26.12.17

"Las anécdotas", por Óscar Ojea

Lo acaba de proclamar, a todos los vientos australes el casi neonato Presidente de la CEA, mons. Óscar Ojea: “La figura del Papa está afectada, en Argentina, por algunos medios que, sobre todo, se detienen en anécdotas". Y abunda -pretende desenmascarar, supongo- en las intenciones de tales medios: “hay un deseo", dice, de “dañar su figura". Supongo que, si lo dice tan rotundamente, lo sabrá; o, al menos, tendrá sus sospechas. Digo yo.

Con todo, y aún circunscribiéndose en sus declaraciones a la Argentina, mons. Óscar -promovido a obispo auxiliar de Buenos Aires por el card. Bergoglio en 2006; en 2009, obispo coadjutor de San Isidro, con derecho a sucesión, cosa que alconzó al poco- se suma al desfile de declaraciones y aplausos al Santo Padre en un intento -¿vano?- de acallar lo incallable.

El tiempo -la Providencia, claro-pondrá la cosas en su sitio. Y de hecho para mons. Ojea -de abuelos gallegos asentados en aquel enorme país- el tema está claro y cerrado: “El Magisterio de Francisco lo va a sobrevivir". Me parece que, sin la inestimable ayuda de Santa Lucía, no creo… Hay publicadas unas palabras de Fracisco, bien que “of the record", en las que hacía la confidencia de no querer pasar a la historia como el Papa que la lió. [No son las palabras textuales: sólo recojo la idea].

Ahora bien, ¿a qué se refiere, monseñor, cuando califica las descalificaciones públicas y pubicadas como anécdotas? Porque poner como ejemplos que si se ha reunido con esta persona y no con esta otra, que si más veces con esta que con la otra, si sonríe o no sonríe, si entrega un rosario o no, etc., efectivamente son anécdotas.

Pero las cosas no van por ahí. ¿O quizá no se ha enterado don öscar? ¿No le han llegado las palabras del Papa de felicitación de la Navidad a sus curiales? ¿Y las del año pasado, o las del anterior? ¿El “pollo” que se ha montado con la AL -que ha partido ya en dos prácticamente a la propia Iglesia, que ya es partir- es por si ha dado un rosario de más o de menos, o por si ha puesto una coma de más en el texto, o por tener alguna falta de ortografía? Un poquito de seriedad, monseñor. Que el cargo se lo pide. Que va para cardenal, oiga.

Esto -estas posturas, este pasteleo, esta falta de cuajo, estas sinsongardas, esta inanidad, esta superficialidad en quien forma parte de la Jerarquía católica-, es lo que más desgarra a las almas buenas, que las hay: mucho más abundantes que las malas, por supuesto. Y que hacen mucho menos ruido, también. Pero no se chupan el dedo; por el contrario, sufren bastante más.

A mi, personalmente, si recibe a Evo nada más proclamar éste el aborto libre en su país o le deja de recibir, me trae sin cuidado. Que lo reciba el Papa; lo del aborto, en absoluto, pues es una auténtica monstruosidad. Pero por recibirle, ni he escrito ni voy a escribir una sola línea. Pero sobre la AL he escrito muchas; y si hace falta -si lo considero oportuno-, seguiré escribiendo: porque no puedo callar. Para nada.

Y pretender que la AL es “una anécdota", o “camuflar” lo que ahí se dice -y se confirma luego personalmente por el autor- con el tema de los rosarios o de  las sonrisas, pues qué quiere que le diga, monseñor.

Pues se lo voy a decir: ¡¡¡MUY MAL!!!

Ya sé que usted no me va a leer: pero es que no escribo para usted. Escribo para la Iglesia, para las buenas gentes, para tantos obispos y para muchos más sacerdotes: para no dejarles solos;  para los que han dado la cara, y especialmente para aquellos a quienes se la han partido. Y escribo porque soy sacerdote.

Y por el Señor. Porque ¡pobre Jesús!

