Progresismo es "FIDELIDAD"

Desde hace ya bastantes años, conocidos todos ellos por vívidos y sufridos -que han venido finos-, los que tenemos una edad comprobamos que, desgraciadamente, tanto por lo civil como por lo eclesial, el lenguaje lo marcan -lo tergiversan, lo innovan, lo manipulan, lo embarran, lo inventan, lo pervierten y lo imponen-, ese oscuro mundillo marxistoide-masonico, anticatólico por más señas -ahi estará siempre el Genocidio de La Vendée como evidencia y acusación-, y demás aficionados. Que los hay, y abundan.

Con gran éxito, por cierto. No debido a la oscura y dañina zafiedad de lo que “inventan", agrandada con una perversa intención -que respiremos a su diktat-, sino muy en especial por la “tontuna” -cada uno puede poner las expresiones que le hagan más tilin- de los que ceden, inexplicablemente, ante tamaños engendros. Desde hace muchos años: insisto de intento.

Lo más sangrante, como es obvio, no va por lo civil: ¡Ojalá! Sino por lo Eclesial. Porque ésto es lo más terrible: que los Católicos, poseyendo la Verdad de Dios en nuestras manos -en nuestra conciencia y en nuestro corazón; o eso deberíamos-, teniendo otorgada de pura gracia la Verdad que nos Salva, porque nos hace Libres, la despreciamos.

Por tanto, no nos queda sino acudir a abrevarnos -y adonde  llevamos a abrevar al personal- a las cisternas mundanas, agrietadas para más señas, como dice la Escritura Santa, que NUNCA podrán colmar nuestra sed, tal como es notorio; es que ni siquiera pueden retener ese agua, que salta hasta la Vida Eterna. Asi se pronuncia el mismo Jesucristo.

Es un imposible metafísico de libro. Por una única razón: porque ninguno de nosotros estamos hechos para este mundo, si no que lo trascendemos: estamos hechos a Imagen y Semejanza de Dios, como se nos revela en el Génesis. Y, por tanto, estamos hechos para Dios, en toda su Eterna Infinitud. A esta Grandeza estamos convocados, ya en este mismo mundo.

Está locura, intelectual y moral, sólo se explica porque, rechazando el consejo de Cristo, hemos ido renunciando -sin sopesar las consecuencias, ni remotamente; o queriendolas conscientemente-, a “oir, ver y entender". Que para eso nos ha creado, y nos ha elevado con su Gracia: gratuita total para nosotros, después de pagar Él por nuestros Pecados. ¡Que ya es entrega al enemigo, con armas y bagajes!

De este modo tan morboso y tan ruin, hemos llegado a donde hemos llegado: a la ruina moral más absoluta, por lo civil y por lo Eclesial; hasta el punto de que “el Sistema que nos hemos dado” -que suena a imbecilidad extrema-, es la más extensa e intensa Corrupción, fundada en la Mentira que campa a sus anchas.

Eso sí: ¡Pobre del que se niegue a este sometimiento, pretenda estar por encima, y ose sacar a relucir algo parecido a “la verdad"! Será masacrado con todo rigor: para ésto sí hay buenas perricas. Y cumplen su papel: comprar voluntades.

Es lo mismo que se cuenta de uno que puso en venta un cuadro, moderno por supuesto, que habían embadurnado unos cuantos chimpancés que le habían prestado en un zoológico para el experimento. Y le puso un precio más que alto: casi astronómico.

¿Alguien piensa que no lo vendió? Pues lo hizo; y casi por ese precio. Lógicamente, la culpa no fue de los monos, ni del espabilado de turno; fue de los que lo compraron. Somos así en cuanto nos descuidamos: y hasta unos simpáticos macacos, que se lo pasaron en grande, nos ponen en evidencia: nos dejan en el mayor de los ridículos, pues nos retratan “al natural". 

Pero , “a lo que íbamos, Juana".

Como se me han hinchado las narices de que esta patulea -la progrez del color que mas guste a cada quién-, pretenda cómo hemos de hablar; es decir: cómo hemos de manifestarnos; es decir: cómo hemos de ser; es decir: hemos de vivir “sometidos’, o sea, esclavos en/de la real diktadura a la que nos encaminan, he decidido, una vez más y por escrito, rebelarme. Es decir: ser LIBRE. Y sin pedir permiso a nadie, excepto a Dios: porque nadie más me ha hecho libre.

Es decir: he decidido “ser yo". Y serlo como me ha hecho Dios, y como quiere Jesucristo que sea y me manifieste: bien a las claras, sin complejos ni apocamientos. Por supuesto: ni mundano, ni sometido. O sea: como hijo de Dios en su Iglesia en medio del mundo. Amén.

Y ahí estamos: por la Gracia de Dios; y en uso de la libertad que Cristo me ha ganado muriendo por mí en la Cruz. A mí, y a todos. Lo que pasa es que hay mucho personal al que le gusta -por comodidad, o por precio, o por otras sinrazones-, vivir sometido. “Para gustos, colores". O aquello de: “Sarna con gusto, no pica".

