a una moción infalible divina.

25)   Por tanto, en el caso de la no consideración de la regla moral la creatura no hace menos que aquello a lo que la mueve la Voluntad divina consecuente, que es la que permite el fallo de la creatura negando la moción infalible a la consideración de la regla moral.

26)   No quiere decir esto que la Voluntad divina consecuente mueva a la creatura al pecado, sino que no la mueve al acto bueno acabado.

27)   No puede haber por tanto una moción divina falible cuyo éxito o fracaso dependa en última instancia de su interrupción o no por parte de la creatura racional.

28)   Toda moción divina, entonces, en cuanto al efecto actualmente producido por ella en la creatura, depende de la Voluntad divina consecuente y es infalible, con anterioridad lógica respecto de la producción de ese efecto.

29)   Toda gracia eficaz, por tanto, es infaliblemente eficaz.

30)   La Omnipotencia divina no se extiende a lo contradictorio, pero sería contradictorio que Dios no fuese Omnipotente, y no sería Omnipotente si pudiese dar una moción a la creatura, que ésta pudiese hacer fallar independientemente de la previa permisión de la Voluntad divina consecuente, porque el Omnipotente es Aquel que hace todo lo que quiere con Voluntad consecuente.

31)   No puede ser intrínsecamente eficaz o eficaz por sí misma una gracia que depende para producir el acto bueno de la creatura, de que la creatura libremente determine no frustrarla, porque una gracia así dependería del libre consentimiento de la creatura para alcanzar su objeto, si no en cuanto a la especificidad, al menos en cuanto a la realización actual.

32)   La creatura racional, por tanto, no hace de hecho ni más ni menos que aquello a lo que la mueve la Voluntad divina consecuente.  Y no hace nada sino bajo la moción de esa Voluntad consecuente divina, ni deja de hacer nada sino bajo la ausencia de esa moción.

33)   El pecado de la creatura no consiste en que la voluntad creada, con su interrupción de la moción divina, desvía el curso de ésta hacia lo que hay de ser y bien en el acto malo, de modo que la moción divina a lo que hay de ser, acto y bien en el pecado de la creatura sea posterior al fallo de la creatura y condicionada por éste.

34)   Porque si esa moción divina no alcanza el objetivo bueno al que tendía según la Voluntad divina antecedente, es porque ése no era el objetivo al que tendía según la Voluntad divina consecuente, de modo que ésta ha debido permitir ese fallo de la creatura con anterioridad lógica respecto de su realización, de tal modo, que la creatura racional no ha hecho fallar la moción divina ni la ha desviado.

35)   Porque eso implica que con esa misma anterioridad respecto del fallo de la creatura la Voluntad divina consecuente ha querido dar la moción infalible a lo que hay de ser, acto y bien en el acto del pecado así permitido, porque no hay ser, acto y bien en lo creado que no tenga a Dios como Causa Primera y junto con esa permisión del pecado la Voluntad divina consecuente no puede dar una moción al acto bueno ni una moción indeterminada.

36)   Para que Dios sea Causa Primera de todo ser, acto y bien en lo creado, no alcanza con que la moción divina tienda de suyo a un bien determinado que se realiza con que sólo la creatura racional no interrumpa esa moción, porque en esa hipótesis la existencia misma de ese bien determinado depende en última instancia de la creatura y no del Creador.

37)   En esa hipótesis la realización actual del objeto al que tiende de suyo la “moción falible” sería un cierto ser, acto y bien que  no tendría a Dios como Causa Primera, pues la moción falible es por definición compatible tanto con la consecución actual como con la no consecución actual de dicho objeto, lo cual no es compatible con la noción de “causa” formalmente considerada. 

38)   Todo acto bueno de la creatura, por tanto, depende de una moción infalible divina.

39)   No tiene sentido decir que el pecador se distingue a sí mismo (como condición última) en la línea del mal y que el justo es distinguido por Dios (como condición última) en la línea del bien.

40)   Porque el pecador se distingue del justo solamente sobre la suposición de que el justo no peca, así como el justo se distingue del pecador solamente sobre la suposición de que éste peca. De modo que, en la línea de la condición última, da lo mismo decir que  el pecador se distingue del justo que decir que el justo se distingue del pecador. Y como esto último no es aceptable, tampoco lo primero.

41) El que distingue a A de B, por eso mismo distingue a B de A. Porque es imposible que A sea distinto de B sin que por eso mismo B sea distinto de A. La distinción y la igualdad son algo relativo, como el estar a la derecha o a la izquierda. Por eso no tiene sentido decir que, en última instancia, Dios distingue al bueno del malo pero el malo se distingue él solo del bueno.  

42)   No es posible que Dios sea la Condición última en la línea del bien y la creatura racional sea la condición última en la línea del mal, porque el mal de la creatura siempre podría ser impedido por una moción infalible divina al acto bueno contrario, de modo que sólo sucede si es permitido por Dios, que es así su Condición última.

43)   Porque si B depende de la acción causal de A, entonces No B supone la no acción causal de A. De lo contrario, podrían darse B y No B al mismo tiempo, o podría darse la acción causal de A y no darse su efecto, B. Ambas cosas son absurdas, pues no hay causa ni acción causal si no hay efecto.  

44)   Así que Dios es Condición última, tanto en la línea del bien, por su acción, como en la línea del mal, por su no acción. En el primer caso Dios quiere libremente producir el bien en la creatura, en el segundo caso, quiere libremente permitir el mal en ella, no produciendo el bien contrario.

45)   Que Dios sea la Condición última del pecado no quiere decir que sea su causa. En general, una condición, en cuanto tal, no tiene porqué ser causa, porque que algo sea necesario para la producción de otra cosa no quiere decir que sea suficiente para ello. Así, el oxígeno es necesario para la vida pero no alcanza con el oxígeno para que alguien viva.

46)   En particular, como enseña Santo Tomás, no siempre que algo se sigue de la inacción de alguien, ese alguien es causa de aquel evento, sino solamente si puede evitarlo y está obligado a evitarlo. Así, dice, el capitán de un barco no es causa, por su inacción o ausencia, del hundimiento del buque, si no estaba encargado de conducirlo. Ahora bien, Dios no está obligado a mover al bien a la creatura racional ni a darle la gracia eficaz.

47)   La creatura racional no es la condición última de su propio pecado, pero sí la causa última del mismo.

48)   El conocimiento divino infalible de la libre respuesta de la creatura a la gracia suficiente, por tanto, tiene por medio cognoscitivo al acto libre por el que Dios determina dar su gracia eficaz, en el caso de la respuesta positiva, o no darla, en el caso de la respuesta negativa.

49)   No es posible que Dios conozca lo que de hecho hace la creatura en este mundo por ese libre decreto divino considerado en tanto que eterno y no en tanto que decreto. La Eternidad divina es Dios mismo, y a la Esencia divina eterna se la puede considerar de dos formas: incluyendo el libre decreto de mover o no mover eficazmente a las voluntades creadas, o haciendo abstracción de él. En el segundo caso, la Esencia divina es medio para el conocimiento de todas las creaturas y eventos posibles, pero no para el conocimiento de cuál de las alternativas posibles es elegida de hecho por la creatura. En el primer caso, ese decreto debe ser infalible, por de lo contrario, con un decreto falible, Dios no puede saber, por medio del tal decreto, cuál de las alternativas elige de hecho realizar la creatura.

50)   De lo contrario estaríamos diciendo que Dios recibe su conocimiento de la creatura, en vez de conocerla a partir de Sí mismo. Y eso contradice el hecho de que Dios es Acto Puro y por tanto no está en potencia pasiva de ningún modo y no puede así recibir nada de la creatura.

51)   Tampoco se puede decir, como dice Marín – Solá, que un decreto divino falible basta para conocer infaliblemente un efecto creado, si éste, causado faliblemente por Dios, y por tanto, existente, tiene, como todo lo existente, “infalibilidad de hecho”, o sea, que mientras existe, no puede no existir, en sentido compuesto.

52)   Porque sin duda que una vez que la cosa existe, tiene infalibilidad de hecho, y por tanto, si se sabe que existe, se sabe infaliblemente que existe, pero el hecho es que por medio de un decreto causal falible no se puede saber si la cosa existe o no.

53)   Si se sabe, por tanto, que existe, se lo sabe por fuera de ese decreto falible. Pero saberlo por fuera de ese decreto causal divino, equivale a saberlo por la acción causal del objeto conocido sobre el conocimiento divino. Pues algún modo de influjo causal tiene que haber para que se pueda explicar la adecuación entre el conocimiento y la realidad conocida, cuando ambos no se identifican.  

54)   Y es absurdo e imposible, como ya se ha dicho, que algo creado influya causalmente en el conocimiento divino, que se identifica realmente con Dios mismo, Acto Puro carente absolutamente de toda potencia pasiva.

55)   Dios conoce entonces los pecados de las creaturas racionales en su libre decreto de permitirlos.

56)   La gratuita libertad de la elección y predestinación divinas no puede consistir en que Dios establece libre y gratuitamente dar las mociones infalibles y la gloria a los que hayan querido no interrumpir las mociones falibles, porque en esa hipótesis la elección y predestinación serían dependientes de los méritos de las creaturas.

57)   En efecto, de no ser así, Dios podría igualmente haber establecido libre y gratuitamente la ley de elegir para la vida eterna solamente a aquellos que hubiesen rechazado la moción falible, y reprobar a los que la hubiesen aceptado. O incluso de elegir solamente a algunos de los que no hubiesen hecho fallar la moción falible, reprobando a otros que tampoco la hubiesen hecho fallar. Cosas todas evidentemente absurdas.

58)   Además, en esa hipótesis la razón por la cual Fulano figura entre los elegidos no es la elección divina, sino el hecho de que Fulano determinó no interrumpir la moción falible.

59)   Además, parece seguirse de esta hipótesis que el que no haga fallar la moción falible a los actos fáciles ya no puede luego perderse, pues a continuación vendrían las mociones infalibles a los actos difíciles y con ellas, finalmente, la perseverancia final y la salvación eterna. Más aún, en virtud de esa ley libremente establecida por Él mismo, Dios ya los elegiría para la salvación eterna, la cual por tanto debería darse infaliblemente. Pero es claro que muchos han comenzado con la oración y la realización de los “actos fáciles” y luego han caído en el pecado y han muerto sin dar signos de arrepentimiento.

60)   La reprobación divina no puede ser sólo lógicamente posterior a la previsión divina de las culpas del réprobo, porque dicha previsión divina supone el libre decreto permisivo divino que es su medio cognoscitivo, y dicho decreto divino permisivo, tocante a los medios que conducen a la creatura racional a su fin último, que son los actos humanos, es lógicamente posterior a libre decreto divino respecto de ese mismo fin último de las creaturas racionales, que en el caso de los réprobos es el libre decreto de no elegirlos para la vida eterna.

61)   Por otra parte, tampoco en la teoría de Marín – Solá el creyente sabe si forma parte o no del número de los elegidos, cosa que ha sido definida, además, en el Concilio de Trento: sin revelación divina especial, no se puede saber en esta vida si se forma parte del número de los predestinados. 

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El molinismo argumenta que la elección divina actual es posterior al conocimiento divino de las opciones libres posibles (futuribles) de las creaturas racionales,  y que por eso es dependiente del mismo.

No tiene en cuenta que el conocimiento divino contempla las opciones libres futuribles de las creaturas que se salvan en un mundo posible dado como dependientes de una elección divina posible y los consiguientes decretos intrínsecamente eficaces divinos posibles.

O sea, que el conocimiento divino contempla esos futuribles como dependientes de una elección divina gratuita posible, anterior a e independiente de la previsión divina posible de esos méritos futuribles.

Y que por tanto, la Voluntad divina sólo puede dar a esos posibles la existencia actual respetando en esa existencia actual ese mismo orden que contempla entre ellos en tanto que posibles.

Es decir, no hay mundo creado posible sin la correspondiente determinación posible de la Voluntad divina.

Decir que Dios ha elegido de hecho uno de los infinitos mundos posibles, entonces, es decir que la Voluntad divina ha elegido hacer actual una de sus infinitas elecciones posibles, por la cual elige a un determinado conjunto de creaturas racionales e irracionales para darles la existencia actual, y entre las racionales, elige a algunas de ellas para la Vida eterna, y a otras no, y lo hace con anterioridad a e independencia de la previsión de sus méritos o de sus culpas respectivamente.

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La reprobación negativa antecedente es aceptada por los congruistas, agustinianos, escotistas y tomistas, pero hay algunas diferencias entre algunos de ellos.

Algunos piensan que es un mero “no acto” de la Voluntad divina, que se limita a “no elegir” a los réprobos, mientras que otros piensan que es un acto positivo  de la Voluntad divina.

El argumento de Contenson y Billuart al respecto es que un mero “no acto” de la Voluntad divina respecto de los que se condenan argüiría potencialidad e imperfección en Dios, que, por el contrario, es Acto Puro.

La Voluntad divina estaría suspensa entre excluir o no excluir a los réprobos de la gloria, lo cual es imposible, porque entre ambos extremos no hay medio o tercera posibilidad, como señala Billuart. Y además, continúa, sí por imposible así fuera, de ahí no podría seguirse nada en lo creado, ni la exclusión ni la no exclusión de la gloria para los réprobos.

De nuevo, si la elección y la no elección son inseparables, si la segunda va incluida en el concepto de la primera, de modo que la elección incluye en sí misma la reprobación, y la elección es un acto positivo, ¿cómo no va a serlo la reprobación?

En efecto, la elección divina no consiste solamente en que Dios quiere para algunos la vida eterna, sino en que la quiere para ellos y no para los otros (“prae aliis”, dice Santo Tomás).

Dice en efecto Santo Tomás en I, q.23, a. 4:

“Por eso, la predestinación de algunos a la salvación eterna presupone, tal como lo entendemos, que Dios quiere su salvación. Y a esto pertenece la elección y el amor. El amor en cuanto que quiere para ellos el bien de la salvación eterna; pues amar es querer el bien para alguien, según dijimos. Y la elección, en cuanto que quiere este bien para unos y no para otros (“prae aliis”) a quienes reprueba, según dijimos también.”

En el acto positivo, entonces, de la elección, ya va incluida la no elección, y por tanto, ésta también consiste en un acto positivo.

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Pero incluso entre Contenson y Billuart, y los seguidores o precursores de ambos, hay controversia en cuanto a si la reprobación negativa antecedente, es decir, ese acto positivo de la Voluntad divina respecto de los réprobos, anterior a toda previsión de sus culpas, consiste en “la voluntad de permitir que algunos por su culpa pierdan la gloria (Billuart) o la voluntad eficaz de excluir a algunos positivamente de la gloria como beneficio indebido (Contenson).

La diferencia está en que según Contenson, la reprobación negativa antecedente es un querer divino positivo por el cual Dios quiere excluir a algunos de la gloria, mientras que para Billuart es solamente un acto permisivo, por el cual Dios quiere permitir que caigan en la culpa de modo que pierdan la gloria. Según Billuart, Dios no excluye positivamente al réprobo de la gloria, sino de la elección eficaz a la gloria.

Ahora bien, o no hay ningún acto de la Voluntad divina respecto de la exclusión de los réprobos de la gloria, o sí lo hay. Lo primero no parece sostenible, por la misma razón que dan Billuart y Contenson, aplicado a este tema: que la Voluntad divina no puede permanecer suspendida respecto de querer o no querer esa exclusión, y además, de hecho debería haber al menos una permisión divina para cualquier cosa que sucede en lo creado.

Eso es lo que dice Billuart. Dios permite que los réprobos no alcancen el fin último, pero la forma de hacerlo es permitiendo sus pecados, y en definitiva, su impenitencia final.

Pero contra esto, la elección es, como dice Santo Tomás, el acto por el cual Dios quiere la vida eterna para algunos, “y no para otros” (“prae aliis”).

Por tanto, la alternativa que se plantea a la Voluntad divina en la elección respecto de cada creatura racional que ha determinado crear no es “permitir o no permitir que peque”, o  “permitir o no permitir que no alcance la gloria”, o “impedir o no impedir que no alcance la gloria”, sino “querer o no querer la gloria para ella”. 

De ese “no querer” se debe decir lo mismo que dicen Contenson y Billuart del “no elegir”, con el cual en realidad se identifica, o sea, que es un acto positivo de la Voluntad divina y no un no acto de esa Voluntad.

Luego, de acuerdo en esto con Contenson, hay un acto positivo de la Voluntad divina por el cual Dios excluye de la gloria a algunas de las creaturas racionales que ha decidido crear, con anterioridad a la previsión de sus culpas.

En cuanto a excluir al réprobo, no de la gloria, sino de la elección a la gloria, como dice Billuart, implica que la elección divina no es acerca de querer o no la gloria para alguien, sino acerca de elegir o no a alguien para la gloria, o que una de las alternativas posibles en la elección es querer la gloria para alguien y la otra no elegirlo para la gloria, todo lo cual es absurdo. La elección no es acerca de la elección, sino acerca de aquello que se elige.

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Queda finalmente la cuestión de si la permisión divina del pecado se identifica o no con la negación de la gracia eficaz.

Algunos, como Contenson y Garrigou – Lagrange, por ejemplo, sostienen que no se identifican, porque, dicen, Dios no niega la gracia eficaz sino como consecuencia del pecado, y por tanto, con posterioridad lógica respecto del mismo, mientras que la permisión divina del pecado es lógicamente anterior al pecado mismo.

Pero esta tesis tiene la gran dificultad de que siempre Dios puede impedir el pecado de la creatura racional, precisamente mediante la gracia eficaz. Por tanto, no hay forma de que Dios permita el pecado que no incluya la Voluntad divina de no dar la gracia eficaz con la cual el pecado sería infaliblemente impedido. 

Además, evitar el pecado, de parte de la creatura racional, es algo bueno, y nada bueno puede haber de hecho y actualmente en la creatura racional, en el orden sobrenatural, que no dependa de la gracia eficaz. Pero si la pérdida de la gracia eficaz fuese siempre y sólo consecuencia del pecado, la no pérdida de la gracia eficaz sería consecuencia del buen obrar de la creatura, y dependería de él, en vez de ser, como es, este buen obrar de la creatura consecuencia de la gracia eficaz y dependiente de ella.

Por eso parece preferible en este punto la tesis contraria, a saber, la permisión divina del pecado incluye la negación de la gracia eficaz con la cual ese pecado no se cometería, o incluso, se identifica con ella. 

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Finalmente, queremos referirnos brevemente a la tesis de los que dicen que ninguno de los sistemas hasta ahora elaborados sobre este tema es satisfactorio.

Ante todo, si por “satisfactorio” entendemos un sistema que aclare totalmente el asunto de modo que no quede un tremendo misterio después de la explicacion, y de modo que no sea solamente en el Cielo donde podamos tener una visión carente de oscuridades, no solamente concedemos esa tesis, sino que además negamos que pueda haber nunca en esta vida un sistema “satisfactorio” en ese sentido. 

Pero en otro sentido, esto puede querer decir, o que no es posible un sistema no contradictorio sobre este tema, o que sí lo es, pero aún no ha sido hallado.

Lo primero equivale a decir que el misterio es contradictorio, lo cual es contrario a la fe católica.

Porque si el misterio no es contradictorio en sí mismo, entonces debe ser al menos posible una comprensión teológica del mismo que no implique contradicción con ninguna verdad revelada.

Y eso es lo que entendemos ahora por un sistema “satisfactorio".

En cuanto a lo segundo, no nos parece probable, por lo menos, que reste por investigar alguna vía de solución esencialmente distinta de las ya ensayadas a lo largo de estos dos mil años.

Y es que no hay tercera posibilidad en todas estas alternativas: o la gracia eficaz lo es por sí misma, o no, o es intrínsecamente eficaz, o no lo es, o Dios mueve la voluntad creada a realizar sus actos libres, o no, o la elección divina es independiente de los méritos de las creaturas, o no lo es, etc.

Y cada una de ellas forma parte de alguno de los sistemas ya conocidos.

En cuanto a los sistemas sincretistas, cuentan de antemano con la desventaja de que, al integrar elementos procedentes de sistemas diversos y contradictorios entre sí, guiados por principios fundamentales diversos y contradictorios entre sí, difícilmente escaparán de la contradicción interna.

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En todo caso, como ya dijimos, según el Concilio de Trento nadie puede saber con certeza sin revelación divina especial que forma parte del número de los predestinados.

Sí sabemos que Cristo murió por todos los hombres, y por tanto, por cada uno de nosotros.

Ése es el fundamento de la confianza en Dios. Donde hay certeza apodíctica no puede haber confianza. Excluida, entonces, la certeza, la confianza en Dios no tiene por qué tener límites, porque “tanto amó Dios al mundo, que entregó a su único Hijo, para que todo el que crea en él no muera, sino que tenga vida eterna”.

Como dice San Agustín en su libro “El don de la perseverancia”, cap. XXII, n. 62:

“No obstante, esta exposición del dogma de la predestinación, que recomendamos, no me parece suficiente cuando se habla al pueblo cristiano, a no ser que se añadan estas o parecidas palabras: “Y vosotros debéis esperar del Padre de las luces, “de quien procede todo don perfecto”, y pedírsela en vuestras cotidianas oraciones; y haciendo esto, confiad en que sois de sus elegidos, porque Él es quien obra y produce en vuestro corazón estas buenas disposiciones. Pero lejos de vosotros el perder la esperanza, porque se os manda que confiéis en Él  y no en vosotros, pues “maldito quien pone en el hombre su esperanza” y “mejor es confiar en el Señor que en el hombre”, porque “bienaventurados lo que esperan en Él”. Asidos a esta esperanza, “servid al Señor con temor y cantad sus alabanzas con temblor”, porque nadie puede estar seguro de la vida eterna que el Dios no mentiroso prometió a los hijos de promisión antes de todo tiempo hasta la terminación de esta vida, “que es tentación continua sobre la tierra”, pero nos hará perseverar hasta el fin en Él, a quien todos los días decimos: “No nos dejes caer en la tentación”.” Al decir estas cosas, ya sea a unos pocos, ya a toda la multitud de los fieles, ¿por qué hemos de temer predicar el dogma de la predestinación de los santos y la verdadera gracia de Dios, esto es, la que se nos da no según nuestros méritos, como nos enseña la Sagrada Escritura? ¿O es que hemos de temer que el hombre desespere cuando se le dice que ponga su esperanza en Dios y que no desesperaría si, lleno de soberbia, el infeliz la pusiera en sí mismo?”

68 comentarios

  
Joaquín8
Su sabiduría demanda brevedad y sencillez

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Comprendo, sí. No me va a creer si le digo que esto es breve y sencillo comparado con lo que se ha escrito y escribe al respecto.