23.12.17

El último gesto. (De momento)

Me refiero al ya tradicional rapapolvos -por decirlo suavemente- que, con motivo de la Navidad y el fin de Año, el papa Francisco obsequia a la Curia vaticana, en especial a sus “cardenales": año tras año, estoicamente, hacen honor a su “cargo y designación", de tal modo que, al finalizar la perorata pueden enseñarlos -los “cardenales"- con orgullo, o con resignación, o con dolor, o con hartazgo…, o incluso convencidos de que es el correspondiente aguinaldo navideño y va, por tanto, en el sueldo. Y a esperar el próximo año con paciencia cristiana. ¡Ejemplares, oigan! ¡Unos santos! Cuasi mártires, me atrevería a decir, como denunciará el propio Papa.

Es algo absolutamente desconocido en toda la historia de la Iglesia. Desde luego, nada que hayamos visto u oído jamás, incluso los que rondamos ya los 70 años. Debe ser marca de la casa: el “modus bergollianus” o “modus bonaerensis” de felicitar algo, o de aproximarse a eso. Nos vamos ya acostumbrando. Y como siempre hay quien aplaude, sonriente y complaciente, sea lo que sea lo que venga de la cúpula… por ser la cúpula precisamente. Uues estupendo. Y así pasamos otro añito más.

Por cierto y aprovechando: ¡muchísimas felicidades!

Y vamos al discursito, que no tiene desperdicio. Distinguiendo siempre claramente -como es natural, y como nos dejó por escrito el papa Benedicto-, entre “persona e institución"; porque si no, nos liamos y la liamos.

Lo primero que sorprende -aunque deberíamos estar ya acostumbrados dada la reincidencia en los tonos y en los contenidos- es la dureza de las expresiones que utiliza el Santo Padre: “traidores de la confianza", que “se aprovechan de la maternidad de la Iglesia", que “se dejan corromper por la ambición y la vanagloria", que “se autodeclaran equivocadamente mártires del sistema, del Papa desinformado, de la vieja guardia", metidos en una “desequilibrada y degenerada lógica de las intrigas", un “cáncer… que se infiltra en los organismos eclesiásticos y en las personas que trabajan en ellos".

¡Y va para los de allí mismo! Si alguien esperaba, a estas alturas de la historieta, algo parecido a una felicitación…, ¡apañados estaban!

El problema que generan estas palabras, estas muy gruesas -por clarísimas- acusaciones anónimas -no señalan a nadie, pero así abarcan a todos; lo cual refuerza sus efectos internos-, es una brutal desconfianza hacia la persona que las emite. Creo yo. Máxime en un acto público y solemne. Y en vísperas, como quien dice, de la Navidad, y precisamente en ese contexto. Lo que lo enfatiza aún más todo. Pero él sabrá. Supongo.

Después de esto, reclamar como hace “fidelidad a todos los que trabajan en la Santa Sede” suena desafinado, desacertado, imposible de asumir si eres normal; peor aún si eres como te ha pintado Francisco. Y acabar acudiendo a la “estrella de Belén” para que a todos “nos guíe hacia el lugar donde yace el Hijo de Dios, no entre reyes y el lujo [que ya se sabe que TODOS los cardenales, obispos, religiosos, sacerdotes, y buenos católicos en general pasan siempre y desde hace más de 2000 años la Navidad entre los reyes, los lujos y los ricos] sino entre los pobres y los humildes"…: típical, tipical. Ni Mota lo clava mejor.

Pero lo que más me ha sorprendido es cuando pretende enseñarles a sus subordinados lo que espera de ellos, cuando él mismo -con palabras y gestos- desmiente esa actitud, un día sí y otro también: “que fueran antenas para recibir mensajes: se trata de percibir las instancias, las cuestiones, las preguntas, los gritos, las alegrías y las lágrimas de las Iglesias y del mundo para transmitirlas al Obispo de Roma y permitirle que pueda llevar a cabo con más eficacia su tarea y su misión de principio y fundamento, perpetuo y visible, de la unidad de fe y de comunión".