Saludos cordiales.
15/07/15 5:09 PM
  
Almudena
Si, quizá todo es más sencillo y por eso Sto Tomás quiso destruir toda su obra tras su experiencia espiritual.
Muchas gracias de todas formas por su trabajo, pero no llega al 90/cien de la gente. Parece sólo para algunos. ¿Cómo explicaría esto a chicos de 23,22,20,18,15 años?

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Me temo que nos vamos a ir de esta vida sin conocer el contenido de la experiencia que tuvo el Aquinate. De todos modos, la conclusión que he sacado siempre de la misma es que si lo que él escribió es paja, como dijo después, entonces lo que escribieron todos los demás simplemente no existe.

O siendo más generosos, que el montoncito de paja que juntó Santo Tomás es el más grande que tenemos al día de hoy.

Es cierto que en todos los temas se puede profundizar más o menos, según el interés y la vocación de cada uno.

Y sin duda que tiene que haber un lenguaje y una pedagogía adaptada a los diferentes destinatarios, sus edades, capacidades, situaciones.

En un "blog" público como éste, pienso que la mejor política es que cada uno decida qué es lo que va a leer y lo que no.

Sin duda que toda solución más simple y más sencilla del problema que planteo al comienzo del "post" anterior (y que no niegue ninguna verdad fundamental) sería muy bienvenida.

Saludos cordiales.
15/07/15 9:19 PM
  
Alonso Gracián
Muy buen post.

Tu alusión al mecanicismo es importante. Es esencial descartar la visión newtoniana, por así decir, de la eficacia de la gracia, cual fuerza que se imprime en un objeto, de forma extrínseca.

Como afirma el tomista Étienne Gilson, en “El espíritu de la Filosofía medieval", siguiendo a san Agustín:

“No basta decir que (la gracia) se “agrega” (al libre albedrío) como un poder complementario, sino que modifica su estado, en que lo confirma o cura. Con la gracia, no tenemos nuestro libre albedrío más el poder de la gracia (¡semipelagianismo-añado yo) , sino que el libre albedrío, por la gracia, se hace potencia y conquista su libertad” (Obra cit., cap.15, pág. 290)

Saludos en Cristo, con su Madre.

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Muchas gracias. En el tomismo hay que distinguir el orden natural y el orden sobrenatural. En el orden natural, la premoción física es un requisito esencial de todo movimiento de la voluntad, tanto si es libre como si no lo es.

Es decir, no es que hay que ver si la intervención de Dios no altera el libre albedrío, sino que la Causalidad primera divina es condición del funcionamiento del libre albedrío ya a nivel natural.

Dicho de otra manera, nuestra libertad es una libertad creada.

En el orden sobrenatural, es necesario que esa causalidad divina también sea sobrenatural, eso es la gracia actual.

A esto se agrega el hecho del pecado original y la consiguiente imposibilidad de perseverar en la guarda de la ley natural sin la ayuda de la gracia.

Ahí es donde aparece el papel sanante de la gracia.

Pero aún sin el pecado original, es necesaria la gracia elevante para poner el obrar de la creatura a tono con el fin sobrenatural al que Dios de hecho la ordena.

No es que el libre albedrío no sea potencia sin la gracia. Es una potencia que está herida, digamos, por el pecado original, y es sanada por la gracia, y elevada también por ella, para que pueda observar la ley natural y hacer actos buenos de orden sobrenatural.

Saludos cordiales.
15/07/15 10:51 PM
  
Maribel
Sigo con mucho interes sus comentarios sobre la gracia y la salvacion .
Si le soy sincera , a veces me resultan dificiles e entener, por que esto de que Dios predetermina lo que somos a pesar de nuestra libertad , es algo complicado.
Lo que si me ha quedado claro es que pongamos la confianza en El que es la manera de acertar.
Y hasta eso se consigue con su gracia.

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Gracias por el interés. Exacto, confianza en la gracia, que es también un don de la gracia.

No diría que Dios predetermina lo que somos a pesar de nuestra libertad. Yo diría, hablando de los actos buenos, que Dios predetermina que actuemos libremente. Y hablando de los malos, que los permite.

Como dice San Pablo: "Dios obra en nosotros el querer y el obrar, por su buena Voluntad".

O como dice San Agustín: "Da lo que mandas, y manda lo que quieras".

Saludos cordiales.
15/07/15 11:54 PM
  
Daniel Iglesias
Estimado Néstor: ¿En qué se diferencia del calvinismo, con su doctrina de la doble predestinación, un sistema que afirma:
1) La elección divina de los que se han de salvar anterior a e independiente de la previsión de sus méritos.
2) La reprobación divina de los que se pierden, anterior a e independiente de la previsión de sus deméritos o culpas?
En ambos casos la elección de a quien conceder y a quien negar la salvación eterna parece ser arbitraria, irracional, producto de algo así como una lotería celestial?

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Sería muy extraño que fuera calvinista una doctrina de la cual los Papas han dicho, por ejemplo:

BENEDICTO XIII: Breve "Demissas Preces" (a los dominicos) (1724)

“Despreciad con gran ánimo, por tanto, queridos hijos, las calumnias intentadas contra vuestra sentencia especialmente de la gracia por sí e intrínsecamente eficaz y de la predestinación gratuita a la gloria sin ninguna previsión de los méritos, que laudablemente hasta ahora habéis enseñado, y que vuestra escuela con recomendable estudio se gloría de que proceden de los mismos santos doctores Agustín y Tomás, y de que son consonantes con la Palabra de Dios, los decretos de los Sumos Pontífices y los Concilios, y los dichos de los Padres.”

BENEDICTO XIV al Supremo Inquisidor de España sobre la controversia "de auxiliis" (1784)

"Tú sabes que en las celebérrimas cuestiones sobre la predestinación y la gracia y sobre el modo de conciliar la omnipotencia de Dios con la libertad humana, hay en las escuelas multiplicidad de opiniones. Los tomistas son acusados como destructores de la humana libertad y como seguidores no ya sólo de Jansenio, sino hasta de Calvino; pero como ellos responden muy bien a lo que se les objeta y su sentencia no fué nunca reprobada por la Sede Apostólica, en ella se hallan impunemente los tomistas y no es lícito a ningún superior eclesiástico en el presente estado de cosas removerlos de su sentir."

La diferencia con el calvinismo, como digo en el "post", está en varios puntos:

1) El calvinismo niega el libre albedrío, el tomismo lo afirma.

2) El calvinismo supralapsariano, al menos, afirma la reprobación positiva antecedente, es decir, la condenación a la pena eterna anterior a la previsión divina de las culpas. Los tomistas más "rígidos" (a los que sigo) afirman solamente la reprobación negativa antecedente.

Es decir, la no elección de algunos a la gloria como beneficio indebido, anterior a la previsión de sus culpas, pero no bajo la razón de pena o castigo, que esa es solamente posterior a la previsión de las culpas de los réprobos.

Incluso hay matices entre los calvinistas, por lo que he podido ver, acerca de si Dios predestina o no al pecado y si es causa o no del pecado, cosas que claramente el tomismo responde por la negativa.

Y en cuanto a la acusación de "lotería celestial" ¿a qué sistema no se le puede hacer? En el "post" muestro cómo hasta en el molinismo y congruismo todo depende al final de una libre elección divina que ya no puede explicarse ni por la "ciencia media" ni por los méritos o deméritos previstos de los elegidos y los réprobos.

¿Porqué Dios elige este mundo posible, en que A se salva y B se condena, en vez de aquel otro, en que A se condena y B se salva?

¿Porqué pone a A en las circunstancias en que prevé que responderá positivamente a la gracia, en vez de ponerlo en las circunstancias en las que prevé que responderá negativamente?

¿Y porqué hace exactamente lo contrario con B?

La respuesta paulina me ha parecido siempre la definitiva: "¡O altitudo sapientiae!" Y también: "¿Quién eres tú, oh hombre, para pedir cuentas a Dios?" Y finalmente: "¿Qué tienes, que no hayas recibido"?

Saludos cordiales.
16/07/15 12:36 AM
  
Daniel Iglesias
Gracias, Néstor.

En la Biblia la cosa está muy clara: Dios premia a los buenos y castiga a los malos.

En el sistema teológico tomista de estricta observancia, parecería que esa clara enseñanza en definitiva se transformara en esta otra: Dios premia al que quiere y castiga al que se le antoja.

Obrar sin una razón, porque sí no más, me parece contrario a la naturaleza de Dios.

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En la Biblia está claro eso, pero también dice esto otro, por ejemplo (Rom. 9, 14 - 16):

"¿Qué diremos entonces? ¿Que hay injusticia en Dios? ¡De ningún modo! Porque El dice a Moisés: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y tendré compasión del que yo tenga compasión. Así que no depende del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia".

También dice:

"Así que del que quiere tiene misericordia, y al que quiere endurece." (Rom. 9, 18).

Y más aún (Rom. 9, 19-21):

"Me dirás entonces: ¿Por qué, pues, todavía reprocha Dios ? Porque ¿quién resiste a su voluntad? Al contrario, ¿quién eres tú, oh hombre, que le contestas a Dios? ¿Dirá acaso el objeto modelado al que lo modela: Por qué me hiciste así? ¿O no tiene el alfarero derecho sobre el barro de hacer de la misma masa un vaso para uso honorable y otro para uso ordinario?…"

Obviamente, esto que dice la Biblia hay que interpretarlo, pero lo dice, y para interpretarlo están justamente los sistemas teológicos.

Y en el tomismo Dios no castiga al que se le antoja, porque el castigo lo decreta solamente después de la previsión de las culpas, y es el castigo por el pecado libremente cometido y el arrepentimiento libremente rechazado.

Por otra parte, vuelvo a decirlo: en este punto, de hacer depender todo en última instancia de una elección divina, el molinismo, el congruismo, el escotismo y el agustinismo están del mismo lado que el tomismo.

Además, todo el que obra libremente obra por alguna razón, pero elige en última instancia la razón por la cual obra. Si tengo que elegir entre pagar mis cuentas o ir de viaje, y elijo lo primero, lo hago por la razón de que es mejor privarse de algo para tener luego paz y tranquilidad.

Y si elijo lo segundo, lo hago por la razón de que no hay que desaprovechar las oportunidades aunque eso nos traiga luego alguna incomodidad.

De lo contrario, no seríamos libres. Las razones que no se eligen son justamente las de aquellos ámbitos en los que no hay libertad, como en la geometría.

Saludos cordiales.
16/07/15 3:29 AM
  
Gabriela de Argentina
Estimado Nestor: es evidente que tiene Ud. grandes conocimientos de estos temas, y estos dos artículos lo demuestran. A mi, lega en la materia, me hace francamente mal para mi fe leer estas cuestiones (y en esto no me refiero a estos artículos suyos sino de otros autores también). Lo siento auténticamente muy peligroso. Porque antecedente o consecuente, tomista o molinista, con libre albedrío o sin el, al la postre el resultado final parece coincidir con el calvinismo. Dicho en forma burda, que mas da si reprobación positiva o negativa, si al final todo esta resuelto de antemano? Que me importa a mi si libre albedrio o no libre albedrio si igual mi nombre estara escrito, o no, en el Libro de la Vida, haga lo que haga y piense lo que piense? Que me importa si gracia suficiente o eficaz si total haga lo que haga me salvare si Dios quiere y me condenare si Dios quiere? Porque por mas vueltas y juegos de palabras que se hagan, todo termina en lo mismo. Ningun razonamiento cierra. Todos los caminos conducen a Roma. De que sirve cumplir los mandamientos, rezar, si total en mi ultimo suspiro a Dios no le da la gana darme la gracia eficaz y listo, al infierno? Evidentemente algo no cierra, no es compatible con el Dios del nuevo Testamento. Por algo Dios nos dio la Biblia y no un tratado de teologia. Por algo Santo Tomas quiso tirar sus escritos... (y no es que sean tirables, sino que ante la insondable profundidad del misterio, quizas mejor no pensar tanto). Respeto y admiro los esfuerzos de los teologos, pero estas teorias de la predestinacion a mi, humilde criatura de escaso entendimiento, no me ayudan a fortalecer mi fe, mas bien todo lo contrario. Me quedo en la desesperanza y el desasosiego de pensar que todo es inutil. No puede ser asi, por eso, para mi fe es mejor no leer sobre estos temas. Quiero que quede claro que no es un problema con sus articulos, que son excelentes, sino un problema mas general. Saludos.

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Sí, sin duda que hay un misterio grande en la Revelación divina. Fíjese los textos del Nuevo Testamento que cité en la respuesta anterior. Es un misterio de Amor, pero la Revelación tiene precisamente la finalidad de aprender de Dios lo que significa el amor, que a veces no casa exactamente con nuestras asunciones espontáneas.

La predestinación en sí misma no es una teoría, sino una verdad de fe, que está ante todo en la Escritura. El asunto es cómo entenderla, y para eso está la teología.

Por ejemplo, Rom. 8,29-30:

"Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que El sea el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos también justificó; y a los que justificó, a ésos también glorificó.…"

Y Ef. 1,1-5:

"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en Cristo nos bendijo con toda clase de bendición espiritual en los cielos, por cuanto en Él nos eligió antes de la creación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia por el amor, y nos predestinó a la adopción de hijos suyos por Jesucristo, según su beneplácito..."

y 1, 11:

"En quien hemos sido declarados herederos, predestinados según el designio de Aquel que hace todas las cosas conforme al propósito de su Voluntad."

Lo más notable es que son textos llenos de esperanza, exultación, alegría y alabanza.

Obviamente, nadie debe meterse en honduras que lo superen.

Pero tampoco está de más informarse sobre estos temas, al menos para saber qué se dice y qué se ha dicho, y sobre todo, qué enseña la Iglesia.

Saludos cordiales.
16/07/15 3:45 AM
  
Ariel
Esta es una de las razones por la que nunca me convenció el cristianismo.
Es perfectamente lógico decir "Dios puede hacer lo que se le venga en gana con nosotros" puesto que un creador puede hacer lo que desee con su creación. Lo que es ilógico es afirmar lo primero y agregarle que poseemos "libre albedrío" puesto que al fin y al cabo Dios ya lo decidió todo. Dicho esto mi vulgar y poco desarrollado intelecto se hace esta pregunta, ¿Por qué esforzarme en la vida si ya esta todo decidido? Dios ya sabe quien se condena y se salva.
Más que traerme una buena nueva, lo único que hace es causarme un profundo vacío existencial y una leve depresión que se me pasará cuando encuentre algo entretenido para hacer hasta que de nuevo sienta lo mismo.
Las desventajas de tener demasiado tiempo libre

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El asunto es que Dios podría tener una idea un poco distinta de la nuestra de la libertad. E incluso podría suceder que siendo distinta, sin embargo es idea no negase nada de lo que es esencial en la libertad.

Es decir, podría incluso suceder que Dios nos sorprendiera un poco.

En realidad, es sorprendente que podamos respirar en una atmósfera tan cargada de oxígeno que nos rodea por los cuatro costados, sin grietas ni fisuras.

Algo así pensamos cuando pensamos que la Providencia divina limita nuestra libertad.

¿Porque esforzarme si todo forma parte de la Providencia divina? Porque la Providencia divina incluye las libres elecciones humanas, y los esfuerzos humanos.

Dios es tan Omnipotente, tiene un dominio tan absoluto sobre lo creado, que hasta logra que nuestras elecciones sean libres.

¡¡Otra que Einstein y Planck!!

No tiene sentido decir "me voy a sentar en una silla a esperar a que el plan de Dios se cumpla".

A medida que voy haciendo eso lo único que me puede ir quedando claro es que el plan de Dios respecto de lo que ocurre hasta ese momento incluye que yo, libremente, me siente en una silla.

Hay un misterio grande, sin duda. Es que estamos hablando de Dios.

Saludos cordiales.
16/07/15 5:07 AM
  
Daniel Iglesias
Gracias, Néstor.

Me atengo al hecho de que la tesis de la concesión o denegación arbitraria de la gracia "antes (e independientemente) de los méritos previstos" no es dogma de fe. Uno puede perfectamente ser católico ortodoxo sin adherirse a un sistema teológico que afirme esa tesis.

De hecho el fin último del hombre es uno solo y es sobrenatural: estar con Dios; y los destinos últimos posibles del hombre son sólo dos: el Cielo (estar con Dios) o el Infierno (no estar con Dios). Si Dios decidiera arbitrariamente ("antes e independientemente de los méritos previstos") dar la gracia a unos y negársela a otros, no sólo estaría predestinando al Cielo a los primeros; también, en esa misma elección, estaría predestinando a los segundos al no-Cielo, es decir al Infierno.

Yo creería en esto si Jesús, en vez de la parábola del Juicio Final, hubiese enseñado la parábola de la Lista: "A ver: sí, usted esta en la lista, venga para acá; no, usted no está en la lista, vaya para allá".

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Pero si las cosas son así no se entiende cómo la Iglesia no ha condenado hace tiempo a la escuela tomista y en cambio la ha salido a defender precisamente de esa acusación como vimos.

En todo caso es claro que ésa es una opinión particular que no figura tampoco en la enseñanza de la Iglesia.

Sin duda, para creer, en tanto que distinto de pensar lo que se cree, no hace falta ningún sistema.

En caso de querer pensar coherentemente lo que se cree, el asunto es: ¿alternativas? Me da la impresión de que lo único que nos "tranquilizaría" sería que nos dijesen que todos se salvan.

Fuera de eso, no hace falta que Trento lo defina para ver que no podemos tener certeza absoluta de nuestra salvación, salvo revelación privada.

El asunto está, entonces, en si ponemos nuestra confianza, en última instancia, en Dios o en nosotros mismos, como dice San Agustín en el texto citado al final del "post".

Y en todo sistema vamos a tener este resultado: de hecho algunos se salvan y otros no. Pregunta ¿Dios podía haber hecho que se salvaran todos? Obvio que sí, eso quiere decir "Omnipotencia". ¿Entonces? ¿Arbitrariedad?

San Pablo, San Agustín, Santo Tomás: ¡qué delantera para una supuesta equivocación tan grande!

Saludos cordiales.
16/07/15 11:25 AM
  
Néstor
A veces parece que pensamos que con decir "Dios respeta la libertad humana" hemos respondido a la cuestión. Pero eso que llamamos "respeto" ¿implica que Dios puede cambiar la opción libre de la voluntad creada, si quiere, o que no puede hacerlo? En el primer caso ¿arbitrariedad? En el segundo ¿y la Omnipotencia?

Recordemos cómo empieza el primero de estos dos "posts": Dios es Omnipotente y quiere que todos se salven. ¿Por tanto todos se salvan? No, algunos se condenan. A partir de ahí, adiós a las respuestas cómodas.

Saludos cordiales.
16/07/15 2:36 PM
  
Gabriela de Argentina
Muchas gracias Nestor. Pero aún sigo sin entener para que Cristo nos dio su Evangelio y murió por nosotros, si total ya está todo definido de antemano. Sigo sin saber para qué creer en Dios, cumplir sus mandamientos, rezar y confiar, si nada de eso sirve para nada, ni a los elegidos ni a los reprobos.

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No, claro, si nada de eso sirviese para nada ni a los elegidos ni a los réprobos no tendría sentido alguno hacerlo.

El asunto es cómo se deduce de la tesis tomista que "nada de eso sirve para nada". No creo que se pueda encontrar una ilación.

Porque la tesis tomista no dice que todo esté ya realizado en nosotros y entre nosotros, y tampoco quiere decir desde la Eternidad forme parte del plan providencial divino el que hagamos esas cosas en forma no libre, sino al contrario, la tesis tomista es que la Providencia divina y su plan incluyen, desde la Eternidad, nuestros actos libres.

Por tanto, si está "definido" que Pedro alcance la salvación eterna mediante tales y tales actos libres, entonces esos actos libres de Pedro son absolutamente esenciales.

Y como son libres, es claro que es Pedro el que tiene que decidirse a realizarlos.

No olvidar que la clave de la tesis tomista es que no somos libres a pesar de la causalidad divina, sino gracias a la causalidad divina.

Esta es la parte que se olvida una y otra vez al discutir la "predeterminación física" tomista.

Por poner una imagen, imperfecta como toda imagen: el Océano no se entromete en la navegación del pez. Solamente la hace posible. Pero si miramos un documental sobre el fondo del mar, podemos llegar a olvidarnos del agua y concentrarnos solamente en los peces. Si hacemos eso, no vamos a ver al Océano metiendo la mano entre la aletas. El pez navega "solo" y no se conforma con decir "no muevo las aletas porque de todos modos estoy en el Océano".

Obviamente, esta imagen hay que tirarla enseguida porque el Océano no mueve al pez a navegar en esta dirección más bien que en aquella otra.

Y es que bueno fuese que tuviésemos imágenes adecuadas de la acción trascendente de Dios en las almas.

Lo que sí tenemos son conceptos y lógica. Eso traté de ponerlo en el lugar correspondiente del "post" anterior.

Que esa tesis nos hace darnos de bruces con la Trascendencia de Dios y de su obrar, y nos pone en estado de asombro filosófico-teológico perpetuo, sin duda.

Que es contradictoria, aún no se ha podido demostrar.

Saludos cordiales.
16/07/15 5:02 PM
  
Martina
Leo, reflexionó, aprendo lo que escribís todos en Infocatolica. Gracias.

Cuando algo me crea inquietud, duda, rebeldía, aparto la vista y la pongo en Cristo Jesus para serenarme. Me agarro a la oración, el Padrenuestro es la mejor teología para cualquiera, pido a Dios por intercesión de su Hijo que haga en mi su voluntad perfecta, que no se si es ser elegida o no, que Dios disponga de mi como le convenga porque confío en su amor, espero de El lo mejor y creo que su plan es perfecto para todos y cada uno.

Hay que formarse y crecer como cristianos y esta bien filosofar para los que quieren y pueden, cuanto más se conozca la Revelación mejor.
Ante los misterios de Dios, me echo a sus pies y pido su compasión y ayuda. Me dará según conviene.


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Amén, así sea.

Saludos cordiales.
16/07/15 7:31 PM
  
Néstor
En el fondo el problema con Calvino es que tiene una visión algo anémica de la causalidad divina y de su Omnipotencia.

Para Calvino, Dios es lo suficientemente Poderoso como para esclavizar a la creatura, pero no tiene suficiente Poder como para hacerla actuar libremente.

Calvino sigue utilizando el mismo esquema racionalista de Pelagio: más para Dios, menos para el hombre, y viceversa.

Detrás de todo su tremendismo predestinacionista, se ve el plumero racionalista moderno.

Ser tomista es decir: más para Dios, más para el hombre.

Saludos cordiales.
16/07/15 8:14 PM
  
Ramontxu
Editado. Un simple argumento, por favor. Explico: dos premisas, de las cuales se derive como conclusión la tesis que Ud. quiere establecer.

Gracias y saludos cordiales.
17/07/15 4:50 AM
  
Luis Alexis
La paz sea con ustedes.
En resumidas cuentas, quieres ser salvo? Se fiel a la gracia.
Esta es la fe de la Iglesia.

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Exacto. También es fe de la Iglesia que ser fiel a la gracia es un don de la gracia.

Saludos cordiales.
17/07/15 9:35 AM
  
Ariel
"La Providencia divina incluye las libres elecciones humanas, y los esfuerzos humanos."

Admiro la enorme cantidad de Fe que tienen para aceptar conclusiones como esa.
Si Dios les hubiera dado un manual de teología explicando de manera racional este tipo de cuestiones el Cristianismo hace tiempo sería la religión dominante en toda las partes del mundo (y no habría herejías)

Daniel
"De hecho el fin último del hombre es uno solo y es sobrenatural: estar con Dios"

Si ese es el fin último de la vida, más me valdría no haber nacido ¿Para qué esforzarme en otra áreas de la vida si lo único que se necesita es ir a la iglesia los domingos y seguir los 10 mandamientos.

No me sorprende que solo el Antropocentrismo nos haya hecho alcanzar avances tecnológicos que nuestros antepasados ni hubieran imaginado

Y no es que busque respuestas cómodas.Tomo muy poco alcohol (casi nada) , no fumo, hace bastante tiempo que no tengo sexo,Tengo buenas calificaciones.No llevo un estilo de vida Hedonista en general.
Aunque soy demasiado crítico con todos los sistemas que nos rigen y no creo en la bondad del ser humano.
Ojalá pudiera tener la Fe que ustedes tienen, tal vez de esa manera le encontraría sentido a mi vida.

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Yo lo pondría al revés: humanamente hablando lo lógico habría sido que el cristianismo ni siquiera hubiera existido, mucho menos haber tenido la expansión que ha venido teniendo hace 20 siglos hasta ser la religión más numerosa hoy día en el planeta.

Un Dios que se hace hombre, es crucificado por nuestros pecados, resucita al tercer día y nos pide que carguemos con su Cruz si queremos evitar el Infierno eterno no parece ser la fórmula de marketing más aconsejable para lograr algo así.

Que Dios es el Fin último del hombre no quiere decir que las diversas áreas de la vida no existan, sino que todas ellas deben estar ordenadas según Dios.

Los avances tecnológicos son importantes, sin duda, pero no son lo definitivo, como que no podemos llevarnos ninguno de ellos al sepulcro. El Antropocentrismo hace más fácil la vida, al menos relativamente hablando, pero hace imposible vivirla con sentido.

Además, debería hacernos meditar el hecho de que la ciencia y la técnica modernas no surgieron en Indonesia ni en el Imperio Azteca, ni en África, ni en China, ni en Japón, ni en Australia, sino precisamente en la Europa que había sido mil años católica.

Respecto de la bondad del ser humano, la postura de la Iglesia es matizada: es bueno en tanto que es creatura de Dios, y más aún, imagen de Dios, pero por el pecado original su naturaleza está herida y tiene una inclinación al mal que sólo puede ser sanada por la gracia de Cristo.

La fe es un don de Dios, así que se le puede pedir que nos la de.

Saludos cordiales.
18/07/15 12:02 AM
  
Ramontxu
Néstor,

El argumento te lo he dado ya varias veces y te lo han dado, con distintas palabras muchos de los que comentan tus artículos. En este mismo artículo te lo están diciendo todos los que han escrito: Daniel Iglesias, Alonso Gracián, Gabriela de Argentina... Lo que ocurre, como queda patente en tus respuestas, es que tu no escuchas, o no lees, lo que te dicen.

El argumento es ridículamente sencillo:
- Para que un acto sea libre, ha de estar decidido y ejecutado por el sujeto.
- En los casos en los que la gracia eficaz actúa, el acto Dios causa de manera infalible tanto la decisión como la acción.
- Por lo tanto, los actos causados por la gracia eficaz no son libres.

El problema lo has tenido siempre tu porque te ves obligado a explicar que, en contra de esa obvia conclusión que acabo de escribir, sorprendentemente, un acto puede ser,causado infaliblemente por Otro y al mismo tiempo, ser un acto libre. Te ves obligado a explicar que, en este caso, algo puede ser libre y no libre, a la vez.

Para ello, tienes que utilizar afirmaciones contradictorias que, como te decía, no convencen a nadie, como "Dios causa infaliblemente que el hombre decida libremente" o "Dios causa que el hombre cause". O, como en una de las respuestas de más arriba: "Dios es tan Omnipotente, tiene un dominio tan absoluto sobre lo creado, que hasta logra que nuestras elecciones sean libres. " ¡Solucionado! ¡Dios es tan Omnipotente que puede hacer lo que quiera con el principio de no contradicción!

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No entiendo cómo no te aburres de poner siempre el mismo argumento ineficaz y recibir siempre la misma respuesta, a la que luego no puedes contestar y te ves obligado a dejar pasar un poco de tiempo para volver de nuevo con el argumento de marras. Debe haber actividades más entretenidas y productivas bajo el Sol.

Veamos, por enésima vez:

"- Para que un acto sea libre, ha de estar decidido y ejecutado por el sujeto.
- En los casos en los que la gracia eficaz actúa, Dios causa de manera infalible tanto la decisión como la acción.
- Por lo tanto, los actos causados por la gracia eficaz no son libres."

Aquí te falta probar la premisa implícita que dice que:

"Si una decisión y una acción de la creatura son causados infaliblemente por Dios, entonces no son decididos ni ejecutados por esa creatura".

Eso es lo que hasta ahora no has podido probar.

Tampoco has podido deducir "libre y no libre a la vez" de "causado infaliblemente por otro y libre".

Hasta de dentro de algunas semanas :)

Saludos cordiales.
18/07/15 4:14 AM
  
Ramontxu
N, Néstor. Eres tu el que tiene que probar cómo una misma decisión puede ser tomada libremente por dos sujetos. Y cómo una decisión con una sola opción real es libre.

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Ahí está. No tienes forma de probar esa premisa de la que depende todo tu argumento.

Yo ahora no tengo que probar nada. Sostengo una tesis, y tú dices que es contradictoria. Por tanto, debes probarlo, y te pido el argumento correspondiente. Lo das, y descansa sobre una premisa que no es evidente.

Te pido la demostración de esa premisa, como es lógico. Y me sales pidiendo pruebas de otras cosas, con lo cual se confirma que no tienes forma de probar que en la tesis tomista hay contradicción.

Luego confundes las cosas. Dios y el hombre no toman la misma decisión. El hombre decide ir al teatro, y Dios, por así decir, decide que el hombre decida ir al teatro. El objeto de ambas decisiones es distinto.

Y finalmente, agregas otra tesis que tampoco vas a poder demostrar: que con la predeterminación física tomista la creatura racional tiene "una sola opción real", que ademas habría que aclarar qué quiere eso decir.

Saludos cordiales.
19/07/15 2:38 PM
  
Antonio1
Esto que te ha dicho Daniel es exactamente lo que te llevo diciendo yo mucho tiempo. Suscribo punto por punto las reflexiones de Daniel. Y por favor, aviso para creyentes y no creyentes, como dice Daniel "Me atengo al hecho de que la tesis de la concesión o denegación arbitraria de la gracia "antes (e independientemente) de los méritos previstos" no es dogma de fe. Uno puede perfectamente ser católico ortodoxo sin adherirse a un sistema teológico que afirme esa tesis."

Esto lo tenemos que repetir hasta la saciedad.

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Ah no, claro, la concesión o denegación arbitraria de la gracia no es dogma de fe ni antes ni después de la previsión de los méritos, y más aún, es contraria a la fe, porque Dios no hace nada arbitrario.

Pero con eso no se avanza nada en la discusión entre el tomismo y las otras posturas católicas, y hasta diría, no católicas, porque ninguna de ellas, que yo sepa, sostiene que Dios da o niega la gracia arbitrariamente.

Si sacamos, como corresponde en toda discusión seria del tema, la palabra "arbitraria", entonces, sin duda, los molinistas sostienen la elección y predestinación "posterior a la previsión de los méritos" y además, que la predestinación a la gloria depende de los méritos, no así la predestinación en su conjunto, y son católicos, al día de hoy.

Eso lo vengo aclarando desde el comienzo de esta serie de "posts".

En todo caso, nada impide presentar algún argumento, si viene en gana, en contra del tomismo o a favor de alguna de las otras posturas.

Sobre todo es bueno, al menos si se quiere participar en discusiones sobre este tema, ver cual sería nuestra postura, porque es muy fácil criticar al tomismo sin decir dónde se encuentra parado uno, y sobre todo, sin aclarar que la propia tesis no cae bajo las mismas críticas que consuetudinariamente se endilgan al tomismo.

En ese sentido, me permito recomendar la lectura del "post" anterior, porque entiendo que ahí hago una presentación bastante amplia, no sé si completa, de las diversas posturas en torno a este asunto.

Saludos cordiales.
19/07/15 2:40 PM
  
Renzo
Una pregunta Néstor, dices:

" El hombre decide ir al teatro, y Dios, por así decir, decide que el hombre decida ir al teatro."

¿Es posible que el hombre decida ir al teatro y que Dios no decida que el hombre decida ir al teatro?

¿Es posible que, habiendo decidido Dios que el hombre decida ir al teatro, el hombre decida no ir al teatro?

Si la respuesta es no, entonces no tiene ningún sentido hablar de libertad de elección del hombre ya que el único que decide realmente es Dios con su decisión. El hombre no puede cambiar la decisión de Dios y, haga lo que haga, lo que decida será lo que Él decidió que decidiría.

Si la respuesta es sí, entonces la omisciencia de Dios y, sobre todo, su omnipotencia, quedan supeditadas a la libertad de elección del hombre, que estaría por encima de la decisión de Dios.

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Eso es un argumento. No es concluyente, pero es un argumento, sin duda.

Empecemos por la segunda pregunta: No es posible que no lo decida, o que decida otra cosa, en sentido compuesto, es posible en sentido dividido.

Alcanza con que sea posible en sentido dividido para que la creatura racional sea libre, y con que no sea posible en sentido compuesto para que la Omnisciencia y Omnipotencia divinas no queden supeditadas a la libertad de la creatura.

Expliquemos: ¿Es posible, supuesto que decido ir al teatro, que no lo decida? Misma respuesta: No es posible en sentido compuesto (porque no puedo a la vez decidir y no decidir ir al teatro), es posible en sentido dividido, porque de lo contrario, mi decisión no es libre.

Y basta, con tanto, con la posibilidad en sentido dividido, para que sea libre.

Sigamos explicando: Decir que decido libremente ir al teatro es decir que lo decido pudiendo no decidirlo o decidir otra cosa.

Porque la capacidad de no decidir algo o de decidir otra cosa es definitoria de la libertad, y por tanto, si la voluntad la perdiese por el hecho de decidir algo, entonces al decidir algo libremente dejaría de ser una voluntad libre, lo cual es absurdo.

Pero al mismo tiempo, lo decido no pudiendo no decidirlo o decidir otra cosa (en tanto lo decido), por lo dicho: no puedo a la vez decidir y no decidir lo mismo.

Por tanto, no se puede responder a la pregunta con un sí o un no sin más: hay que distinguir.

En ambos ejemplos, o sea, supuesto que Dios decide que yo lo decida, o supuesto que yo lo decido, no puedo no decidirlo o decidir otra cosa, si miramos la decisión en "composición" con esos supuestos.

Pero es claro que bajo otro aspecto, en sí misma considerada, o sea, "dividida", en nuestra consideración, no en la realidad, de esos supuestos, esa decisión es contingente, la voluntad conserva en sí misma la capacidad de no decidir eso o de decidir otra cosa, por lo ya dicho, porque es una voluntad libre.

Llamemos al segundo aspecto "sentido dividido", al primero "sentido compuesto", y respondamos que en sentido compuesto la respuesta, tanto si Dios decide que yo decida como si yo decido, es negativa, y en sentido dividido, afirmativa.

Y que por eso en ambos casos yo soy libre.

En cuanto a la primer pregunta, hay que distinguir los actos buenos de los actos malos. Si decido hacer algo bueno, es porque Dios ha decidido hacer que yo lo decida. Si decido hacer algo malo, es porque Dios ha decidido permitir que lo decida. Dios es causa del bien, no del mal.

Saludos cordiales.
19/07/15 7:26 PM
  
Ramontxu
Quiere decir que, una vez que Dios ha decidido que el hombre vaya al teatro, la unica opcion real es ir al teatro.

E insisto en que eres tu el que todavia no ha demostrado que la decision de ir al teatro es libre cuando es la unica realizable. La carga de la prueba recae sobre el que propone una tesis aparentemente contradictoria, como, por ejemplo, que una decisión puede ser predestinada y libre a la vez. Tú todavía no lo has hecho. Sobre ese punto, lo único que aportas es un juego de palabras que no demuestra nada: lo del sentido dividido y compuesto.

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Precisamente, si la doctrina es aparentemente contradictoria, la carga de la prueba cae sobre el que dice que es realmente contradictoria. De apariencias nadie se muere.

Saludos cordiales.
20/07/15 5:20 AM
  
Ramontxu
He escrito mi comentario anterior antes de leer la respuesta que le dabas a Renzo que consiste, efectivamente en lo que yo había predicho: lo del sentido dividido.

"¿Es posible, supuesto que decido ir al teatro, que no lo decida? Misma respuesta: No es posible en sentido compuesto (porque no puedo a la vez decidir y no decidir ir al teatro), es posible en sentido dividido, porque de lo contrario, mi decisión no es libre."

No es cierto. En sentido dividido tampoco es posible, porque Dios, infaliblemente, ha puesto los medios para que el hombre elija la primera opción.

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Néstor.

No entendiste la argumentación. Ahí estoy hablando de algo que todos admitimos, supongo. No entra en consideración, en ese ejemplo, la causalidad divina, sino solamente el hecho de que decido libremente ir al teatro.

La finalidad de ese ejemplo es mostrar que la necesidad en sentido compuesto no se opone a la libertad, si al mismo tiempo no hay necesidad en sentido dividido.

Y que en el caso de ir al teatro no hay necesidad en sentido dividido es obvio, porque si también la hubiese en ese sentido, no habría libertad en ningún sentido, lo cual evidentemente es falso.

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La segunda opción sólo es "posible" en el caso de una voluntad libre, pero eso no lo pudes utilizar como argumento porque es lo que intentas demostrar. Y esa es la falacia en la que caes, petición de principio, cuando terminas con la coletilla "porque, de lo contrario, mi decisión no es libre".

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Néstor.

Ver la respuesta anterior.

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Cuando te conviene, te olvidas de la predestinación. Lo que tienes que demostrar no es si en un acto libre cualquiera cabe elegir lo contrario de lo que se elige. Lo que tienes que demostrar es que la predestinación no impide la libertad.

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Néstor.

Ver la respuesta anterior.

Para demostrar que la predestinación no impide la libertad, demuestro primero, con el ejemplo del teatro, que la necesidad en sentido compuesto no impide la libertad.

Porque la única necesidad que se puede afirmar en el caso de la predestinación es justamente la necesidad en sentido compuesto, ver al final.

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"Predestinado" y "libre" son antónimos, palabras mutuamente excluyentes y tu deberías dar un argumento si quieres demostrar que no lo son.

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Néstor:

Al contrario, ésa es la prueba que todavía estás debiendo: mostrar la contradicción entre "predestinado" y "libre". El hecho de que en vez de hacerlo pidas pruebas a los demás muestra que no puedes hacerlo.

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Sobre esto, cuando dices, jugando con la semántica, que "Dios decide que el hombre decida obrar bien" las palabras parecen indicar que el hombre es libre, pero eso es como decir que el hombre decide que el martillo decida que el clavo se hunda en la madera. Por lo tanto, el martillo es libre. En sentido dividido, por supuesto.

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Néstor:

Justamente, no, porque el martillo no es libre, no puede decidir. El ejemplo no aplica.

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Un argumento sólido, por favor. Uno sólo. Uno que demuestre que, cuando Dios ha decidido que el hombre decida A (no que "decida" cualquier cosa, sino que decida específicamente A) y ha puesto los medios para que infaliblemente decida A, el hombre todavía puede, en contra de la voluntad de Dios, resistirse a la gracia eficaz y elegir B. Porque esa es la única manera de demostrar que, bajo la predestinación, el hombre sigue siendo libre.

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Néstor:

Que el hombre puede hacerlo en sentido dividido, es claro por el hecho de que la voluntad sólo quiere necesariamente el bien en general, y por tanto, los bienes particulares sólo puede quererlos contingentemente, o sea, pudiendo tanto quererlos como no quererlos.

Y la voluntad no deja de ser voluntad por el hecho de ser movida por Dios a querer, ni su objeto deja de ser el bien en general, ni deja de querer necesariamente sólo ese objeto, ni deja el bien particular de ser un bien particular, ni deja de ser contingente la relación entre la voluntad y ese bien particular.

Por tanto, se conserva el libre albedrío.

Lo que no puede suceder, en la hipótesis de que Dios mueve a la voluntad creada a querer algo, es que la voluntad no lo quiera, en sentido compuesto, o sea, atendiendo al hecho de que Dios la mueve a quererlo.

Por tanto, en esa hipótesis la voluntad creada de hecho hace aquello a lo que Dios la mueve.

Si decimos que para que esta voluntad sea libre hace falta además que también en sentido compuesto pueda no hacer aquello a lo que Dios la mueve, o sea, que de hecho ocurra alguna vez que Dios mueve a la voluntad creada a algo y ella no lo hace, entonces es lo mismo que si dijéramos que para que yo vaya libremente al teatro es necesario que también pueda no ir en sentido compuesto, o sea, de hecho no ir cuando voy.

Por eso el ejemplo del teatro: la libertad no es incompatible con la necesidad en sentido compuesto.

Saludos cordiales.
20/07/15 6:34 AM
  
Renzo
Hola Néstor, no es fácil explicar, y menos en un blog, este tipo de cuestiones, pero intentaré hacerlo lo mejor que pueda.

En cuanto a la primera parte de tu explicación, entiendo que, dado que no nos es posible decidir algo contrario a la decisión sobre lo que decidiremos que ha decidido Dios, sólo tenemos una sensación de libre voluntad en el momento de tomar nuestra decisión, debido a que ignoramos que la decisión de Dios es la que nos mueve a tomar nuestra decisión, pero, decidamos lo que decidamos, siempre decidiremos en el sentido de la decisión de Dios y nunca en contra de ella. O me he perdido, o usamos significados distintos para las mismas palabras, pero yo no veo en lo anterior nada que se pueda llamar libertad de elección o libre albedrío por nuestra parte.

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Néstor:

Eso sería así si bajo la moción divina no pudiésemos hacer otra cosa, no sólo en sentido compuesto, sino tampoco en sentido dividido, pero no es el caso.

En el "post" anterior a este hago una explicación más detallada, que no quiero repetir aquí una vez más, porque ya la he presentado varias veces. Tiene que ver con la indiferencia actual de la voluntad respecto del bien particular, es decir, la relación no necesaria de la voluntad con el bien particular en tanto que objeto de su querer, en lo que consiste la esencia del libre albedrío, y que permanece tanto si elijo actualmente algo como si Dios me mueve a elegir actualmente algo.

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En cuanto a tu respuesta a mi primera pregunta, y sin introducir en el debate la cuestión de la teodicea agustiniana, se me presentan dos objeciones.
Por un lado parece que Dios tiene menos problemas con nuestra libertad cuando decide lo que decidiremos al hacer el bien, que para permitir que hagamos el mal. Es como si tuviéramos más libertad para obrar mal que para obrar bien, lo que no tiene mucho sentido, menos aún si hablamos de un Dios que es amor superlativo.

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Néstor:

En el tomismo no es así, porque se parte de la base de que cuanto mayor es el influjo causal divino mayor es la libertad de la creatura, precisamente porque Dios es la Causa Primera de los actos libres de la creatura racional. Es justamente eso lo que distingue al tomismo tanto del calvinismo como del pelagianismo.

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Pero también me surge otra objeción. Para permitir nuestra decisión, ésta debería ser previa al “permiso”, ya que si permite que decidamos lo que aún no hemos decidido, en realidad estaríamos en el mismo caso de antes y no habría diferencia entre “permitir” lo que decidamos y “decidir” lo que decidamos, dado que siempre que Él decide algo, obviamente, lo permite, y cuando permite algo, decide que ese algo sea. Por otra parte, si permite nuestra decisión una vez hemos decidido, nuestra decisión es independiente de su voluntad y Él sólo se limita a permitirla, ya no decide nuestra decisión, lo que sería tan aplicable a nuestras buenas decisiones como a las malas. O tenemos libertad para decidir siempre o no la tenemos nunca,o, y no me parece una actitud coherente con un ser omnisciente y omnipotente, nos da y nos quita la libertad de elección según su decisión en cada caso o momento, lo que tampoco puede decirse que nos otorgue libertad real.

Saludos.

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Néstor:

La permisión divina del pecado es lógica y naturalmente anterior al pecado de la creatura, porque no tiene sentido permitir lo que ya ha sucedido, y lo permitido depende de la permisión, que por tanto es anterior.

Cuando Dios permite algo, decide permitir ese algo, no decide que ese algo sea, sino que sólo decide permitir que sea. Permitir es no impedir, y no impedir no es lo mismo que hacer o causar, salvo que se esté obligado a impedir el hecho en cuestión, cosa que no puede decirse de Dios en relación con el pecado del hombre.

Saludos cordiales.
20/07/15 10:03 AM
  
Horacio Castro
Néstor. Creo que lo propuesto en el siguiente párrafo es compatible con la doctrina y la tesis tomista. Nada es más anterior a la perseverancia final que rogar a Dios nos cuente entre sus elegidos. Todos los seres humanos, aun los que no conocerán el Evangelio en toda su vida temporal, tienen capacidad de rogar al ser que llamamos Dios. Sospecho que Dios otorga a todos la gracia eficaz infalible para rogarle. Dice san Pablo: "considero que los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros. En efecto, toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios (Rm 8,18-19)". "No se angustien por nada, y en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios. Entonces la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús (Flp 4,6-7)". “Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, porque él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Tim 2,1-4)". La súplica a Dios de sus gracias infalibles y la petición “Señor… líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus elegidos”, las elevamos cuando Dios en su eternidad nos crea predestinando a sus elegidos. Nuestra creación está en curso. Dios nos crea en su actualidad cuando transcurre todo nuestro tiempo. Saludos y gracias por los dos nuevos artículos. Gracia y libertad: Visión de conjunto (I) ya es una maravillosa síntesis.