¿Se refiere al James, al Tobin, al Müller, al Marx, al Kasper, al Maradiaga, al Schönborg, al G-9, a los de Malta, a los de Buenos Aires, a los polacos, al filipino, a los del IOR, a los de Santa Marta…? ¿A quién y a qué se refiere? ¿Le hemos visto alguna vez hacer caso de lo que se le dice; en especial cuando se le contradice con razones y argumentos doctrinales, propios de -criados en- la misma cuna de la Iglesia fundada por Cristo? 

Estamos en un punto en el que por la mañana se puede decir una cosa y por la tarde su contraria, y todo es “magisterio". Digno de engordar las nobles páginas de las AAS.

Me encanta una historia real de la vida de la Iglesia, bastante en sus comienzos. entre el obispo de Cartago, Cipriano -de gran fama en todo el norte de África y en la propia Roma-, y el papa de Roma, Etien (254-257), sucesor de Cornelio (251-253), del que Novaciano (antipapa, 251-258) había rechazado su elección.

Cipriano había escrito, pensando en Cornelio y su situación en Roma, un texto sobre la unidad de la Iglesia: De unitate. Destacaba el papel particular del obispo de Roma -el Romano pontífice- y de la importancia de la comunión del colegio episcopal respecto a aquel sobre el que Cristo ha construido su Iglesia. Pretendía apoyar y sostener a Cornelio y a su sucesor.

Las relaciones entre Cipriano y Etien eran magnificas…, hasta que el tema de los lapsi, de rabiosa actualidad también en Cartago, les enfrentó. Etien se decantó, para su reincorporación a la Iglesia, por la mera imposición de las manos, dando por válido el bautismo recibido. Para Cipriano, todo lo contrario: no habiendo recibido el bautismo de manos de la Iglesia, debían ser re-bautizados. De hecho, esta situación tan dispar -auténtica disputa- se mantuvo viva durante decenios entre la iglesia del norte de África y la iglesia de Roma.

Etien utiliza el texto del propio Cipriano para pretender convencer incluso a los obispos africanos, que estaban todos por Cipriano. Éste se enfurruña más que notablemente y, ni corto ni perezoso, reescribe el texto -De unitate- omitiendo el pasaje sobre el Papa; y reunió además un concilio para hacer valer su posición entre los obispos africanos: se la dan por unanimidad. Y se produce un choque de trenes, si se me permite la expresión, tan extemporánea.

La batalla se prometía fuerte y muy enconada. Pero, como “los caminos del Señor son inescrutables", Etien fue llamado a la presencia de Dios en 257, con lo que la querella muere automáticamente también. Con Sixto II (257-258), santo, no hubo ya cuestión.

Y un último apunte, que también esclarece mucho las cosas, porque nos enseña también mucho. Hacia 190, el obispo Serapio de Antioquía, rechazó como “no canónico” -no admisible en el canon de la Iglesia, que estaba como empezando a pretender fijarse- el que por aquellas fechas se denominaba el “evangelio de Pedro", en razón de su HETERODOXIA: sin preocuparse ni poco ni mucho si Pedro había sido efectivamente su autor o no. Simplemente ese dato, la autoría, le traía sin cuidado ante lo que estaba en juego.

Repito: ¡¡¡Muy feliz Navidad!!! ¡Que estemos siempre con Jesús, con María y con José, y que ellos nos bendigan constantemente!

 

15.12.17

"Con Francisco, lo que ves es lo que hay" (Paul Tighe)

Así se ha despachado el neo Secretario del Pontificio Consejo de la Cultura -desde hace dos meses-, el obispo irlandés Paul Tighe, 59 años, que es también uno de los mayores expertos en comunicación del Vaticano, y hombre muy cercano al papa Francisco. De larga vida ya en la Curia vaticana a pesar de su juventud, primero como Secretario del Pontificio Consejo de Comunicación Social -desde 2007-, y luego como secretario adjunto del que hoy es Secretario en jefe. Ya en la diócesis de Dublin había sido Director de la Oficina de Asuntos Públicos, o Relaciones Públicas.