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Muchas gracias. El asunto es que el plan de Dios no se va formando a medida de que en el tiempo se van dando nuestras respuestas libres, sino que es eterno e inmutable como Dios mismo, con el cual además se identifica realmente, y es lógica y metafísicamente anterior a la realización de lo creado en el tiempo.

La oración "cuéntanos entre tus elegidos" tiene eficacia infalible, precisamente, en el caso de los elegidos. Por eso dice Santo Tomás que Dios quiere concedernos algunos de sus bienes mediante nuestras oraciones, para las cuales también nos da su gracia eficaz.

No es que nuestras oraciones lo decidan a darnos sus bienes, sino que, pudiendo libremente no quererlo, quiere ante todo y absolutamente darnos esos bienes, y quiere además que los obtengamos mediante nuestras oraciones.

Y por eso nos da la gracia eficaz para orar, y nos da los bienes en cuestión en respuesta a esa oración nuestra, pero en última instancia a consecuencia de aquella Voluntad suya primera y absoluta, soberanamente libre, de darnos esos bienes.

Por lo mismo, esa oración no va a incluir entre los elegidos al que no esté dentro de ese número previamente, desde la Eternidad. Si esa oración es escuchada, es porque desde la Eternidad Dios quiso que fuera escuchada, y eso, porque desde la Eternidad eligió al orante para la vida eterna. La elección divina no es resultado de esa oración, absolutamente hablando, sino condición previa de su eficacia.

Dios siempre primero y antes.

En cuanto que Dios dé la gracia eficaz infalible para orar a todos los hombres, no me parece probable, y sí me parece probable que muchos seres humanos hayan pasado toda su vida sin pedirle a Dios que los cuente entre sus elegidos.

No digo que nunca dé Dios la gracia eficaz a los no elegidos, y en particular, la gracia eficaz de orar. Muchos son justificados por la fe y el bautismo y luego caen en pecado y mueren impenitentes, que sin duda recibieron gracias eficaces en su vida, pero no la de la perseverancia final.

Saludos cordiales.
20/07/15 8:18 PM
  
Renzo
Néstor, dices en tu respuesta a Horacio que " ...el plan de Dios no se va formando a medida de que en el tiempo se van dando nuestras respuestas libres, sino que es eterno e inmutable como Dios mismo,...". Por otra parte en tu respuesta a mis objeciones, escribes que:
"La permisión divina del pecado es lógica y naturalmente anterior al pecado de la creatura, porque no tiene sentido permitir lo que ya ha sucedido, y lo permitido depende de la permisión, que por tanto es anterior. "
Ambas afirmaciones no me presentan contradicción entre sí, ahora bien, ¿el ser humano puede cambiar la decisión de obrar mal que Dios le ha permitido decidir, o no puede?. Si puede, ¿cómo encaja eso en el plan eterno e inmutable de Dios?. ¿No es muy rebuscado que su plan contemple permitir un acto que sabe que finalmente no será?, suena como hacerse trampas al solitario. Si no puede, la ausencia de libertad es evidente y el "permiso" divino, no teniendo marcha atrás, lo que hace es suprimir la libertad del hombre, si es que la había.
Entiendo que, en su condición de inmutable, Dios no puede cambiar de opinión; si decidió permitir una decisión del hombre, no puede decidir no permitirla más tarde y viceversa. Si nosotros sí podemos cambiar de decisión, caso de ser cierto que disponemos de esa libertad y del libre albedrío,¿significa eso que tenemos mayor libertad que Dios?, si fuera así, ¿no cuestiona eso su omnipotencia y su perfección?.

Saludos.

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Fíjate en mi última respuesta a Ramontxu. La respuesta es siempre la misma: Puede en sentido dividido, no puede, en sentido compuesto. Por lo primero se sigue afirmando el libre albedrío en la creatura, por lo segundo se sigue sosteniendo la Omnipotencia de Dios y la inmutabilidad e infalibilidad de su plan.

Igual que el que va al teatro libremente: puede no ir al teatro en sentido dividido, no puede, en sentido compuesto.

El acto libre de la creatura no puede prescindir de todo lo que implica necesariamente, en particular: 1) de sí mismo 2) de la moción divina eficaz.

Saludos cordiales.
20/07/15 10:14 PM
  
Horacio Castro
Néstor. De mis actuales tres mejores amigos varones tres son ateos... Y ahora estoy quedando en el 'bando' de Renzo :) Desde ya que mi conclusión es que sólo debemos comprender la voluntad de Dios. Decir aceptarla no tendría sentido cabal. Pero encuentro una dificultad para la comprensión de su respuesta. A partir de su frase “el plan de Dios no se va formando a medida de que en el tiempo se van dando nuestras respuestas libres, sino que es eterno e inmutable como Dios mismo, con el cual además se identifica realmente, y es lógica y metafísicamente anterior a la realización de lo creado en el tiempo”. Tiene que tener lógica la realidad inmutable que señala santo Tomás diciendo ““aun cuando las criaturas no han existido desde la eternidad más que en Dios, sin embargo, Dios, por el hecho de que han existido en Él desde la eternidad, ha conocido desde la Eternidad tal como son en sus propias naturalezas; y por esa misma razón las ha amado. Como también nosotros, por las semejanzas que en nosotros hay de las cosas, las conocemos tal como existen en sí mismas.” ¿Por qué entonces Dios les da ‘existencia real’ a quienes no son sus elegidos para la gloria eterna?

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Sin duda que debemos y podemos aceptar la Voluntad de Dios, y eso tiene sentido, por más que aceptarla sea también un efecto de la gracia eficaz e infalible de Dios.

Porque, repito, en el tomismo la causalidad divina no se opone al libre albedrío, sino que es su fundamento.

Una voluntad creada, para querer algo que antes no quería, tiene que pasar de potencia a acto. Y todo pasaje de potencia a acto se debe a una causa ya en acto, porque la potencia es menos que el acto y no puede darse a sí misma aquello de lo que carece.

La única Voluntad libre, entonces, que no tiene causa, es la Voluntad divina, porque no pasa de potencia a acto, sino que es Acto Puro desde toda la Eternidad.

Toda voluntad libre creada es por tanto una voluntad cuyos actos libres dependen de una causa distinta de ella misma.

Por tanto, decir que esa causa es Dios mediante su gracia eficaz e infalible, no va en contra del carácter libre de los actos de la voluntad creada.

Y el que es libre de realizar un acto determinado, puede hacerlo, y tiene sentido decirle, en determinadas circunstancias, que debe hacerlo.

En cuanto al texto citado de Santo Tomás, hay que tener presente que ahí él está hablando de las creaturas existentes, de hecho creadas. La objeción dice que el amor de Dios es eterno, y que estas creaturas actualmente existentes no son eternas sino en Dios, en cuanto posibles.

Por tanto, la respuesta de Santo Tomás no se refiere al amor que Dios tuviese de los puros posibles, sino al amor que tiene de las cosas que de hecho ha querido crear, a las cuales primero ha conocido en estado de pura posibilidad, en el que sí son eternas.

"Y por la misma razón las ha amado", entonces, debe entenderse que conociéndolas desde la Eternidad, quiso libremente darles el bien de la existencia, y así las amó, porque el amor de Dios por las creaturas, al contrario del nuestro, no es causado por la bondad de estas creaturas, sino que la causa y produce.

Nada en Dios puede nunca ser efecto de nada ni menos de algo creado.

Y la Voluntad divina no puede causar la bondad posible de las esencias posibles, que depende solamente de la Esencia divina cuyo reflejo los posibles son, por tanto, el amor de Dios sólo puede referirse a aquellos posibles a los que decide libremente darles la existencia.

Por eso dice Contenson, correctamente a mi entender, que Dios no ama a los meros posibles, sino sólo a los que de hecho beneficia con el don libre de la existencia actual. Y a todos ellos, porque al menos los hace existir.

Y de ahí se sigue el "principio de predilección" en que tanto hincapié hace Garrigou Lagrange: "Como el amor de Dios crea e infunde el bien en las cosas, nadie sería mejor que otro, si no fuese más amado por Dios".

Dios nos ama porque quiere nuestro bien, pero no porque nuestro bien lo atraiga, sino porque quiere que lo tengamos. "Amar es querer el bien para el otro".

No nos ama porque seamos mejores, sino que si somos mejores en algo, es porque nos ama más.

Porque evidentemente el bien está desparejamente repartido en la Creación. Dios ama a todo lo que ha creado, porque al menos ha querido para ello el bien de la existencia. Pero no ama a todo igualmente, porque no comunica a todas las cosas el mismo grado de bondad.

A los mismos réprobos, entonces, les comunica infinidad de bienes, comenzando por la existencia, y en ese sentido, los ama. Pero porqué no los ha amado hasta el punto de elegirlos para la vida eterna, dice Santo Tomás que es porque corresponde a la naturaleza de las cosas defectibles que alguna vez fallen, y Dios ha querido respetar esa falibilidad natural de toda creatura, y además, porque Dios ha querido manifestar su Bondad en lo creado de dos maneras: en los que se salvan, como Misericordia, y en los que se condenan, como Justicia.

Pero respecto de porqué A figura entre los que elige y B entre los que no elige, dice repitiendo a San Agustín: no lo quieras juzgar, si no quieres errar. Pues depende de la sola Voluntad de Dios. (Iª q. 23 a. 5)

Saludos cordiales.
20/07/15 11:02 PM
  
Renzo
Néstor, he vuelto a leer la primera parte de tu artículo y sigo sin entender dónde radica la diferencia entre "sentido dividido" y "sentido compuesto".
Dices:

"Cada vez que elegimos libremente algo, por ejemplo, elegimos A, podemos no elegirlo, o elegir No A, solamente en sentido dividido, no en sentido compuesto, pues no podemos a la vez elegir y no elegir A, o elegir A y elegir No A."

De entrada veo que asumes a priori que elegimos libremente, antes de haber demostrado que eso sea así. De lo que dices, interpreto que, como ha quedado claro que nuestra decisión es movida por la decisión de Dios y no podemos cambiarla, si elegimos A es porque Dios así lo decidió, lo mismo ocurrirá si elegimos no elegirlo o si elegimos No A. Si el sentido compuesto se refiere a la imposibilidad de elegir a la vez A y no elegir A o elegir A y elegir a la vez No A, es obvio que no podemos hacerlo, ni nosotros ni Dios, sin caer en una contradicción imposible de superar, pero no veo que relación tiene eso con la libertad, ni en qué nos da libre albedrío. Al final lo único que cuenta y que puede contar es el sentido dividido de nuestra elección y esta depende única y exclusivamente de lo que Dios haya elegido que elijamos.
Al releer tu anterior artículo, con más atención y detalle de lo que lo hice la primera vez que lo leí, lo confieso, he visto que la mayoría de objeciones que planteas a las herejías sobre este tema, están basadas en el Magisterio y los dogmas de la Iglesia, pero no hay refutaciones claras y contundentes. Partes de muchas peticiones de principio y de "verdades de fe", pero encuentro a faltar argumentos lógicos de suficiente peso como para descartar las herejías en base a ellos.

Saludos.

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Es que esta discusión es una discusión, ante todo, entre creyentes. Se trata de saber cómo entender coherentemente las verdades reveladas por Dios.

No quiere decir que no puedan participar no creyentes, porque la discusión tiene una parte puramente filosófica, que puede elucidarse con la sola razón.

Es decir, yo creo A y creo B por fe en la Revelación divina, y Luis, digamos, también cree lo mismo.

Yo le digo a Luis que la teoría X permite pensar coherentemente A y B del modo en que es necesario pensarlas en cristiano. Él me dice que no es así, supongamos, porque mi teoría choca con la verdad revelada C.

Pero viene Pedro, que es ateo, y me dice que mi teoría es lógicamente contradictoria, en sí misma.

Así que a Luis le voy a tener que pedir que demuestre que mi teoría contradice la verdad revelada C, y si me da algún argumento, lo voy a tener que responder.

Y a Pedro le voy a tener que pedir que pruebe que mi teoría es contradictoria en sí misma, y si me da algún argumento, se lo voy a tener que responder.

Si logro responder todos los argumentos de Pedro, no por eso voy a demostrar que la predestinación existe, o que la libertad de la creatura existe, sino solamente que no se ha podido probar que afirmarlas juntas sea contradictorio.

Por esto, también, en la presente discusión no debo demostrar que elegimos libremente.

Tanto la Providencia divina como la libertad humana son verdades de fe (lo cual no quiere decir que no se puedan demostrar también por la razón, pero ésa es otra cuestión).

Luis me puede decir que la forma en que las concilia mi teoría es contraria a alguna otra verdad de fe.

O me puede decir, pues él también puede razonar filosóficamente, lo mismo que Pedro, que no las concilia verdaderamente, sino que es contradictoria, y que por tanto si afirmo la causalidad divina debo negar la libertad de la creatura, y si afirmo esta última, debo negar la primera.

Ahí Luis no está negando esas verdades de fe, sino solamente que mi teoría las concilie satisfactoriamente.

Pedro por su parte sí las niega, o al menos, no ve motivo para afirmarlas, pero lo que me objeta es lo mismo que Luis: que mi teoría no las concilia satisfactoriamente. En su caso, porque entiende que es contradictoria.

Lo que yo tengo que hacer es responder, si puedo, a los argumentos que me den contra mi teoría, nada más.

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Dices:

"De lo que dices, interpreto que, como ha quedado claro que nuestra decisión es movida por la decisión de Dios y no podemos cambiarla, si elegimos A es porque Dios así lo decidió, lo mismo ocurrirá si elegimos no elegirlo o si elegimos No A."

Primero, recordar que hay que distinguir actos buenos y actos malos. Respecto de los primeros, es verdad que si elegimos A es porque así decidió Dios que eligiéramos, respecto de los segundos, no, sino que es porque así decidió Dios permitir que eligiéramos.

Segundo, supuesto que nuestra decisión es causada por la decisión de Dios, no podemos cambiar nuestra decisión, en sentido compuesto, sí, en sentido dividido. Y eso basta para que seamos libres, como ya expliqué.

La imposibilidad de a la vez elegir y no elegir A es un ejemplo de sentido compuesto, no es el significado de "sentido compuesto" como tal. Es solamente la aplicación del sentido compuesto que se puede hacer a ejemplos como el del teatro.

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El "sentido compuesto" se refiere al sentido que tiene una frase cuando pensamos al predicado "en composición" con el sujeto gramatical de la frase, que no tiene porqué ser el sujeto del que habla la frase.

Por ejemplo, en la frase

"El que no duerme no puede dormir".

En sentido compuesto, estamos pensando el predicado "no puede dormir" en unión con el sujeto gramatical "El que no duerme", y así pensada, la frase es verdadera, porque no se puede dormir y no dormir al mismo tiempo.

En sentido dividido, pensamos el predicado "no puede dormir" en su relación con el sujeto del que habla la frase, en este caso, la persona de la que decimos que ahora no duerme.

Eso es "sentido dividido", porque no estamos componiendo el predicado con lo que el sujeto gramatical dice de esa persona, a saber, que no duerme, sino sólo con la persona en sí misma considerada.

Y en ese sentido, la proposición es falsa. Esa persona puede dormir, tiene en sí misma la capacidad de dormir.

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Sin embargo, es cierto que cuando hablamos de actos libres, tenemos que hacer una nueva distinción dentro del mismo "sentido compuesto", y esto no lo dejé suficientemente claro hasta ahora.

Por ejemplo, si digo:

"El que quiere ir al teatro no puede no querer ir al teatro."

En sentido dividido, es claro que la proposición es falsa. Esa persona es libre, en sí misma considerada, tiene toda la capacidad de no querer ir al teatro.

Al tomar la frase en sentido compuesto, "no poder no querer ir al teatro", el predicado, se ve en composición con "el que quiere ir al teatro".

Pero todavía subsiste una ambigüedad, porque por un lado es claro que no se puede querer y no querer, a la vez, ir al teatro.

Pero por otro lado también es claro que si voy libremente al teatro, aún mientras quiero ir debo conservar la capacidad de no querer ir, porque esa capacidad de no querer ir es esencial a la libertad, entendida como capacidad de hacer o no hacer, y mi acto no deja de ser libre por el hecho de que yo haya decidido realizarlo.

En el primer caso, pongo al predicado, "no poder no querer ir al teatro", en composición con el sujeto, "el que quiere ir al teatro", considerado bajo el preciso aspecto de que quiere ir al teatro.

Y así la proposición es verdadera, porque no se puede querer y no querer algo a la vez y en el mismo sentido.

En el segundo caso, pongo al predicado "no poder no querer ir al teatro", en composición con el sujeto, "el que quiere ir al teatro", pero no considerado precisamente en tanto que quiere ir al teatro.

Atención aquí: no relaciono el predicado simplemente con la persona que quiere ir al teatro, en sí misma considerada solamente, como en el caso del dormir, arriba presentado, sino que lo relaciono con la persona que quiere ir al teatro, incorporando ese acto libre a su descripción, pero no considerándola precisamente en cuanto que posee actualmente ese acto libre.

Y en ese sentido, la proposición es falsa, porque esta persona, aún queriendo ir al teatro, conserva la capacidad de no quererlo, porque lo quiere libremente.

Por eso, cuando digo:

"Si Dios mueve a Luis para que vaya libremente al teatro, Luis no puede no ir al teatro".

Considerada en sentido dividido, es falsa, porque Luis, en tanto agente libre, por definición tiene la capacidad de no hacer lo que libremente hace.

Considerada en sentido compuesto, hay que distinguir todavía dos casos:

1) Ponemos el predicado "no puede no ir al teatro" en composición con el sujeto "movido por Dios para ir libremente al teatro", considerado precisamente en tanto que movido eficaz e infaliblemente por Dios.

En ese sentido, la proposición es verdadera. Es contradictorio que Dios mueva a algo infaliblemente y que ese algo no se mueva tal como Dios lo mueve.

2) Ponemos el predicado "no puede no ir al teatro" en composición con el sujeto "movido por Dios para ir libremente al teatro", pero no formalmente considerado en tanto que movido por Dios para ello.

En ese sentido, la proposición es falsa, porque el que va al teatro elige un bien particular que no puede imponer necesidad a la voluntad, cuyo objeto es el bien en general, al cual solamente, por tanto, tiende en forma necesaria.

A ese bien particular, entonces, el sujeto lo quiere en forma contingente, o sea, pudiendo no quererlo, tanto antes como después de haber decidido quererlo, o sea, en forma libre.

Y si Dios lo mueve a elegir eso, lo mueve por eso mismo a elegir de ese modo, o sea, contingentemente por relación al objeto elegido, que sigue siendo un bien particular, mientras que la voluntad sigue teniendo por único objeto necesario al bien en general.

Y ese querer contingentemente así descrito es lo esencial del libre albedrío.

Saludos cordiales.
21/07/15 9:45 AM
  
Ramontxu
Perdón por el uso inadecuado de la palabra "aparentemente". Debería haber sido por ejemplo, "patentemente".

¿De verdad tengo que demostrar que "predestinado" (es decir, decidido por otro) y "libre" (es decir, decidido por uno mismo), son contradictorias? ¿No es suficiente con invocar el principio de no contradicción?

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Sería suficiente, si "decidido por otro" fuese lo contradictorio de "decidido por uno mismo".

No es evidente que sea así, desde que lo único evidente es que lo contradictorio de "decidido por otro" es "no decidido por otro", y que lo contradictorio de "decidido por uno mismo" es "no decidido por uno mismo".

De lo contrario, también lo contradictorio de "leído por otro" sería "leído por uno mismo", y es claro que no es así, dos personas pueden leer el mismo texto.

No olvidar que la contradicción es una cuestión formal, que depende de la forma de la proposición y no de su contenido: una contradicción es algo de la forma "A es B y A no es B", no importa qué pongamos en lugar de A y B.

Por tanto, para poder formar una contradicción entre "decidido por otro" y "decidido por uno mismo", hay que demostrar primero que de "decidido por otro" se sigue "no decidido por uno mismo".

Adelanto que no se puede, pero probar no cuesta nada.

Saludos cordiales
21/07/15 12:27 PM
  
Ramontxu
Vale. Ya lo voy entendiendo. Es que hemos estado hablando de cosas distintas. Dices que la contradicción es una cuestión formal. Por eso tu no ves (o la ves, pero no le das importancia a) la contradicción real que hay entre predestinación y libertad. Consecuentemente, la libertad de la que hablas es también formal, no real, y, formalmente, es compatible con la predestinación. Yo es que hablaba de libertad de la buena, de esa en la que uno mismo decide de verdad, no sólo formalmente, de esa que es incompatible con la predestinación.

Y, esa libertad formal tuya, ¿sirve para algo?

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No hay una contradicción real que sea distinta de la contradicción formal.

La contradicción formal es real (al menos si el "ser" y el "no ser" se toman por relación al ser real), porque es la oposición entre el ser y el no ser, y no hay nada más real que el ser, fuente de toda realidad, y que su oposición irreductible al no ser, base del principio de no contradicción.

Esa contradicción es "formal", porque alcanza con los predicados, "es", "no es", tomados al mismo tiempo y en el mismo sentido, para que las frases formadas con ellos sean contradictorias, sin importar qué pongamos en lugar del sujeto en esas frases (siempre que sea el mismo sujeto para ambas, claro).

Es decir, "X es y X no es" es la forma de toda contradicción, y la contradicción es algo formal porque nada le agrega o quita a su carácter contradictorio cuál sea el sujeto o "materia" que pongamos en lugar de "X".

Pero la oposición entre "es" y "no es" es lo más real que existe.

Por tanto, la libertad que no es contradictoria con la predestinación no tiene porqué ser una libertad "puramente formal", puede perfectamente ser una libertad real.

E inversamente, toda contradicción real que se quiera encontrar entre predestinación y libertad tiene que ser formal, y poder escribirse como "A es B y A no es B", o "A es y A no es", donde "A" es siempre el mismo concepto o término, e igualmente, si aparece, "B".

De lo contrario alguien podría decir que "leído por mí" y "leído por otro" son contradictorios reales, aunque no sean contradictorios formales.

Saludos cordiales.
21/07/15 7:16 PM
  
Ramontxu
Pero es que no es "leído por mi" y "leído por otro", sino "decidido por mi" y "decidido por otro".

Formalmente pueden ser frases equivalentes, pero mientras que un libro puede ser leído por varias personas, una decisión que obliga infaliblemente a su cumplimiento sólo puede ser tomada por uno. El segundo que llega no decide. Puede tener la sensación de que decide, pero no lo hace porque sólo puede adherirse a la decisión tomada de antemano por otro.

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Néstor:

Al menos en el ámbito de lo creado, es cierto que una misma decisión sólo puede ser tomada por una misma persona. Digo esto porque en Dios hay Tres Personas realmente distintas que tienen en común todo aquello en lo que no se oponen relativamente, y por tanto, también las decisiones.

Pero de todos modos, es verdad que Dios y el hombre no pueden ser sujetos de la misma decisión, aclarando aquí de nuevo que no estamos hablando del hombre Jesucristo, que es personalmente Dios.

Igual, queda en pie que Dios y Luis, por ejemplo, no pueden ser sujetos de la misma decisión.

Por eso decía en un mensaje anterior, que no es la misma decisión. Dios decide que Luis decida ir al teatro. Luis decide ir al teatro. Dios no decide ir al teatro, y Luis no decide que Luis decida ir al teatro (de lo contrario Luis entraría en un retroceso al infinito, porque también debería decidir que él decidiese que él decidiese ir al teatro, etc.)

En todo caso, entonces, habría que mostrar que hay contradicción entre "Dios decide que Luis decida" y "Luis decide".

Es más bien lo contrario: que Luis decide está contenido dentro de "Dios decide que Luis decida", en vez de ser opuesto a ello.

Es como el caballo blanco de Artigas que tenía cuatro patas: sin duda que era blanco.

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El segundo que llega es como el martillo que clava el clavo: un instrumento. No tiene voluntad. Sólo la sensación de voluntad. Decide formalmente, pero no en realidad, porque la decisión está tomada de antemano.

Quizás, mejor ejemplo que un martillo es una computadora. Está predestinada por el programador a responder de una manera determinada a unos impulsos determinados. Cuando esos impulsos se dan, el programador no está presente, el usuario puede no saber lo que va a suceder cuando pulse esa secuencia de teclas, pero la computadora hace unos razonamientos complicados y toma una decisión. ¿No se puede decir que formalmente, la computadora es libre? Porque la decisión la ha tomado ella...

Nosotros sabemos que, en el fondo, la decisión no la ha tomado la computadora, sino el programador, pero, si le preguntaramos a la computadora, que no sabe de la existencia del programador, sin duda nos diría que la decisión la ha tomado ella misma.

¿Cuál es, en este caso, la diferencia entre la computadora y el hombre? Prácticamente, ninguna. Porque una voluntad programada no es voluntad. Lo mismo que una voluntad predestinada.

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Aquí la respuesta clara es que sin duda que la computadora no nos respondería nada, a menos que hubiese dejado de ser computadora y se hubiese convertido en un ser personal y libre, y en ese sentido, habría que reconocer que a diferencia de las computadoras, que, de acuerdo con su naturaleza, son movidas por Dios a la producción de actos necesarios, este ser personal, de acuerdo con su naturaleza, es movido por Dios a la producción de actos libres.

Saludos cordiales.
21/07/15 10:40 PM
  
Horacio Castro
Néstor. Comprendo que todo depende de la sola voluntad de Dios, por encima de “aceptar” que, con toda justicia y lamentablemente, puedo no encontrarme entre sus elegidos. Para esta triste posibilidad, ruego a Dios que determine grados de condenación, con la esperanza de no ser un pecador tan extremo e impenitente. Creo que para entender aproximadamente la bondad de Dios, tenemos que considerar individualmente su administración de justicia y de misericordia. Será justo pero misericordioso en el grado de condenación, así como misericordioso pero justo en el grado de bienaventuranza eterna. Si Dios respeta en su eternidad nuestra falibilidad hasta el punto de hacernos existir realmente a posibles réprobos y a elegidos, es porque así dispone en su eternidad cuando nos crea y percibimos el transcurso de nuestro tiempo. Tiene que haber una economía divina que no haga tan complicado el proceso para Dios omnipotente. Lo saludo.

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El cristiano tiene por el bautismo a la vez la virtud y el deber de la esperanza, que es un "deseo confiado de la vida eterna". Para nuestro tema la palabra clave es "confianza", como dice San Agustín en el texto que cito al final del "post".

Confianza que, como su mismo significado lo indica, sólo puede darse en ausencia de la certeza absoluta, que el Concilio de Trento dice que no podemos tener.

Ésa es una de las diferencias básicas entre el catolicismo y el calvinismo. Para el calvinista, el justo no puede perder la amistad con Dios, y además, la fe verdadera lleva consigo la certeza de la predestinación y la salvación.

Contra ambas cosas se pronuncia el Concilio de Trento.

El hecho es que algunos se condenan, y entonces, es lógico que sin revelación divina especial no podemos tener certeza de formar parte de los que se salvan.

Pero entonces es evidente que Dios quiso crear a algunos a los que no predestinó a la vida eterna.

A no ser que digamos que la predestinación divina puede fallar. Eso lo pongo en el "post" anterior a éste como negación de la Omnipotencia divina.

Hay que explicar porqué no vale esta inferencia: "Dios es Omnipotente, y quiere que todos se salven, por tanto, todos se salvan."

Teniendo en cuenta que el Omnipotente es justamente el que puede hacer todo lo que quiere hacer.

O bien diremos que la Voluntad salvífica divina es solamente condicional, y por tanto, la predestinación también. Con ese argumento están todos predestinados, pues de todos quiere Dios que se salven si responden como deben a su llamado.

Y ahí chocamos con lo otro: no hay ser, acto y bien que no tenga Dios como Causa Primera, y el acto libre de la creatura es cierto ser, acto y bien. Entonces Dios no se pone simplemente a mirar quiénes cumplen con la condición y quiénes no.

Por eso quise analizar esas distintas posibilidades en la primer parte de este "post", o sea, el "post" anterior.

Es un razonamiento que procede por eliminación progresiva de alternativas, hasta que sólo queda el tomismo. Y dentro del tomismo. a su vez, cierta corriente.

Si uno no quiere llegar hasta el final, debería decir en qué eslabón del proceso de ese razonamiento deja de estar de acuerdo.

Por supuesto que no hace falta llegar hasta el final para ser católico. Desde que aparece el molinismo en escena, más o menos, en esa secuencia que presento, ya no es una cuestión de dogma, sino de teología.

Saludos cordiales.
21/07/15 11:04 PM
  
Horacio Castro
Néstor. Pienso que el mejor final posible, a su extraordinario trabajo con los dos últimos posts, es el que le dio con el texto de san Agustín sobre la Confianza en Dios en “El don de la perseverancia”. Es justa la reiteración que usted hace sobre la doble predestinación y el calvinismo con la certeza de predestinación a la salvación por la fe verdadera. Sin esa aclaración aparecería como certera la tesis calvinista con elegidos entre una masa de réprobos. No tiene Ud. una tarea fácil al explicar estos temas. Bastante más fundamentales que algunas hipótesis científicas actuales sobre la materia. “¡¡Otra que Einstein y Planck!!” Muchos no advierten que no se avanzó tanto, como para hacer precisiones definitivas, sobre lo que sigue siendo un principio indeterminado con formas sensibles e inteligibles. Cierto que por ningún camino podemos concluir en que la predestinación divina puede fallar y así negar la Omnipotencia divina. Se ve tan evidente que una gran cantidad de seres humanos seguramente merecerán la condenación eterna, que puede pensarse que la realidad de esta condenación lleva un propósito. No hay acto y bien (ni ser) que no tenga Dios como Causa Eficiente Primera y el mal como pecado al hombre por causa deficiente. Voy a leer nuevamente sus artículos antes de regresar al hilo de comentarios. Estoy con la tesis tomista, es lo más coherente. Y estoy en la idea de que percibimos como ‘nuestro tiempo’ la actualidad eterna de Dios. Gracias por las respuestas y saludos.
22/07/15 4:57 AM
  
Renzo
Hola Néstor, te agradezco la detallada explicación. Me quedan claras algunas cosas que dices, pero sigo sin entender otras.

Me parece que, si debatimos creyentes y ateos, el tema se convierte en una cuestión más semántica que formal.

Por ejemplo, cuando le dices a Ramontxu:

"...hay que demostrar primero que de "decidido por otro" se sigue "no decidido por uno mismo".

es correcto siempre y cuando el "decidido por otro" no signifique "decidido por otro que yo decida", que es de lo que se trata cuando Dios lo hace, entonces sí se sigue "no decidido por mi mismo".

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Néstor:

En primer lugar, habría que mostrar, mediante una deducción lógica, que ése es efectivamente el caso, o sea, que "no decidido por mí mismo" se sigue lógicamente de "decidido por otro que yo decida".

En segundo lugar, es más bien lo contrario: si otro tiene poder para decidir que yo decida, de modo que efectivamente yo decida, entonces decido, claro está, y si decido, decido por mí mismo, porque no tengo otra forma de decidir que no sea por mí mismo.

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Si interpreto bien tus explicaciones, entiendo que cuando pones el ejemplo:

"Si Dios mueve a Luis para que vaya libremente al teatro, Luis no puede no ir al teatro".

es equivalente a:

"Si Dios mueve a Luis para que libremente elija ir al teatro, Luis no puede no ir al teatro".

con lo que Luis podría libremente elegir no ir al teatro, pero no podría elegir no ir a la piscina, ya que Dios no le movió a ello. Pero si esto es así, entonces el problema es que Dios no mueve realmente el sentido de lo que decidiremos, sólo lo hace sobre el "objeto" al que aplicaremos nuestra decisión. Esto sí parece que suponga un cierto grado de libertad de elección, pero condicionada exclusivamente al "objeto" hacia el que nos mueve que hagamos nuestra elección. Pasaríamos a ser libres en la opción que vamos a elegir ( A o No A), pero no serlo sobre a qué elegiremos (elegir B en lugar de A).
Lo que me lleva a la conclusión de que Dios nos mueve a decidir "libremente" pero limita sobre qué podemos hacerlo, nos da un espejismo de libertad y libre albedrío, pero no nos da la libertad real. Seríamos como un caballo del ajedrez programado para moverse libremente por el tablero, pero con las restricciones de no poder hacerlo de otra forma que como permiten las reglas del juego, ni poder salirse del tablero. Su historia está escrita y no puede cambiarla. No me parece una forma de libertad que pueda llamarse tal libertad.

Saludos.

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Néstor.

Es que no se entiende la tesis tomista mientras no se entiende que en esa tesis la moción divina es condición de posibilidad de toda opción libre nuestra. Si elijo entre A y B, es porque Dios me mueve a elegir entre A y B, y si elijo A en vez de B, es porque Dios me mueve a elegir A, en vez de B.

Eso hablando de los actos buenos. En el caso de los malos, si eligo el mal, es que Dios permite la elección del mal en tanto que mala, y mueve a todo lo que en esa elección hay de ser, acto y bien.

Es decir, con su moción, Dios no nos deja un margen de libertad: nos da toda la libertad que tenemos. El avión no vuela a pesar del aire, no se desplaza por el pequeño resquicio de vacío que le deja la atmósfera, sino que es el aire, justamente, el que hace posible todo lo que pueda volar el avión.

La forma errada de entender estas cosas es la más común y extendida: se ve en expresiones como "somos libres a pesar de la predestinación divina". No, somos libres gracias a la predestinación divina.

La mentalidad tomista no es la mentalidad de "hasta acá Dios, de acá en adelante yo". No hay lugar para ese regateo metafísico.

Más bien es: "hasta acá Dios, y por tanto, yo también". De modo que cuanto más interviene Dios, más autónomo soy.

Simplemente porque Dios causa mis actos libres, y los causa también en tanto que libres.

Si cerramos el grifo, no sale más agua, y es absurdo cerrarlo para que el agua salga más libremente.

En cuanto a tu argumento, si Dios mueve a Luis para que libremente elija ir al teatro, Luis libremente elige ir al teatro, y no otra cosa.

Cuando decimos que Dios mueve a Luis para que libremente elija ir al teatro, no estamos diciendo que le dice algo así como: "Luis, debes tomar una decisión".

Estamos diciendo que Dios mueve a la voluntad de Luis para que libremente ponga el acto de elegir ir al teatro, y no otro.

Al esclarecimiento, en lo posible, obvio, de esta sorprendente proposición es que se ordenan los análisis del sentido compuesto y el sentido dividido que hice antes.

Saludos cordiales.
22/07/15 2:12 PM
  
JUAN NADIE
Nestor corrígeme si cometo algún error lógico. No he leido el artículo al completo, pero la idea que saco es que de algún modo hay una especie de predestinación, a pesar de que somos libres.

Yo no he llegado nunca a analizarlo al nivel de STomas, ni al tuyo, pero a un nivel intuitivo, y basado en la relectura constante del nuevo Testamento, y no tan constante del Antiguo, yo creo, y corrígeme si vulnero el MAGISTERIO, que Dios, sin saltarse la lógica que expones, quiere que todos nos salvemos y que no ha creado a nadie para que no se salve, ni siquiera a Judas, es imposible si es todo bondad. Otra cosa es que nosotros la caguemos.
Y es mas yo creo que Dios en realidad no es justo, sino que su misericordia sobrepasa su justicia con creces, como cuando Abraham le pide que no arrase las ciudades.
Y que decir de Cristo que instaba continuamente a extender el mensaje y la conversión.
Y que decir de la Virgen que en sus apariciones nos insta con verdadero empeño a la conversión. Yo estoy seguro de que Dios nos da muchas mas ocasiones de convertirnos y de salvarnos de las que nos merecemos, o al menos conmigo lo hace, y que si al final fallamos es porque en realidad nos hemos empeñado en ello a pesar de la voluntad de Dios. Ahora tu puedes encajar esto en un edificio lógico de conocimento de Dios del futuro y lo que quieras, pero yo creo que ese conocimiento no anula su inmensa misericordia.

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Estimado Juan:

Te pediría que leyeras el "post" anterior a éste, porque así evito repetir muchas cosas que están dichas allí. Luego con gusto seguimos la conversación.

En todo caso te adelanto que la idea no es que estemos predestinados a pesar de que somos libres, sino que somos libres porque estamos predestinados.

Por lo demás:

El Nuevo Testamento habla una y otra vez de la Justicia de Dios y presenta Dios como Juez. Es claro que Dios es Justo, porque es blasfemia decir que es injusto.

La Misericordia supera a la Justicia, pero no la contradice. Eso es lo que dice la parábola de los obreros de la última hora. Cuando los que fueron a trabajar primero se quejan de que el dueño les pague lo mismo a los que fueron últimos, él responde que a estos primeros no les hace injusticia, pues les paga lo que les prometió. Y es asunto suyo si a los otros quiere darles lo mismo.

Así, si Dios castiga a algunos pecadores, no comete injusticia alguna, porque se lo merecen. Y si perdona a otros, tampoco, porque Él tiene derecho de castigar, pero no está obligado a hacerlo, no hay nadie por encima de Él.

En cuanto a las apariciones marianas, la advertencia del Infierno es constante, baste recordar los condenados que caían como copos de nieve en la visión que la Virgen les muestra a los pastorcitos de Fátima. Y el Infierno es claro que es Justicia de Dios.

Saludos cordiales.
22/07/15 9:50 PM
  
Renzo
Néstor, por ir concluyendo, ya que, aunque he podido entender mejor que al principio del debate tus argumentaciones, con los ejemplos que has ido poniendo, sigo sin ver qué sentido tiene esa libertad que propones y que está condicionada a que previamente Dios haya decidido cuando, hacia qué y hacia donde se moverá nuestra decisión, por mucho que etiquetemos esa decisión como "nuestra".

Sería algo parecido a lo que sucede en este juego:

youtube.com/watch?v=KUe5yf73T2c

(el juego empieza en 0:36)

Puede dar la sensación de que tenemos libertad de elección, al menos en la primera decisión que tomamos, pero la realidad es hasta esa decisión "libre" es irrelevante para el resultado final que está condicionado por las reglas del juego (que vendría a ser lo que Dios nos nueve a elegir) y nuestra libertad de elección es sólo una apariencia. Hagamos lo que hagamos no variaremos el final del juego que está determinado por sus reglas (la voluntad de Dios que es inmutable).

Saludos.

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La hipótesis de la "sensación de libertad" es una hipótesis distinta de la del tomismo: es la hipótesis de alguien que porque es movido por otro no es libre, aunque cree que lo es.

En la tesis tomista, Dios nos mueve a la producción de nuestros actos libres, subrayar: libres.

En ambas hipótesis el resultado final se ajusta a un plan inmutable, pero ambas pertenecen a universos mentales absolutamente diferentes.

La versión tomista dice: hagamos lo que hagamos, lo haremos libremente, y por eso encajaremos perfectamente en el plan eterno e inmutable de Dios, porque ese plan incluye nuestros actos libres.

Es claro que esto presupone la trascendencia de la causalidad divina: sólo Dios puede mover de ese modo a la voluntad creada.

En ese sentido es verdad que somos libres porque Dios es Omnipotente.

Saludos cordiales.
23/07/15 5:06 PM
  
Horacio Castro
Néstor. Luego de leer nuevamente el post I (me falta releer el II). Dios no procede arbitrariamente. Sería contrario a su Omnipotencia. Es supremamente libre pero Justo y Misericordioso. Es Causa Primera de interacciones que responden a leyes y aun al “azar” material que también son Su creación. Los seres humanos que se evidencian, hasta su muerte en la vida temporal, como seguramente merecedores de la condenación eterna, cumplen un propósito en el plan de Dios junto a la predestinación de Sus elegidos. Es que todos “vivimos” como nuestro tiempo, nuestra creación por Dios en su actualidad eterna. En una lógica divina donde los pecados de unos interaccionan con las gracias eficaces recibidas por otros. Aquí adquiere pleno sentido la elección de predestinados (no por la sola fe) entre la masa de perdición, en la que permanecerían todas las criaturas de no recibir Su gracia para merecer la bienaventuranza sobrenatural. Para la gloria eterna previa purificación por todos sus pecados. Esta purificación conlleva la imposición de penas. En este post (16/07/15 12:36 AM) usted se refiere a la previsión de méritos y deméritos de los elegidos. Pregunto, ¿la imposición de penas por Dios, es anterior o posterior a la previsión divina de méritos y deméritos de los elegidos para la predestinación? Es decir, ¿tiene que ver con la elección de los predestinados? La gracia suficiente, que recibimos todos, ¿permite determinar el grado de condenación de unos, y entonces otros reciben gracias eficaces aun para la perseverancia final? El devoto creyente, y genial, Leibniz (luterano que procuró finalizar con la separación), es autor de la “monadología” que es un estudio sobre la creación y predeterminación divina. Últimamente, algunos materialistas pretenden aprovechar sus ideas para explicar ‘decisiones’ de la materia. Su sistema también es una doctrina sobre la gracia creada para cada hombre. Por lejos el tomismo presenta las tesis más coherentes. Quienes demuestran fastidio ante su complejidad, no entienden que son esfuerzos para comprender la naturaleza de Dios y la finalidad de su creación.

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La gracia de la perseverancia final, es una gracia eficaz, y es la "gran gracia" que por definición Dios da solamente a los elegidos, ya que sin ella no hay salvación posible, y con ella no es posible la condenación, pues se trata de la "buena muerte" o muerte en gracia de Dios.

Es lo que principalmente tenemos que pedirle a Dios en esta vida.

Hay otras gracias eficaces que son dadas a los elegidos que no son la gracia de la perseverancia final, y hay otras gracias eficaces que son dadas a los no elegidos.

La imposición de penas por parte de Dios anterior a la previsión divina de las culpas es el error calvinista, al menos de la rama supralapsariana, condenado de antemano por la Iglesia en el segundo Concilio de Orange.

Es lo que se conoce como "reprobación positiva antecedente".

Lo que algunos tomistas sostienen, a los que sigo, es la "reprobación negativa antecedente", que es la no elección para la vida eterna anterior a la previsión de las culpas. Luego de la previsión divina de esas culpas viene la reprobación positiva, o condena a la pena del Infierno, que es por tanto "consecuente" y no "antecedente".

La explicación basada en la "masa damnata", es decir, que después del pecado original toda la humanidad sería justamente condenada al infierno y misericordiosamente Dios elige a algunos para la salvación, es verdadera, pero no va al fondo de la cuestión, porque el hecho es que Dios ha permitido el pecado original pudiendo impedirlo.

La elección divina, y la reprobación negativa antecedente, han debido ser anteriores a la permisión del pecado original, porque tienen que ver con el fin último al que es ordenada por Dios la creatura racional, mientras que los actos buenos y los pecados pertenecen al orden de los medios que la creatura tiene para llegar a ese fin último. Y todo buen planificador quiere primero el fin, y luego los medios.

Como digo en el "post", en el sistema de Leibniz no queda mucho lugar para la libertad, porque él sostiene que todos nuestros actos, que realizaremos a lo largo de nuestra vida, son parte de nuestra esencia o naturaleza individual.

Analizando la noción de "Julio César", dice Leibnitz, Dios podía saber desde la Eternidad que cruzaría el Rubicón.

Pero entonces, dicen los tomistas, César no era libre, pues no se puede no ser eso que uno es por naturaleza.

Y es que esa tesis de Leibniz comporta la negación de la distinción entre sustancia y accidentes. En realidad, nuestros actos libres no se identifican realmente con nuestra sustancia, esencia, o naturaleza, sino que se distinguen realmente de ella como accidentes metafísicos que son, y así se entiende que puedan darse o no darse en nosotros.

Así vista, la tesis de Leibniz se parece a la teoría molinista de la "supercomprensión" de las esencias creables y posibles por la "ciencia media" divina.

En su controversia con Arnauld, Leibniz dice que lo que pasa es que la idea individual de César incluye los libres decretos divinos acerca de César.

Esa respuesta parece acercarlo al tomismo, pero el hecho es que para Leibniz los libres decretos divinos tampoco son tan libres, pues guiados por el principio de "razón suficiente" tal como él lo entiende, al final sólo pueden apuntar al mejor de los mundos posibles, que es uno solo, en el cual todos los entes y todas sus acciones tienen una única ubicación posible.