En línea perfectamente convergente con “Tucho” Fernández, se siente en la obligación de abrirnos el alma íntima del Papa; no sólo con ese canto a la autenticidad que domina todo su papal quehacer -"Con Francisco, lo que ves es lo que hay", que me sirve, de título-, sino también con estas otras palabras -aún más íntimas-, con las que destaca  “la espontaneidad, simplicidad y generosidad de Bergoglio".  

No duda en afirmar que “es providencial -"y una bendición enorme para la Iglesia que tengamos a alguien en el pontificado que es tan visual en su estilo comunicativo", dirá y abundará- que tengamos un Papa cuyo estilo comunicativo es muy directo y muy simple". Su ejemplo nos sirve -y nos motiva a ser- de “recordatorio de que tenemos de recuperar la autenticidad” en nuestros medios y usos de comunicación.

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11.12.17

"A Francisco no le hacen mella las criticas" (Víctor Manuel Fernández)

Es la segunda vez en poco tiempo que mons. Víctor Manuel “Tucho” Fernández, a la sazón arzobispo y flamantisismo y magnífico rector de la Universidad católica de Buenos Aires, se ha descolgado con las mismas declaraciones. Ahora en las paginas  -amarillentas por amarillas- de RD, y de la mano del Vidal, “veneno mortal", que lo entrevista y lo publica. Bien se les puede aplicar aquello de que “Dios los cría y ellos se juntan". Ellos sabrán por qué. Otros lo sospechamos nada más; o nada menos.

Con todo, es una entrevista de muchísimo calado: primero, por lo que dice; pero también por lo que no dice. Y por eso voy a recoger los momentos que, a mi modo de ver, son los más importantes. Y los glosaremos convenientemente, como tenemos por norma. Siempre con la intención clara de ayudar en estos tiempos que, como mínimo, vienen revueltos: algo así como lo que traen los tifones y huracanes del Caribe, que son de todo menos benignos.

El párrafo completo, en el que se explaya sobre el efecto de las críticas en el Papa, no tiene desperdicio: “A Francisco no le hacen mella las críticas, aunque sean tan terribles como tacharle de hereje o cismático. Críticas de las peores que se pueden decir de un papa". O sea que, llegarles, sí les llegan.

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4.12.17

"También en la Iglesia hay fundamentalismo" (Papa Francisco)

Lo acaba de decir el papa Francisco -hace unos pocos días- en el mismo avión que lo traía de vuelta de su periplo asiático. Y no es la primera vez que lo afirma: hará cosa de un año -más o menos- dijo exactamente lo mismo, y casi con las mismas palabras.

Y tiene toda la razón. Al menos opino igual, aunque seguro que tengo menos datos que él; no digamos “autoridad y gobierno", de las que carezco totalmente: sólo tengo mi palabra -que intento sea la de Cristo y su Iglesia-, mi intención -que espero sea lo más sana posible- y mi condición de sacerdote, que deseo vivamente desempeñar con fidelidad al servicio de todos. No tengo nada más. Ni nada menos tampoco.

¿Por qué puede Francisco denunciar “fundamentalismo” en la Iglesia Católica? Y una pregunta previa y necesaria: ¿a qué se llama -o se puede llamar- “fundamentalismo"? Vamos primero con éste interrogante.

Podríamos definirlo como “toda exigencia intransigente de sometimiento a una doctrina o práctica establecida, tenga el origen que tenga: político, religioso, ideológico, científico, etc.". Y así, vemos como en todos esos campos se da el fundamentalsmo. En castellano “tradicional” hay una palabra que lo retrata a la perfección; vamos, que lo desnuda: “¡trágala!”. Y así observamos -y sufrimos- un creciente “fundamentalismo” en todos los órdenes.

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