Saludos cordiales.
24/07/15 3:09 PM
  
Horacio Castro
Néstor. Coincido con la "reprobación negativa antecedente" y la condena consecuente; en negar lo que se conoce como "reprobación positiva antecedente"; en la gran gracia para la perseverancia final de los elegidos; en que hay otras gracias eficaces que son dadas a los no elegidos; en que la verdad de la "masa damnata" no llega al fondo del asunto; sobre la Elección divina y la Reprobación, aunque propongo que son dispuestas cuando vivimos nuestra creación. Para el sistema de Leibniz habría que considerar ciertos matices sobre nuestra creación como seres libres. Por una parte Leibniz diría que para la mónada creada y sincronizada de Julio César, Néstor Martínez escribiría este post y yo comentaría. Y sobre nuestros actos libres Leibniz modifica un concepto, incorporando como ‘propio del ser’, el devenir (se diferencia de Parménides porque la mónada pasa a ser la esencia de Julio César, con todos los sucesos, e incluye disposiciones divinas). En realidad yo sólo mencioné a Leibniz, con la idea de resaltar su convicción acerca de nuestra creación, como seres en una armonía preestablecida compatible con la libertad. Mi convicción es tomista. Le reitero mis saludos (también por mi anterior comentario). P. D. Voy a leer el post II (cualquiera que quiera enterarse, con algunas horas de lectura atenta, se puede informar de manera completa leyendo estos dos artículos).

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Muchas gracias. En rigor de términos, no se puede decir que vivamos nuestra creación, porque ella es el presupuesto de nuestra misma existencia y vida.

Saludos cordiales.
24/07/15 7:01 PM
  
Horacio Castro
Muchas gracias por su respuesta y corrección, Néstor. En realidad quise decir que 'vivimos nuestro tiempo' (queda para su consideración 'cuando nuestra creación por Dios en su actualidad eterna'). Mis saludos.

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Ahí le pediría que me lo explicara un poco más. Sin duda, en Dios no hay antes ni después, sino el eterno Presente. El acto creador es eterno como Dios mismo, con el cual además se identifica realmente. Pero el término creado de ese acto es sucesivo, porque es temporal, y tiene comienzo, según nuestra fe, porque Dios quiso que lo tuviera.

Saludos cordiales.
24/07/15 7:46 PM
  
Horacio Castro
Néstor. Ayer, casualmente leí algo sobre las palabras del Apóstol en 2 Pedro 1,10. “Por tanto, hermanos, poned el mayor empeño en afianzar vuestra vocación y vuestra elección. Obrando así nunca caeréis”. Santo Tomás también se refiere a la actividad libre del hombre en el esquema de la predestinación. En este blog, quedó suficientemente explicada la creación del hombre con la gracia que lo mueve infaliblemente al acto libre bueno. Se atribuye erróneamente a san Agustín (para que actuemos como predestinados a la salvación) la máxima " Si non es prædestinatus, fac ut prædestineris ". Pero esta lógica categórica e inmediata, ‘comportarnos obrando bien para sentirnos elegidos’, es cuestionada por teólogos porque ‘las oraciones, buenas obras y perseverancia, no podrían determinar un decreto absoluto e irrevocable’ (lo que me parece no es la cuestión). Se puede entender como inevitable que, como en este mismo portal hemos comprobado, hay gente que se enoja bastante con que, nada menos, se hable de la libertad, voluntad y omnipotencia de Dios mismo. Todavía sin haber releído por completo sus artículos, me atrevo a exponerle algunos conceptos que surgieron. -Dios crea a toda la humanidad con voluntad antecedente salvífica. -Dios es supremamente libre, omnipotente, justo y misericordioso. No dispone arbitrariamente. -Hay pecadores que merecen mayores penas que otros. -Podemos percibir cuando obramos movidos por gracias eficaces o cuando pecamos. -También que gran cantidad de seres humanos seguramente merecen la condenación eterna. -Percibimos nuestra creación por Dios dándonos oportunidades para rezar, elevarle nuestros ruegos y peticiones, y recibir los Sacramentos. -Dios crea simultáneamente a quienes serán réprobos y a sus elegidos. -La humanidad sin la gracia de Dios es una masa de perdición. -Unos se condenan eternamente por sus culpas y otros merecen penas para reparar espiritualmente sus pecados. -Cuando Dios crea a todos los hombres, con posterioridad a la previsión de sus deméritos, condena a unos eternamente y a otros impone penas de reparación. -En la misma actualidad de su eternidad, Dios elige entre la masa de pecadores, ontológicamente antes de la previsión de sus méritos, a los que predestina a la bienaventuranza eterna previo cumplimiento de las penas de reparación. -Por su voluntad antecedente y consecuente, Dios da a todos gracias eficaces suficientes y gracias eficaces infalibles, pero la gracia eficaz infalible para mover al acto libre de perseverancia final, la otorga sólo a sus elegidos. Gracias y mis saludos.

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La frase de San Agustín me parece claro que no se puede tomar al pie de la letra, pero se la puede interpretar de diversos modos útiles.

Por ejemplo, el antecedente, que no estemos predestinados, tampoco podemos saberlo con certeza. Sobre esa base, el consecuente, "hazte predestinar", quiere decir, simplemente, "sigue luchando en la esperanza de la promesa de Dios", que es lo que nos corresponde.

Como digo en otra respuesta, si me levanto de la silla, es que Dios quiso eficazmente que me levantara de la silla. Eso no quiere decir que yo haya hecho cambiar el querer de Dios, pero sí que ahora que me he levantado, sé que Él había querido eso, eternamente.

La gracia, siendo sobrenatural, normalmente no se puede percibir, sólo se la conoce por fe. Pero el efecto de la gracia eficaz, una vez ocurrido, lo podemos ver. Es cierto que siempre podemos preguntarnos si esa acción procedió de la caridad o de la soberbia, por ejemplo. Dios lo sabe, a nosotros nos toca ponernos en su seguimiento para que su gracia nos purifique cada vez más.

Por la Revelación sabemos que Dios creó al hombre y lo puso en un estado superior al puramente natural, en el cual gozaba del don de la inmortalidad y el perfecto dominio sobre sus pasiones y facultades, y que el hombre perdió ese estado libremente, por su culpa, a partir de lo cual entraron el sufrimiento y la muerte en el mundo y se formó la "masa de condenación" de que habla San Agustín.

El mismo San Agustín explica así la elección y reprobación divinas: de esa masa de condenación Dios elige misericordiosamente a unos para salvarlos, y deja de elegir justamente a otros, en pena de sus culpas.

Pero ese enfoque "infralapsario" no es suficiente, pues hay que explicar porqué Dios permitió el pecado original para empezar, y el mismo pecado de Satanás, que lo antecede.

La elección y reprobación divinas, por tanto, tienen que ser anteriores al pecado original y a la formación de esa "masa de condenación".

Por eso, la elección es anterior a toda previsión divina de los méritos, porque los méritos, en los elegidos quiero decir, son fruto de la gracia eficaz, y ésta, en los elegidos, es fruto de la elección para la gloria.

En cuanto a la reprobación, me parece mejor la tesis de los tomistas que distinguen la reprobación negativa antecedente y la reprobación positiva consecuente.

La primera es la mera no elección de algunos para la vida eterna, sin connotación alguna de castigo o pena, sino solamente como negación de un bien indebido y no exigible.

Ésta, siendo como la otra cara de la elección de algunos anterior a la previsión de sus méritos, es por lo mismo anterior a la previsión divina de las culpas de los réprobos. Porque elegir a unos es por eso mismo no elegir a otros.

Y es anterior, esa reprobación negativa, a la permisión divina de los pecados de los réprobos, pues en su caso, dicha permisión incluye la permisión de la impenitencia final, que no tendría lugar si Dios hubiese elegido para la vida eterna a estas personas, y supone, por tanto, la no elección divina.

La segunda, es decir, la reprobación positiva consecuente, es la condenación al infierno como pena por el pecado del que no ha habido arrepentimiento. Ésta es posterior a la previsión divina de las culpas de los condenados.

Tanto la elección divina como la reprobación negativa antecedente son por tanto anteriores a la permisión divina del mismo pecado original, y más aún, del mismo pecado de Satanás, pues también los ángeles buenos son elegidos, y los malos, reprobados.

Porque en definitiva, Dios quiere que los actos buenos de los elegidos los lleven a la vida eterna, por tanto, antes quiere para ellos la vida eterna.

De modo que si permite los pecados de los elegidos, es porque planea sacarlos de sus pecados mediante la gracia del arrepentimiento.

Y Dios permite los pecados de los réprobos, especialmente la impenitencia final, de la que se sigue la condenación eterna, por tanto, antes ha debido no elegirlos para la vida eterna.

Es claro además que si Dios permite un pecado, es por alguna razón buena, y eso quiere decir, que el plan de Dios ya está formado, el cual incluye la elección y la reprobación.

Saludos cordiales.
25/07/15 2:56 PM
  
Horacio Castro
Disculpe, me corrijo:"-Dios es, supremamente libre, omnipotente, justo y misericordioso. No decreta arbitrariamente."
26/07/15 10:38 PM
  
converso
Apreciado Nestor,

Un millón de gracias por estos post que "resumen" (más bien aglutinan) fantásticamente bien toda la cuestión.

Un par de observaciones: sería bueno que numeraras los párrafos para hacer referencia a algunos puntos que puedan resultar más difíciles de entender, y por otro lado, a mi todavía me causa cierta complicación entender bien lo del sentido compuesto y dividido. No lo encuentro sencillo.

Pero ante todas las objeciones que se han escrito respecto a cómo a algunos les afecta a su fe esto de la predestinación y el efecto de la gracia eficaz, o si todo está decidido ya mejor me siento en una silla, tengo que reconocer que, siguiendo este tema varios meses, a mi personalmente me ha ayudado. Y me explico:

1. Como mi nick indica, yo me he convertido. Por múltiples factores que tengo claro que Dios puso a mi alrededor, un buen día se me cayó el castillo de naipes que tenía montado. Y también tengo claro que absolutamente nada de este proceso fue por mis méritos. 100% acción de Dios. 0% mía. Ni cooperé ni me abrí ni dejé hacer ni leches. Lo hizo todo Él, y así lo siento.

2. No entiendo por qué esto me pasó a mí y no les pasa a otros.

3. Tengo claro que puedo salvarme o condenarme igual que el tipo de al lado que no se ha convertido. Yo estoy en la lucha, otros no están, pero todo depende de la perseverancia final. Solo Dios sabe.

4. No me produce ningún problema asumir que todo lo bueno que yo hago, en realidad Dios hace que lo haga. Lo único que yo puedo hacer solo es pecar, y le estoy profundamente agradecido al Señor por las gracias recibidas para hacer lo poco que hago bien. En realidad, querría hacer más cosas bien, en todos los órdenes, mandamientos, vida de piedad, etc... pero lo normal es que no las haga.

5. Me produce inquietud no saber en qué lote estoy, si entre los elegidos o los reprobados. Quiero estar entre los elegidos, pero no lo se. El hecho de que la cuestión ya esté decidida, no siento que reste un ápice a mi libertad y responsabilidad a la acción. No a sentarme en una silla. Sabiendo que dicha acción es movida por Dios, pero a efectos prácticos, humanos, parece que yo decido y así debo de actuar.

6. El hecho de que todo dependa de la voluntad de Dios, que aunque ya esté decidida, yo no conozco, lo que hace es ponerme en mi lugar. Yo no soy nada, no puedo nada, no valgo nada... "Sin mi no podéis hacer nada" Es una lección de humildad tremenda, y de gratitud por cada cosa buena que soy capaz de hacer, porque Dios ha querido que la haga.

Y ya veremos lo que pasa. Seguiré luchando, seguiré pecando pero con la gracia de Dios acudiré a la confesión para levantarme, y en Él pongo toda mi esperanza. Estoy en sus manos. Lo que yo me merezco por naturaleza es la condenación. Si otros se salvan y yo no, es por Justicia, y si me salvo, es por su Misericordia.

Dicho esto, ¿qué nos queda si hasta el hecho de que yo rece no soy yo, sino Dios que hace que rece? Pues a mi me gusta pensar una cosa, que a lo mejor no encaja con todo este debate pero que, sin moverme de mi sitio me da cierto "protagonismo": pedir. La oración de petición. Pedirle a Dios más gracias. Y a lo mejor me las concede. Porque desde luego no las merezco.

De nuevo, un millón de gracias y enhorabuena por estos post. También gracia de Dios :-)


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Bueno, muchas gracias, tu testimonio es muy valioso.

No es que no seamos nosotros los que hacemos porque es Dios el que hace que hagamos las cosas, sino que precisamente, si Él hace que las hagamos, entonces las hacemos, nosotros.

Dicho gráficamente: la única forma que tengo de saber si Dios quiere hacer que me levante de la silla, es levantándome de la silla.

Mientras me quedo sentando preguntándome si Dios querrá que me levante, de lo único que me aseguro es de permanecer sentado.

Y mientras eso suceda, es que Dios no ha querido hacer que me levante.

Nunca le vamos a ganar de mano a Dios, como también era imposible el intento de aquel que quería saber cómo era su cara con los ojos cerrados y los abría rápidamente ante el espejo.

La acción divina (sobre nosotros) es de otro orden, es trascendente. A nuestro nivel, en nuestro orden creado, es como si estuviésemos solamente nosotros.

No es sólo que parezca que decidimos, sino que decidimos realmente, porque Dios no nos hace decidir en apariencia, sino en realidad.

Tampoco es que merezcamos la condenación por naturaleza, a no ser que dentro de esa naturaleza entendamos ya presente el pecado original, el cual en su origen no tiene a la naturaleza humana, sino a la libertad de los primeros padres.

Normalmente, además, siendo adultos, mereceríamos la condenación por nuestros pecados personales, si no hubiesen sido borrados y perdonados, sea por el bautismo, sea por el sacramento de la Reconciliación.

En ambos casos, ya no merecemos condenación alguna, salvo que tengamos la desgracia de volver a pecar mortalmente, en cuyo caso la tabla de salvación es el sacramento de la Reconciliación.

Por eso, protagonismo tenemos siempre, el que corresponde a causas segundas y creadas como nosotros. Tanto al orar para pedir la gracia, como al obrar movidos por esa gracia, estamos siendo movidos por la gracia eficaz, sin la cual no hacemos nada en el orden sobrenatural: "Sin mí, nada pueden hacer".

De nuevo: nuestro protagonismo consiste en que Dios nos mueve a ser protagonistas.

En todo caso, es un "deuteroprotagonismo".

Dios siempre primero.

Como dice el Papa Francisco: "Dios nos primerea".

Sí, trataré de hacer un poco más clara la exposición.

Gracias y saludos cordiales.
31/07/15 4:29 PM
  
Quidam
Buenos días profesor Néstor.

Quisiera, abusando de su paciencia ya que no es el tema del post (razón por la cual le pido borre este comentario si lo cree conveniente), hacerle una pregunta.

Hace un par de días revisando la página de las famosas charlas de la fundación TED, me encontré con esta:

http : // www . ted.com/talks/donald_hoffman_do_we_see_reality_as_it_is

En ella el conferencista haciendo gala de los más recientes avances en neurociencias y "ecuaciones evolucionistas", como él mismo las llama, hace una exposición acerca del mundo de la sensación y percepción sensible.

En pocas palabras concluye que nuestros sentidos, nuestra entera percepción sensible, NO nos da acceso a una realidad extramental objetiva, sino que todo (colores, olores, sabores, texturas, tamaños, etc, etc.) no son otra cosa que fabricaciones del cerebro en pro de la supervivencia o de la mejor adaptación al medio.

Es esta una visión muy frecuente en la neurociencia actual, de hecho pareciera la versión oficial sobre el tema.

Mi pregunta es:

¿Cuál es la mejor forma de responder ante esta manera de entender el conocimiento sensible? ¿Cómo salvar el realismo de la percepción?

Muchas gracias.

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No es el tema pero es muy interesante. Ante todo, yo preguntaría cómo sabemos que tenemos un cerebro. Porque lo hemos percibido, cuando lo hemos percibido, con los sentidos, justamente. Si colores, sabores, texturas, tamaños, etc. etc., son subjetivos, el cerebro, y el resto del cuerpo, obviamente, también lo es.

También lo son las mesas, los microscopios, y todo lo que podamos "ver" a través de ellos.

Sólo quedaría la conciencia (sin cerebro y sin cuerpo, y sin mundo).

Como dijo ingenuamente una vez un idealista: "La mesa no existe, es sólo una sensación en las pupilas de mis ojos". ¿Y los ojos?

Saludos cordiales.
31/07/15 5:42 PM
  
Horacio Castro
Muchas gracias por sus respuestas, estimado Néstor. Luego de estudiarlas, regresaré al hilo de comentarios si surge algo de suficiente interés para agregar. Mis saludos.
31/07/15 8:08 PM
  
Quidam
Buenos días profesor Néstor,

Si entendí correctamente lo que el señor de la charla afirmaba él no decía de manera radical que lo percibido no exista, sino que las neurociencias actuales enseñan que lo que percibimos "con el cerebro" (¡sic!) no es una copia exacta de lo real sino una representación utilitaria en vista a la supervivencia o adaptabilidad al medio ambiente. De manera que el rojo del tomate no es que sea rojo 'en el tomate' extramental, sino que así lo construye nuestro cerebro debido a diversas razones que en su momento fueron útiles evolutivamente hablando.

De hecho cuando al final le preguntan al conferencista que si él se describe como una especie de George Berkeley moderno él afirma que no, que lo suyo es distinto. Y me parece se refiere al hecho de que él no niega que lo extramental exista, o que realmente la percepción ocurra, sino que afirma que ésta no es un proceso de reproducción de lo real, sino de interpretación en vista del éxito evolutivo.

En fin, me parece que ese tipo de posturas se fueron demasiado al detalle físico y perdieron de vista ya hace rato la totalidad que presenta el sentido común. Perdieron de vista el bosque para dedicarse a admirar alguna rama.

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Bueno, pero cuando él habla del cerebro ¿el conocimiento que tiene de que tenemos un cerebro es un proceso de "reproducción de lo real" o es una "interpretación en vista del éxito evolutivo"?

¿Tenemos un cerebro realmente, tal como lo percibimos, o es que nos sirve evolutivamente pensar que lo tenemos?

Es decir, ¿nuestro cerebro es "extramental" o no lo es?

Saludos cordiales.

01/08/15 3:47 PM
  
Horacio Castro
Néstor. Sin incurrir en la defensa de una ‘tesis’, porque no es mi propósito, señalo el punto que creo más interesante. Sobre masa de condenación y masa de perdición; solamente reitero que el hombre se salva por gracia de Dios y agrego que Dios elige,- entre la masa de pecadores-, a los que predestina a la salvación “antes de la fundación del mundo”. Así es como entiendo de estricta lógica la reprobación negativa antecedente. Como usted muy bien explica, al haber elegidos, hay “no elegidos” que sin embargo en este orden no están condenados con anterioridad al pecado original y los que siguen. Pero este orden es lógico para Dios y cronológico para nosotros, ‘cuando nos crea’. Dios no crea al hombre para que incurra en pecados, pero permite el pecado a elegidos y réprobos antes de la previsión de sus méritos y deméritos. Dios es Causa Eficiente Primera de todo ser, acto y bien. El hombre es culpable del pecado como causa segunda deficiente, y también en el orden lógico mencionado, Dios elige a sus predestinados en el mismo acto de creación incluyendo al mundo. Sin la gracia de Dios nadie merece la gloria eterna. Trato de ser extremadamente sintético, porque si algunos no entienden (a veces por la costumbre de no leer dos veces antes de cuestionar) que Dios nos puede crear con gracias suficientes y gracias infalibles, no van a faltar los que supongan crueldad divina en cualquier reprobación antecedente por lógica que sea. Mis saludos.

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La reprobación negativa antecedente no puede ser posterior a la previsión del pecado original, porque entonces ya no es antecedente, sino consecuente, es decir, posterior a la previsión divina de las culpas. En efecto, el solo pecado original ya es de suyo motivo suficiente de condenación eterna (si no media la gracia redentora).

Algún tomista, como Gonet, ha dicho que la reprobación divina es posterior a la previsión del pecado original, queriendo aprovechar el argumento de la "massa damnata", que en realidad apunta a dar un "motivo" a Dios para la reprobación: Dios decide justamente dejar al pecador en su pecado.

Esto va contra el principio que dice que los actos de la voluntad relativos al fin son anteriores a los actos de la voluntad relativos a los medios.

El fin para el que Dios ha creado a las creaturas racionales es la vida eterna, los medios para alcanzarlo son los actos libres de esas creaturas racionales.

Por tanto, los actos de la Voluntad divina respecto del fin de las creaturas racionales (elección y reprobación) son anteriores a los actos de la Voluntad divina respecto de los medios para llegar a ese fin (colación de la gracia eficaz y permisión del pecado.)

De ahí se sigue que la permisión del pecado original supone ya el libre decreto de divino de elección y reprobación (negativa).

Y que por tanto, la reprobación negativa antecedente es anterior y no posterior a la previsión del pecado original.

Y además, así como la elección para la gloria es anterior a la previsión de los méritos de las creaturas, igualmente la no elección, en que consiste la reprobación negativa, y que es inseparable de aquella, es anterior a la previsión de las culpas, y por tanto, también es anterior a la previsión del pecado original.

Además, si la reprobación tiene como motivo el pecado original, entonces no debería condenarse ninguno de los bautizados, en los que el pecado original ha sido perdonado. Lo cual es falso.

A esto se puede responder que el motivo de la reprobación no es el pecado original, sino la decisión divina de dejar al hombre en el pecado original. Pero de todos modos se condenarían solamente los no bautizados.

Contenson explica que los teólogos que no admiten la predeterminación física y por eso sostienen que en el estado de justicia original el hombre hubiese podido con la sola gracia suficiente evitar de hecho el pecado, deben basar la elección y reprobación divina en la previsión divina de las culpas y méritos futuros (supongo yo que para explicar la infalibilidad del conocimiento divino), y así, hacen a la elección y la reprobación divinas posteriores lógicamente a esa previsión.

Y por eso dice que le extraña que un tomista como Gonet, que sí admite la predeterminación física, siga ese mismo camino, al menos en lo tocante al pecado original.

Recordemos además que la reprobación negativa antecedente no es todavía la condenación eterna, porque ésta supone la previsión divina de las culpas, y es, por tanto, consecuente y no antecedente a esa previsión.

Saludos cordiales.
02/08/15 4:48 PM
  
Horacio Castro
Nótese el paralelismo entre “incurrir en la defensa” con “incurra en pecados”…
02/08/15 6:38 PM
  
Quidam
Buenos días profesor Néstor:

Lo mismo pienso yo, de hecho alguien me sugirió hace poco que el conferencista debe ser algún tipo de kantiano, ya que afirma que las cosas existen PERO que no las conocemos tal y como son sino tal y como quedan DESPUÉS de atravesar las neuronas y las sinapsis y todo eso.

Sería entonces un kantismo a la moderna, según lo último en neurociencia. Un error viejo con ropa nueva.

Según entiendo lo que él afirma, nuestro cerebro es extramental, PERO no es tal y como creemos que es, sino que eso que creemos que es lo percibimos así por utilidad evolutiva, vaya uno a saber que significa eso.

Lo curioso es que ya al final de la charla el señor este dice que no todos los conocimientos son así de subjetivos, sino solo la percepción sensible. Y dice que lo relativo a la lógica y a la matemática SÍ es objetivo, y que por eso la ciencia funciona.

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Es que ni así. En la hipótesis kantiana-darwiniana que sería entonces la de este autor, todo eso de las neuronas y toda la explicación neurofisiológica sería cuestión de utilidad evolutiva, no podríamos decir que nuestro cerebro sea así realmente.

En realidad, ni motivo tenemos para llamar "cerebro" a lo que haya ahí de "extramental", pues todo el sentido de la palabra "cerebro" viene de esas cosas que percibimos por los sentidos, neuronas, células, líquidos, etc.

Y todo eso, según esta hipótesis, sería solamente "para nosotros", cosa evolutivamente útil, ensoñación fenoménica conducente al éxito.

Saludos cordiales.
03/08/15 5:13 PM
  
Horacio Castro
En mi último comentario corresponde testar "segunda" en "causa segunda deficiente". Gracias.
03/08/15 10:06 PM
  
Juan
Estimado Nestor:

Permítame que le presente una duda. Si es la moción divina la que determina la voluntad humana a querer este bien o este otro, ¿qué es lo que determina a voluntad divina, libre como es, a obrar de una forma u otra, a querer este bien o este otro? ¿Cual es la razón suficiente para las acciones de la voluntad divina?

Un saludo:
Juan G.C.

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Pregunta realmente importante y difícil. La Voluntad divina es realmente idéntica a la Esencia divina, y como tal, bajo ese aspecto, absolutamente Necesaria. Lo mismo hay que decir del acto libre de esa Voluntad divina.

Desde este punto de vista, la razón suficiente del acto de la Voluntad divina es la misma que para la existencia de Dios: la identidad real entre la Esencia divina y el Ser mismo Subsistente.

La libertad del acto de la Voluntad divina respecto de la creatura, entonces, está dada por ese mismo carácter de bien particular que necesariamente tiene todo lo creado o creable, de modo que el acto libre de la Voluntad divina es necesario en sí mismo y contingente y libre por relación a su término creado.

En efecto, la libertad consiste en la indiferencia de la voluntad respecto del bien particular, siendo así que toda voluntad quiere necesariamente el bien como tal.

Esa "indiferencia" quiere decir que el acto libre de la voluntad tiene su razón suficiente siempre en algo distinto de su objeto, pues precisamente la razón de que sea libre es que ese bien particular que es su objeto no alcanza a determinar la elección de la voluntad, de modo que nunca es razón suficiente de la misma.

En el caso del ser humano, la razón suficiente del acto libre queda indicada en la tesis tomista que dice que la voluntad sigue siempre, necesariamente, al último juicio práctico de la inteligencia, pero depende de la voluntad cuál sea el último de los juicios prácticos que va considerando la deliberación intelectual.

De modo que allí la razón suficiente se da en dos planos distintos: en el plano formal y especificativo del acto, es el juicio práctico del intelecto; en el plano eficiente y final, es el acto de la voluntad que hace terminar en ese juicio y no en otro la deliberación.

Santo Tomás aclara, lógicamente, que esa mutua dependencia, bajo distintos aspectos, entre la voluntad y la inteligencia creadas exige que en definitiva la razón suficiente última del acto libre humano no esté ni en la una ni en la otra, sino en Dios, Causa Primera.

En Dios no hay distinción real entre la Esencia divina, la Inteligencia divina, la Voluntad divina, el acto del conocimiento intelectual divino y el acto volitivo divino.

Por tanto, lo de arriba: la razón suficiente del acto libre en Dios, considerado en tanto que realmente idéntico a Dios mismo, es la misma Esencia divina en tanto que realmente idéntica al Acto Puro de Ser.

No es en relación a su término creado, que es un bien particular, que se debe encontrar la razón suficiente de ese acto libre divino, precisamente, porque es libre.

Pero la razón suficiente de que sea libre, que es otra cosa, está, como se ha dicho, en la indiferencia que toda voluntad, divina o creada, tiene frente a cualquier bien particular, pues su objeto, único al que quiere necesariamente, es el bien como tal o bien en general.

En el caso de la Voluntad divina, es claro que su objeto propio es el Bien mismo Subsistente, que es Dios, único al que quiere necesariamente.

Saludos cordiales
05/08/15 11:09 PM
  
Antonio
Me es imposible del todo comprender cómo desde la omnipotencia divina, es posible encajar perfectamente nuestras decisiones libres en el plan eterno e inmutable de Dios, porque ese plan incluye nuestros actos libres; y no seamos capaces de encajar, ni tan siquiera remotamente, un evolucionismo azaroso (incluso ciego) en el plan eterno de Dios alegando que ese plan incluye modificaciones azarosas.

Si el primer planteamiento es verdadero, el segundo ha de ser, por lo menos, posible ¿Alguna solución a tal inconsistencia dogmática? ¿Algún detalle se me escapa?

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Lo primero que yo diría es que si ese evolucionismo está incluido en el plan eterno de Dios, no es ciego.

Lo segundo, es que el azar sin duda que existe, y está incluido en el plan eterno de Dios. Porque el azar, enseña Santo Tomás, existe por relación a las causas segundas, pero no por relación a la Causa Primera, a la cual obviamente nada se le puede escapar ni nada la puede sorprender.

Para entender eso hay que distinguir entre la causa "per se" y la causa "per accidens". La primera es la que produce el efecto al cual tiende por naturaleza, o por deliberación libre; la segunda, es la que produce un efecto al que no tiende de suyo, porque de hecho se cruza con la actividad de otra causa "per se".

Pero ese cruce, por más fortuito y azaroso que sea en sí mismo, está previsto desde la Eternidad en el plan de Dios, sea como algo querido por Dios o como algo solamente permitido por Él.

Lo tercero, es que los seres vivos tienen una naturaleza o esencia, y por eso, no pueden ser fruto de un azar ni siquiera integrado en el plan eterno de Dios. Porque lo que surge del azar es accidental, no esencial.

Lo único que puede "hacer" el azar es reunir partículas para formar complejos accidentales. Pero un ser vivo no es un complejo accidental, sino que es una sustancia unitaria que tiene una esencia, que consta de notas necesariamente unidas entre sí, mientras que todo lo que resulta del azar es contingente.

El azar puede poner en contacto los diversos elementos de una reacción química, pero que la reacción ocurra depende de las naturalezas de esos elementos, y de las leyes necesarias que de ellas derivan, no del azar.

Esas naturalezas y esas leyes, por tanto, son anteriores al azar, y entonces, no pueden ser explicadas por él.

Saludos cordiales.
06/08/15 12:33 PM
  
Antonio
Ningún problema en asumir que el evolucionismo no es ciego, se trata de un calificativo propuesto por los fijistas.

En cierto modo has resuelto mi duda pues entiendo que del mismo modo que la libertad forma parte del plan de Dios, el azar (causa per accidens, según Santo Tomás) también, y que ambas dos pueden ser simplemente consentidas por Dios, no dirigidas por Él (que no es poco para conciliar ciencia y teología).

Pero discrepo radicalmente de tu explicación. Lo digo porque, salvo Dios, todo es contiengente; no sólo los accidentes lo son, incluso las naturalezas o esencias son contiengentes. Ergo tu argumentación basada en distinguir entre causa per se y per accidens no es concluyente. La única conclusión posible que podemos extraer de las premisas que presentas es que es perfectamente posible que las naturalezas surjan del azar (lo cual concilia aún más ciencia y teología).

Algo se nos debe de escapar porque esto no es lo que enseña la doctrina católica ¿Alguna solución concluyente?

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En primer lugar, tanto la libertad, en los actos buenos, como el azar, son causados, no meramente consentidos, por Dios, Causa Primera. En los actos malos, es causado por Dios todo lo que hay en ellos de ser y de bien, y permitido lo que hay de malo.

En cuanto a que todo en la Creación sea contingente, es imposible.

Santo Tomás enseña que no hay nada tan contingente que no tenga algo de necesario. Porque por más contingente que algo sea, no puede existir y no existir al mismo tiempo y en el mismo sentido, o sea, debe obedecer al principio de no contradicción, que es una ley necesaria y la base de toda necesidad. Y eso, a lo largo y ancho de toda la Creación.

Si todo fuese contingente en lo creado, la creatura debería también poder no existir mientras existe, y en sentido compuesto con el hecho de que existe. Lo cual es obviamente absurdo.

Además, es imposible que no haya naturalezas, y si las hay, son necesarias, no contingentes.

Porque como digo en el mensaje anterior, lo contingente es un agregado de partes no necesariamente unidas entre sí.

Si esas partes también son contingentes, serán entonces un agregado de partes no necesariamente unidas entre sí.

Por tanto, no es posible que todas las partes sean contingentes, porque retrocederíamos al infinito.

Debe haber por tanto, partes que no sean contingentes, y que por tanto, tampoco sean un agregado de partes, sino totalidades unitarias, en ese sentido, simples.

Esas son las naturalezas de las cosas, que no son contingentes, sino necesarias.

Por eso en un perro, por ejemplo, lo decisivo no son los átomos, las moléculas, las células, ni los órganos, sino la "forma sustancial", o sea, el núcleo metafísico que hace de todo eso una unidad sustancial, en este caso, un perro.

Recordando que "sustancia" aquí quiere decir "aquello a lo que le compete existir en sí y no en otro".

Es contingente entonces, que el perro muerda a un gato: es un agregado de partes no necesariamente unidas entre sí.

Pero no es contingente que el perro sea mamífero, carnívoro, corpóreo, viviente, animal, etc.

Un perro al que le faltase alguna de esas características naturales no podría aspirar al nombre de "Fido".

Saludos cordiales.
07/08/15 1:01 PM
  
Antonio
No sé en qué punto dice Santo Tomás que en todo ser contingente hay algo necesario. Lo que sí puedo señalar es que Santo Tomás, en su 3ª vía, define contingencia como "quae sunt possibilia esse et non esse". En base a esta definición puedo asegurar sin riesgo a equivocarme que lo que "puede no existir" no es "necesario" y "carece de toda necesidad". Afirmar lo que dices que dice Santo Tomás es contradictorio y (estoy seguro) que jamás se le habría pasado por la mente. Pero es más, si sigo tu línea argumentativa (que insisto en dudar que sea la de Santo Tomás) no tendría más opción que aseverar que lo que no existe ahora, tiene la necesidad de no existir ahora, lo cual resulta mayor disparate ¿Dónde reside esa necesidad si el objeto donde ha de residir no existe? No, lo contingente es contingente y carece de toda necesidad. La necesidad a la que eludes (principio de no contradicción) no reside en ningún individuo (dejo a Dios al margen, siendo Éste un individuo), del mismo modo que tal necesidad no reside en lo que no existe. (No sé por qué pero tu postura me recuerda en cierta manera a la de Guillermo de Champeaux).

Por otro lado estás jugando con el doble sentido aristotélico de "Sustancia", es decir, introduces cuarto término en tu argumentación, lo que me lleva a declarar igualmente inválida tu conclusión. Y esto es así porque si hablas de sustancia segunda, ésta es "in re", no puede existir independientemente de la materia, lo cual la hace contingente según tu definición. Pero si hablas de sustancia primera, los accidentes pertenecen a ella tanto como la esencia, con lo cual a ambos deberías de declararlos de la misma manera, es decir, necesarios, y esta no es tu conclusión.

Quiero entender que eres tú quien intruduce esas contradicciones y que éstas no se hayan es Santo Tomás.

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Santo Tomás dice en I, q. 86 a.3:

"Respondeo dicendum quod contingentia dupliciter possunt considerari. Uno modo, secundum quod contingentia sunt. Alio modo, secundum quod in eis aliquid necessitatis invenitur, nihil enim est adeo contingens, quin in se aliquid necessarium habeat. Sicut hoc ipsum quod est Socratem currere, in se quidem contingens est; sed habitudo cursus ad motum est necessaria, necessarium enim est Socratem moveri, si currit."

Traduzco:

"Respondo que hay que decir que las cosas contingentes se pueden considerar de dos maneras. De un modo, según que son contingentes. De otro modo, según que en ellas se encuentra algo de necesario, pues nada es tan contingente, que en sí no tenga algo de necesario. Como el hecho de que Sócrates corra, en sí es contingente, pero la relación de la carrera con el movimiento es necesaria, y por eso es necesario que Sócrates se mueva, si corre."

Del mismo modo podría haber dicho "es necesario que algo sea un animal, un ser vivo, un mamífero, si es un perro".

Es de prudencia elemental en las discusiones no afirmar cosas de las que uno no está seguro o incluso reconoce que no sabe.

Lo que un autor dijo o dejó de decir no es cuestión de lo que uno está seguro o no que habría dicho o dejado de decir, sino de lo que consta en sus escritos.

De lo que Santo Tomás habla allí es de la necesidad condicional. Supuesto que algo no existe, es necesario que no exista, en sentido compuesto, o sea, en tanto que no existe. Porque es claro que no se puede no existir y existir a la vez, es decir, toda la realidad, contingente o necesaria, está gobernada por la ley necesaria fundamental, que es el principio de no contradicción.

Sin duda que si algo no existe, no es necesario absolutamente hablando que no exista, pero es necesario que no exista mientras no existe, de eso es de lo que habla Santo Tomás.

Precisamente, por el principio de no contradicción, que no tiene nada que ver aquí con Guillermo de Champeaux y su realismo exagerado.

En cuando a "sustancia primera", por ese término Aristóteles entiende precisamente el individuo concreto que existe en sí y no en otro. "Sustancia segunda" es el universal, géneros y especies.

Saludos cordiales.
07/08/15 4:46 PM
  
Juan
Estimado Nestor:

Le agradezco su respuesta, en parte me ha aclarado las cosas y me ha ayudado a ordenar un poco las ideas. Pero me quedan unas dudas. Dice usted: "La razón suficiente del acto libre en Dios, considerado en tanto que realmente idéntico a Dios mismo, es la misma Esencia divina en tanto que realmente idéntica al Acto Puro de Ser." Pero entonces, si la razon de ser de los actos libres de Dios es la Esencia divina, que es necesaria, ¿no serían necesarios, entonces, los actos particulares de Dios (por ejemplo, la decisión de crear al hombre)? Y de nuevo, si no lo son¿Cuál es la razón suficiente de que Dios, por ejemplo, haya creado al hombre, en lugar de no crearlo, siendo así que la voluntad divina es libre y por lo tanto indiferente ante ambas opciones?

Por otro lado, hay una parte de su respuesta que no he entendido muy bien, cuando usted dice: "No es en relación a su término creado, que es un bien particular, que se debe encontrar la razón suficiente de ese acto libre divino, precisamente, porque es libre. "

Muchas gracias, y perdone las molestias y mi ignorancia:
Juan G.C.

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Entiendo que es como digo en el mensaje anterior: el acto libre de Dios es necesario en sí mismo, pues es idéntico a la Esencia divina, y libre por relación a su término creado.

Por eso mismo no tiene su razón suficiente por el lado de su término creado, porque la razón suficiente es lo que determina que algo sea en vez de no ser, y sea así en vez de ser de otro modo, y entonces, el acto sería determinado, necesario, por relación a su objeto o término creado.

Pero la libertad del acto de la voluntad, y por tanto, su contingencia, le viene justamente por su objeto, que es, cuando el acto es libre, un bien particular.

Por eso mismo, además, es que el acto libre puede ser necesario bajo otro aspecto que no sea el de su término u objeto, como sucede con el acto libre divino.

Y es bajo ese aspecto que tiene su razón suficiente, en la identidad entre Esencia y Ser en Dios, Ser Necesario.

Obviamente, una vez más, como es lógico, el ser de Dios trasciende y supera nuestras formas habituales de representarnos las cosas. Lo importante es que lo que se diga al respecto no sea contradictorio.

Saludos cordiales.
07/08/15 6:04 PM
  
Antonio
Editado.

Si pudieses presentar tus argumentos con un poco más de precisión podría responder. De lo contrario es una labor demasiado fatigosa el tratar de entender a qué se refieren.

Saludos cordiales.
07/08/15 8:43 PM
  
Juan
Estimado Nestor:

De nuevo, gracias por su respuesta. Perdone que continue con mis dudas, pero prefiero tener las ideas claras: ¿entonces, tomando el ejemplo que le puse antes, la decisión particular divina de crear al hombre es necesaria en si misma?

Un saludo, y perdone si le causo muchas molestias:
Juan G.C.

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No es ninguna molestia, al contrario. La decisión divina de crear al hombre se puede considerar desde dos puntos de vista distintos: en su relación con la Esencia divina, y en cuanto al objeto o término de ese acto.

En la filosofía tomista se enseña que las facultades y los actos se especifican por sus objetos.

Eso quiere decir: que lo que le da a un acto o a una facultad su naturaleza propia, es el objeto al que tiende. Así, la inteligencia es la inteligencia porque es la facultad que capta el ser, lo que las cosas son; la voluntad es la voluntad porque es la facultad que tiende al bien, etc.

Desde el punto de vista, entonces, de su relación con la Esencia divina, esa decisión divina es necesaria, pues se identifica realmente con esa Esencia necesaria.

Pero ese no es el punto de vista especificativo de ese acto divino, sino el objeto que tiene, que por ser algo creable, es un bien particular, contingente, finito, que por lo mismo no puede determinar a ninguna voluntad a que lo elija.

Y por eso mismo, desde ese punto de vista que especifica a esa decisión divina como tal, es una decisión libre.

Saludos cordiales.
08/08/15 12:36 AM
  
Antonio
Difícil puesto que mezclas los conceptos. Primero dices una cosa (las esencias tienen algo de necesario), pero luego dices que lo que tiene algo de necesario es lo que tiene existencia en sí mismo. Es decir, que te has liado y no puedes responder a mis preguntas.

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"Necesario" es lo que no puede no ser, y eso se da de varias formas diferentes.

Absolutamente necesario, es solamente Dios, el Ser que tiene en su misma Esencia la existencia actual.

Después, toda esencia, aún meramente posible, es necesaria, en el sentido de que no puede no tener las notas que la constituyen, simplemente, porque si cambia una sola de ellas, ya no es esa esencia, sino otra distinta.

Hay verdades necesarias, que son aquellas proposiciones cuya negación implica contradicción.

Y, como dice Santo Tomás, en toda cosa, por contingente que sea, hay algo de necesario, porque en tanto es lo que es, no puede no serlo, y en tanto existe, no puede no existir, por el principio de no contradicción.

Saludos cordiales.
12/08/15 11:21 AM
  
Antonio
Siento la tardanza.
"Absolutamente necesario" es un pleonasmo.
"Relativamente necesario" un oxímoron, por tanto, contradictorio.

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"Absolutamente necesario" quiere decir "necesario bajo todo punto de vista", mientras que "relativamente necesario" quiere decir "necesario solamente desde algún punto de vista", así que no hay ni pleonasmos ni oximorones.

Toda esencia posible es necesariamente eso que es, porque si se le cambia una sola de sus notas, ya no es esa esencia, sino otra. Pero no toda esencia existe necesariamente, porque solamente en el caso de la Esencia divina la existencia forma parte de esa Esencia.

Así que las esencias finitas son necesarias bajo suposición o relativamente: si el caballo existe, no puede no ser un mamífero. Pero no tiene porqué existir.

Los caracteres accidentales son más contingentes todavía, porque la esencia finita puede no tenerlos aún en el caso de que exista.

Y sin embargo, en tanto que existe y tiene esos accidentes, tampoco puede no tenerlos, es decir, no puede tenerlos y no tenerlos a la vez. Eso también es necesario, y también es relativamente necesario.

En cambio, Dios no solamente no puede no ser Infinito, Único, etc., sin dejar de ser Dios, y no puede tener accidentes, sino que además existe necesariamente.

Saludos cordiales.
17/08/15 2:18 PM
  
Antonio
Me debo de explicar muy mal si sigues manteniendo tu postura contradictoria.

Si algo es contingente, no puede ser necesario, porque lo necesario es lo que no puede no ser, y contingente es precisamente lo que puede no ser.

Reza el principio de no contradicción que algo no puede ser y no ser a la vez o respecto de lo mismo. Por tanto algo no puede ser contigente y necesario a la vez. Y si hay algo necesario, será otra cosa, no lo contingente.

Dicho con otras palabras, y utilizando la eficaz filosofía analítica, cuando afirmas que:

- "Supuesto que algo no existe, es necesario que no exista, en sentido compuesto, o sea, en tanto que no existe". El sujeto de "es necesario que no exista" es "necesario", nunca "ese algo que no existe".

- "Toda esencia posible es necesariamente eso que es", "necesariamente" es un complemento circustancial que afecta a la cópula, no al sujeto "toda esencia posible"; por tanto, el sujeto contingente carece de necesidad, la necesidad reside en la relación descrita. Lo mismo cabe decir de "Si un caballo existe, necesariamente es un mamífero". Idéntico caso del hecho de que Sócrates corra y que por eso es necesario que Sócrates se mueva .

Por tanto, ninguna esencia finita es necesaria ni bajo suposición, ni relativamente. Afirmar lo contrario es caer en contradicción. Espero haber aclarado suficientemente lo que a todas luces es una clamorosa contradicción.

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No te gastes poniendo adjetivos porque eso no mejora la calidad de tus argumentos. Tu exposición contiene varios errores:

El principio de no contradicción dice que algo no puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido. Al mismo tiempo pero en sentidos distintos, o en el mismo sentido pero en tiempos distintos, sí se puede ser y no ser. Por ejemplo, algo puede ser alto y no alto al mismo tiempo, según que se lo compare con una hormiga o con un rascacielos; y puede ser joven y no joven en el mismo sentido de "joven", pero en tiempos diferentes.

Por tanto, del principio de no contradicción lo único que se sigue es que no se puede ser contingente y necesario al mismo tiempo y en el mismo sentido o bajo la misma relación. Pero eso no quita que se pueda ser contingente y necesario al mismo tiempo bajo relaciones diferentes, que es lo que sucede en los casos que he llamado "relativamente necesarios" o "necesarios bajo suposición".

Es absurdo decir que el sujeto de "es necesario que no exista" es "necesario", porque "necesario" es la modalidad con que el predicado "no existe" se atribuye al sujeto "algo que no existe". El modo en que el predicado se atribuye al sujeto en una frase no es el sujeto de esa frase.

En "toda esencia posible es necesariamente eso que es", "necesariamente" es la modalidad con la que la cópula verbal "es" atribuye al sujeto "toda esencia posible" el predicado "ser eso que es". Eso quiere decir que tal predicado le corresponde necesariamente a esa esencia posible, de modo que ésta no puede no tenerlo.

Pero ese predicado es justamente "lo que esa esencia posible es", lo cual quiere decir que dicha esencia posible se pertenece necesariamente a sí misma, y en ese sentido es necesaria, o sea, bajo la suposición de sí misma.

Y eso es exactamente decir que dicha esencia posible es necesaria bajo la "relación descrita", como dices.

Y lo mismo hay que decir del ejemplo del caballo y del ejemplo de Sócrates.

A ver si con esto desaparece tu confusión.

Saludos cordiales.
17/08/15 10:06 PM
  
Antonio
Con una leve edición, nada más.

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¿Desde cuándo un adjetivo (incluso el adjetivo "necesario") indica modalidad? Los adeverbios, locuciones adverbiales y ciertos sintagmas sí pueden hacerlo; los adjetivos no. Como la oración "es necesario que no exista" puede ser sustituida por "lo es necesario", no queda más remedio que afirmar que "necesario" es el sujeto, y "que no exista" es atributo.

Por otro lado ¿Desde cuándo un advervio "corresponde", no ya a un sujeto, sino tan siquiera a un sustantivo? A un verbo, a un adjetivo y a ciertos sintagmas es posible; a un sustantivo no. "Necesariamente" se predica de la cópula, no de esa "esencia posible" a la que se la atribuyes.

Saludos.

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Tanto "el hombre es necesariamente mamífero" como "es necesario que el hombre sea mamífero" son proposiciones modales, y el modo de cada una de ellas es la "necesidad".

Pero la primera es modal "de re", la segunda, modal "de dicto". La primera afirma la necesidad con que el predicado "mamífero" corresponde al sujeto "hombre", la segunda afirma la necesidad con que es verdadera la proposición "el hombre es mamífero".

En este segundo caso, el sujeto es la proposición "el hombre es mamífero", el predicado es "es necesario", es decir, la proposición es necesariamente verdadera.

Además, "necesariamente", por sí, no se predica, sino solamente como modalizando al "es" en "es mortal" o "es mamífero". O sea, es la modalidad con que un predicado corresponde al sujeto. El que corresponde al sujeto no es primeramente la modalidad, sino el predicado "es mortal" o "es mamífero", lo que pasa es que le corresponde con esa modalidad: "necesariamente".

Saludos cordiales.
28/08/15 1:27 PM
  
Antonio
¿Qué pruebas aportas de que "es necesario" no es sujeto? yo te he aportado una por la que descubrimos que "es necesario" es sujeto y "que el hombre sea mamífero" es atributo. Puedo aportar más pruebas: "que el hombre sea mamífero se predica de necesario" y si se predica de "necesario", entonces "necesario" es el sujeto ¿He de rechazar las pruebas frente a la autoridad? No es el camino.

En el segundo caso ya te has venido a mi punto inicial: necesariamente no corresponde al sujeto, sino a la relación, es decir, que no hay nada necesario en las sustancias contingentes, sino únicamente en la relación con la que un predicado puede ser atribuido a un sujeto.

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Es lo mismo decir "que el perro sea mamífero es necesario", que decir "es necesario que el perro sea mamífero". En ambos casos el sujeto es la proposición "el perro es mamífero", no importa si va al comienzo o al final de la frase, sino qué cosa se atribuye a qué: la cualidad de ser necesario a la frase (correcto) o la frase a la cualidad de ser necesario (absurdo).

En el segundo caso, precisamente, "necesariamente" es "de re", lo que expresa es la relación necesaria entre la cosa designada por el sujeto, la sustancia, por ejemplo, y el predicado.

Saludos cordiales.
29/08/15 11:26 AM
  
Antonio
¿¿¿???" sino qué cosa se atribuye a qué: la cualidad de ser necesario a la frase (correcto) o la frase a la cualidad de ser necesario (absurdo)"¿¿¿???

Contraejemplo: "Rojo es un color". "Rojo" (cualidad) es atribuido a "color" (sustantivo), y no estamos ante ningún absurdo.

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Néstor.

En tu ejemplo, "ser un color" se atribuye a "rojo". Lo dices tú mismo más abajo.

Pero mi argumento consiste en que es claro que "ser necesario" es un atributo de la frase "el perro es mamífero", y no a la inversa.

Es "El perro es mamífero" lo que es necesario, y no lo necesario lo que es ¿elperroesmamiférico?...

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Prueba: sustituir el atributo por "lo", que es la única prueba definitiva para estos casos y es la que vengo utilizando desde el principio. "lo es el rojo" (correcto); por lo tanto, color se atribuye de rojo y no a la inversa. Lo mismo que "necesario" y "que perro sea mamíefero": "lo es necesario".

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Néstor.

Pues no. Que que perro sea mamífero es necesario, es verdad, pero no es verdad que ser necesario sea ser que perro sea mamífero. Lo necesario puede ser muchas otras cosas, por ejemplo, que el cocodrilo sea un reptil.

Del mismo modo que el rojo sin duda es un color, pero no necesariamente un color es el rojo.

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Respecto a lo segundo, te sigues adviniendo a mi postura inicial y contraria a Santo Tomás, no hay nada necesario en los seres contingentes, en todo caso en alguna relación, pero esa relación no es el ente contingente. Ya no hay confrontación porque la relación no se encuentra en la sustancia. Que le corresponda, sí; que se encuente en él, no.

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Néstor.

En primer lugar, la relación, si es real, sí está en la sustancia, es un accidente de la misma, según Aristóteles. Y no es un accidente lógico o predicable, sino un accidente categorial o predicamento.

Por otra parte, cuando digo que los entes contingentes son necesarios bajo alguna relación, lo que quiero decir es que lo son bajo algún aspecto, y eso no implica necesariamente una relación real, como cuando decimos que la silla, en tanto es verde, no puede no ser verde. Ahí la única relación que hay es la de identidad, que es de mera razón.

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Ejemplos de predicables que no se encuentran en las sustancias de los que se predican hay a montones, por ejemplo: "Juan está en la plaza". Es evidente que el dónde no se encuentra en el sujeto. Lo mismo sucede con la relación: "X es amigo de Y" ¿la relación se haya en el primero, en el segundo, o está bilocada y se haya en ambos? Las tres respuestas son absurdas. La relación corresponde a ambos, pero no se encuentra en ninguno de los dos. Etc. Por consiguiente no se encuentra nada necesario en los seres contingentes

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Néstor.

En cuanto a "Juan está en la plaza", la ubicación es otro accidente real en Aristóteles, que por tanto sí está en la sustancia. A modo de accidente, claro, no lógico o predicable, sino real, es decir, categorial o predicamental.

Cuando decimos que X es amigo de Y, tenemos ahí dos relaciones distintas, que son dos accidentes reales, uno de la sustancia X y otro de la sustancia Y.

La que está en X es la relación "ser amigo de Y", que tiene a X como sujeto y a Y como término; y la que está en Y es la relación "ser amigo de X", que tiene a Y como sujeto y a X como término.

La relación, en efecto, es un accidente que está en una cosa, que es su sujeto, ordenándola a otra cosa distinta, que no es sujeto, sino término, de esa relación.

No es una cuerda que ata a ambas cosas o un jinete que cabalga sobre dos caballos con un pie en cada uno.

La relación de amistad, además, tiene la peculiaridad de que es recíproca, por eso tiene que haber dos relaciones del mismo tipo: "amigo de".

No así la relación de "filiación", por ejemplo, que es un accidente que está en el hijo, ordenándolo al padre, pero no exige otro accidente del mismo tipo en el padre, ordenándolo al hijo. De lo contrario el padre debería ser hijo de su hijo.

Lo que hay en el padre es otra relación distinta, la de "paternidad", que tiene como término al hijo.

Pero de nuevo, el decir que algo es necesario bajo cierta relación quiere decir solamente "bajo cierto aspecto", que podrá ser una relación real o no.

Y es cierto que el sujeto de la propiedad necesaria, cuando ésta se basa en una relación, puede no ser sujeto de esa relación.

Por ejemplo, si decimos que el perro, en tanto que es conocido, no puede no ser conocido, ésa es una necesidad basada en la relación del cognoscente con lo conocido.

Ahí el sujeto de la relación no es el perro, sino el que conoce al perro, porque la relación cognoscitiva tiene su sujeto en el cognoscente, que es el único afectado por el conocimiento, que lo hace relativo a la cosa conocida.

Y otras veces el sujeto de la propiedad necesaria basada en una relación es el sujeto de esa relación. Por ejemplo, el efecto, en cuanto tal, no puede no depender de su causa, porque la relación real de dependencia respecto de una causa, de cual el efecto es sujeto, es constitutiva de la noción de "efecto" en cuanto tal.

Pero otras veces la propiedad necesaria no se basa en relación real alguna, como cuando decimos que el hombre, en tanto animal, no puede no tener capacidad de conocimiento sensible. Aquí no es una relación real, sino un aspecto del ser del hombre, aquel bajo el cual el hombre, que es contingente, viene a tener una propiedad necesaria.

Saludos cordiales.
30/08/15 5:13 PM
  
Antonio
Lo que afirmas del lugar me ha descolocoado del todo, he tenido que ira las fuentes:

"De modo que todas las demás cosas, o bien se dicen de las entidades primarias como de sus sujetos, o bien se están en ellos como en sus sujetos" Aristóteles. Categorías, 2b, 3.

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Néstor:

En primer lugar, no he afirmado nada sobre el lugar, valga la redundancia, sino sobre el "dónde", que es un accidente de la sustancia, según Aristóteles, y que por tanto "está en" ella, como veremos por lo que sigue.

Otra cosa es el "lugar", que no está en la sustancia "ubicada", y por tanto, no es un accidente de esa sustancia, sino que es "el límite inmediato del continente", por ejemplo, del aire alrededor de la sustancia corpórea.

Está por tanto, en el continente, o es algo de él, y no está en la sustancia contenida.

En segundo lugar, aquí la diferencia que hace Aristóteles, por lo que dice más abajo, es entre aspectos de la sustancia, por así decir (lo que se dice de algo como de su sujeto) y accidentes (lo que está en algo como en su sujeto).

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"hombre se dice del hombre individual como de un sujeto, pero no está en un sujeto -hombre, en efecto, no está en el hombre individual" Aristóteles. Categorías, 3a, 11.

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Néstor:

En efecto, la naturaleza humana no es un accidente, no está en el hombre como en su sujeto, pero se dice del hombre individual, como sujeto de la naturaleza humana, no en el sentido en que la sustancia es sujeto del accidente, sino en el sentido en que el individuo es sujeto de su naturaleza o especie.

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"Pedestre y bípedo se dicen del hombre como sujeto, pero no están en un sujeto" Aristóteles. Categorías, 3a, 23.

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Néstor:

Igualmente, "pedestre" y "bípedo" no son accidentes del hombre, sino aspectos de su naturaleza y sustancia.

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No sé si hace falta que siga. Saludos.

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Néstor:

Ni hace falta ni tiene que ver con lo que estamos discutiendo.

Saludos cordiales.
31/08/15 10:35 PM
  
Antonio
Lo voy pillando. Según el aristotelismo:

Los accidentes se pueden predicar de un sujeto o no, pero siempre se dan en un sujeto.

Las sustancias segundas no se dan en un sujeto, pero se pueden predicar de un sujeto o no.

Las sustancias primeras ni se dan en un sujeto, ni se dicen de ninguno.

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Pues yo diría que así es, sí.

Saludos cordiales.
03/09/15 1:43 PM
  
Néstor
Agradezco al amigo Marino la sugerencia que me hecho corregir y mejorar, pienso, la parte tocante a la relación entre negación divina de la gracia eficaz y permisión divina del pecado.

Saludos cordiales
03/09/15 5:15 PM
  
Juan
Estimado Nestor:

He vuelto a leer atentamente su respuesta a mi primer comentario y ya me ha quedado claro todo. Muchas gracias por sus respuestas y por su trabajo exponiendo todas estas cuestiones teológicas y filosóficas, pues nos hace un gran favor a muchos tanto con sus "post" como con las respuestas a los comentarios. Perdone las molestias.

Un saludo:
Juan G. C.

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Me alegro mucho, saludos cordiales.
04/09/15 3:39 PM
  
la verdad nos hará libres
Yo sigo pensando que Dios quiere que todos los hombres se salven libremente, y por eso ofrece su gracia a todos, sin forzar a nadie a aceptarla.
Gracia que se puede rechazar porque Dios tiene la voluntad de respetar nuestra libertad. Aceptarla no tiene ningún mérito por nuestra parte, porque es Dios quien la da. Rechazarla sí tiene culpa por nuestra parte porque podríamos haberla aceptado puesto que Dios nos la ha dado a todos con la posibilidad real de aceptarla sin necesitar ningún añadido por parte de Dios, para que la aceptásemos y es por eso que se nos puede exigir responsabilidad por cerrarnos a Dios. En cambio si fuera Dios el que hubiera elegido que a nosotros nos faltara lo que necesitamos para aceptarle, no se nos podría pedir responsabilidad por ese rechazo.
Respecto a lo de sentido dividido etc estoy de acuerdo con las críticas que se hacen al blogger -en la misma línea de las que hice en su día.
Y también comprendo a quienes dicen que esto no les aporta nada positivo a su vida de fe sino que le plantea dudas y sentimientos negativos.
Yo estoy conforme con la doctrina católica, que como otros han recordado no obliga a aceptar como dogma estas explicaciones en la línea del tomismo -con rechazar el calvinismo, el pelagianismo etc vamos bien.
El concilio de Trento me parece muy oportuno y lo que dice sobre el tema me convence totalmente.
Las explicaciones del blogger las guardaré por si el día de mañana entiendo algo distinto, pero por ahora sigo igual que antes no viéndole ningún sentido para la vida real de fe.
De todos modos estoy muy agradecida por la síntesis expuesta de todo lo que se ha dicho sobre el tema de gracia y libertad, aunque por ahora me quede sólo con lo más importante: con el evangelio, con el catecismo, con el concilio de Trento y con el sentido común y pase de teologías y tecnicismos que me lo complican en vez de aclarármelo -a mí y por lo que he visto a la mayoría de las personas, con algunas excepciones.
Gracias y un saludo en Cristo.

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Eso que Ud. expone es el molinismo: Dios da a todos la gracia suficiente, y elige a los que ve que la aceptan libremente, haciéndola así eficaz, extrínsecamente, por el consentimiento de la creatura, y reprueba a los que ve que la rechazan.

O sea, no es rechazar la teología, sino que es una teología.

En el tomismo es una gran verdad que Dios no fuerza a nadie a aceptar la gracia, porque lo que se acepta libremente no se acepta en forma forzada, y Dios nos mueve con eficacia infalible a actuar libremente y en particular, a aceptar libremente la gracia.

En el tomismo, la gracia suficiente se puede rechazar también en sentido compuesto, de donde se sigue que a veces se rechaza; la gracia eficaz, sólo en sentido dividido, de donde se sigue que de hecho no se la rechaza nunca.

En la fe católica, aceptar la gracia, y en general, hacer el bien bajo la gracia divina, sí tiene mérito, y ese mérito es el que nos hace merecer, valga la redundancia, la vida eterna. Nuestros méritos son fruto de la gracia de Dios, y por eso la Liturgia le dice a Dios: “Coronando nuestros méritos, coronas tus dones”.

Además es obvio que si un determinado acto libre, como es rechazar la gracia, es moralmente malo, el acto libre contrario, aceptar la gracia, es moralmente bueno.

Ahora bien, si como dice el molinismo, Dios da la misma gracia a Pedro y Juan, y sin más ayuda divina, Pedro hace el bien y Juan no, entonces es claro que la diferencia no viene de Dios, sino de Pedro y de Juan.

Y entonces, el aceptar la gracia, en Pedro, que es justamente lo que lo distingue de Juan, no es don de Dios, no viene de Dios, no depende de la gracia divina.

Y es algo bueno, sin duda, porque es lo que distingue a Pedro de Juan, en esta hipótesis, y es lo que hace que digamos que Pedro hizo bien y Juan no hizo bien o hizo mal.

Porque es claro que rechazar la gracia es malo y aceptarla es bueno y no es tampoco indiferente.

De hecho, la aceptación de la gracia es un acto libre, y como tal, moralmente calificable, de hecho, es moralmente bueno.

Y entonces ahí tenemos algún bien, y no cualquier bien, sino el que hace en definitiva la diferencia entre Pedro que se salva y Juan que se condena, nada menos, que no viene de Dios.

Porque en este planteo, recordemos, la diferencia no la hacen Dios y su gracia, pues la gracia que se da a Pedro y Juan es exactamente la misma, y es sólo la libre respuesta de Pedro y Juan la que los distingue uno de otro.

Efectivamente, a ambos se ha dado igualmente la misma posibilidad de aceptar la gracia. Lo que los distingue no es eso, sino la aceptación libre actual, ese bien grandísimo que Pedro tiene y Juan no tiene.

Eso es lo que los tomistas decimos que es imposible: que haya algún bien en la creatura que no proceda del Creador.

Para que seamos responsables de ese rechazo, alcanza con que podamos no rechazar, y rechacemos libremente. Ese poder no rechazar o poder aceptar, como dijimos, Dios lo da a todos los hombres, en el tomismo, bajo el nombre de “gracia suficiente”.

La gracia eficaz es necesaria, recordemos, no para poder aceptar la gracia, o para poder no rechazarla, sino para aceptarla de hecho. O sea, para ese gran bien que Pedro tiene y Juan no tiene en nuestra hipótesis.

Saludos cordiales.
12/09/15 4:34 PM
  
la verdad nos hará libres
Aunque le agradezco que me atribuya una tendencia teológica, yo no paso de la lógica del sentido común y me extrañaría mucho ser molinista (por lo que usted nos explicó en su día me parecen tan complicados y lejanos del pensamiento de la gente normal en este aspecto de la predeterminación como el tomismo).
Lo de la gracia suficiente que no es suficiente con la excusa de hacer una diferenciación entre el sentido dividido y el compuesto para que la suficiente sin la eficaz no sea suficiente sigo viéndolo exactamente igual.
Sigue pareciéndome un artificio en donde poder no es poder, libertad no es libertad etc.
Yo cuando hablo de poder, libertad, rechazar, utilizo los términos normales del lenguaje sin más.
Y no creo que sea cierto que el que acepta la gracia tenga ningún mérito pues todo el mérito es del que da la gracia, aceptar no es más que no oponerse, no hacer nada, de modo que sigue siendo cierto que todo el bien procede de Dios.
La diferencia la hace el que se opone a la gracia no recibiendo el bien que procede de Dios, como todo bien, pero no recibiéndolo culpablemente, pues se le ha dado lo mismo que al que aceptó y si quiere puede aceptarla y entonces Dios la hará eficaz.
Pero esto está al alcance de todos y el mérito siempre es de Dios de donde procede todo bien -como está al alcance de todos rechazarlo.
Así que no, yo creo que no tenemos ningún mérito cuando somos buenos, que todo es cosa de Dios, pero creo que sí tenemos demérito cuando no dejamos que Dios actúe en nosotros y por medio de nosotros. No es que el bueno tenga un plus, es que el que obra mal se rebaja a un menos despreciando la gracia que Dios le da.
Pero no sé si debería haberle contestado más que para dar las gracias y nada más, pues si bien le agradezco la deferencia de su contestación, también tengo claro que contestarle supone por mi parte repetir todo esto que ya lo he dicho mil veces antes sin llegar a ningún sitio. Así que mis disculpas por enredar tanto, pero es que el tema me interesa, aunque debería saber a esas alturas que no voy a llegar a ninguna parte siguiéndolo.
Gracias y hasta otra ocasión.

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Efectivamente su tesis coincide, en lo que afirma, con el molinismo. Sin duda que éste presenta más desarrollos, pero son consecuencias lógicas de esas afirmaciones fundamentales.

En los debates filosóficos y teológicos lo interesante no es intercambiar pareceres, sino argumentos. De lo contrario, cualquiera puede afirmar lo quiera sin fundamento alguno.

En cuanto a aceptar la gracia, la cuestión primera es si en ello interviene la libertad de la creatura, o no.

Sería una curiosa forma de defender la libertad decir que la aceptación de la gracia por parte de la creatura racional no es libre.

Ahora, todo acto o no acto libre es moralmente bueno o malo, al menos, concretamente considerado.

En efecto, la libertad no es solamente la libertad de hacer esto o aquello, llamada libertad de especificación, sino también la libertad de hacer o no hacer, llamada libertad de ejercicio.

De hecho, las omisiones tienen también calificación moral, lo que no podría ser si no fuesen libres.

Incluso, entonces, en la hipótesis de que aceptar la gracia sea no hacer nada, si es un no hacer libre, será bueno o malo moralmente, y es claro que ha de ser bueno.

Y ese bien, entonces, como todo bien, ha de venir de Dios.

Por otra parte, sigue la interrogante de cómo es posible que tanto aceptar la gracia como rechazarla consistan en no hacer algo. Da la impresión de que la creatura entonces nunca hace nada, lo cual es falso, claro está.

Porque, según esto, aceptar la gracia sería “no oponerse” a ella, y rechazarla sería “no recibirla”…

En cuanto a la afirmación de que no tenemos mérito cuando somos buenos, es contraria a la fe católica. Dice el Concilio de Trento, en su Sección VI, canon 32 sobre la justificación:

“Si alguno dijere que las buenas obras del hombre justificado de tal manera son dones de Dios, que no son también buenos merecimientos del mismo justificado, o que éste, por las buenas obras que se hacen en Dios y el mérito de Jesucristo, de quien es miembro vivo, no merece verdaderamente el aumento de la gracia, la vida eterna y la consecución de la misma vida eterna (a condición, sin embargo, de que muriese en gracia) y también el aumento de la gloria, sea anatema.”

Por otra parte, si el que obra mal tiene un menos, el que obra bien tiene un más o un “plus”, porque son conceptos correlativos. No puedo tener menos que Juan si Juan no tiene más que yo.

Saludos cordiales.
15/09/15 1:30 AM
  
Federico María
JHS

Lucidez digna de un verdadero discípulo de Santo Tomás... Felicitaciones.

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Gracias. Disculpe que lo edite, pero no quiero personalizar el tema.

Saludos cordiales.
06/11/15 8:28 PM

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