Armado con estos pertrechos, me niego a quedarme reducido -o sea: miserablemente manejado-, a “pensar’ -si aún cabe poder hacerlo, una vez sometido a la dictadura del lenguaje-, y a “ser” y “vivir” -deconstruido ya como persona- de ese modo tan zafio, tan poco digno de una persona que se considera como tal. Con razón.

Por tanto, le voy a entrar a dos palabras que, como tantas otras, han sido invadidas y colonizadas por estas hordas: la inmoral cansina y casposa progrez. Me refiero a “progresistas” y “retrógrados".

O sea: aquellos que “pretenden avanzar” -’avanza y sé tú mismo’, podríamos decir en su onirismo salido de madre y de lógica-; y aquellos otros que, por el contrario, ‘viven anclados en el pasado’, es decir: “los retrógrados a porfía": ahí les pisan la cabeza.

Pues va a ser que NO. Y me explico. Con una cita que, por cierto, no recoge palabras mías.

Traigo a colación, con total acierto en mi opinion, la declaración de un matador de toros que, a raíz del toreo serio, el que le gusta, declaraba: “El clasicismo es lo más moderno del toreo, porque es eterno"  (Uceda Leal, tras su gran triunfo este pasado verano en Astorga [2025] , como explicación a los parabienes y elogios recibidos). Las negritas, como es lógico, sí son mías.

Bien podríamos afirmar que “tiene más razón que un santo “.

Lo que “es eterno” ni cambia, ni puede cambiar: permanece. Evidente de toda evidencia. Por ésto mismo, Dios, ni cambia ni puede cambiar: porque es Eterno. Y por lo mismo, a “lo clásico” es a lo que se remite uno cuando quiere reafirmar la verdad y la autenticidad del arte, sea éste el que sea. Porque es el referente “eterno", a lo que siempre hay que mirar, y tener en cuenta como modelo y medida. 

Recurso que vale, por supuesto, en el horizonte más elevado -lo más auténtico- de la persona humana: lo intelectual, lo moral y lo religioso en sus contenidos más excelsos o excelentes.

Por cierto: se acude a “lo clásico” para aprender, porque No cambia: es exactamente “clásico". Si dejase de serlo, dejaría de ser un referente “eterno": trasciende el tiempo. Tal cual. Y se le busca, precisamente, para entender el presente -el instante que deja de serlo necesariamente, por definición-, y para proyectar y construir, con conocimiento y cabeza, el futuro: lo que no está presente, también por definición.

Lo mismo sucede, con/dentro de la Iglesia, con la Palabra de Dios. Con los Mandamientos. Con los Sacramentos. Con la Liturgia. Con nuestro destino eterno: tanto el Cielo como el Infierno NI cambian ni pueden hacerlo.

Ni siquiera la Iglesia tiene esa potestad. Qué se ceba con la Tradición: con “lo entregado” por Cristo en orden a nuestra relación y trato con Él -la Religión, en su expresión más amplia y genuina-, que nos consigue la Salvación.

De Ella -de la Iglesia-, se dice que debe “renovarse". Y, anclados en éste a priori hoy y ahora y nada inocente, después de echarle en cara que está “anclada en el pasado", se “le exige” cambio, mudanza. Y se habla, con absoluto descaro ya, de “la nueva iglesia", que es donde se quiere ir a parar. Cargándose la genuina, la Única: la de Cristo.

Para echar leña al fuego, se introduce un lenguaje “nuevo", “moderno” por eso mismo, y también por lo mismo, “necesario” y “apetecible” -hermoso a la vista, y placentero para ser comido: no nos salimos ni de Eva ni de Adán: más “retrógrados” imposible, lo de todos éstos “modernos” y “progres". Salidos de madre.

Y se cataloga, mundanamente, de “progresistas” a los “buenos"-, y de “retrógrados” o “tradicionalistas” a los “malos": por supuesto, y sin la menor duda: ellos ponen y disponen. También porque tienen las perricas bien listas. Las que nos roban, claro. Por eso las tienen. Si no, de qué: ¡si la mayoría no ha dado un palo al agua, y no va a cambiar a estas alturas de la peli con la vidorra que se dan a nuestra costa!

Este lenguaje -es decir: este ¿pensamiento?- impuesto inmoral e irracionalmente, no debería haber aparecido jamás en la Santa Madre Iglesia. ¿Por qué lo ha hecho? Como dice el refrán: “El que juega con fuego se quema". Necesariamente.

Al asumir “el diálogo con el mundo", tienes que usar su mismo lenguaje. Ése que pervierten y corrompen los mundanos. Y te quedas preso en él. Como lo de las moscas y el panal de miel. 

Porque, como ellos NO se van a apear del burro -¡buenos son!-, ya nos arrodillamos nosotros: todo sea por el diálogo, la unidad y la paz. Las tontunas de siempre: vacías como una concha en la playa.

Ahí están tantos y tantos ¿documento? salidos de Roma que no aciertan ni queriendo. Y lo tenían fácil: anclarse en la Verdad de Dios, y apoyarse en la Tradición y en el Magisterio de siempre. Pues, ¡no señor! Lo último, de momento: ¡que desaparezca el latín! Ya había desaparecido en la práctica, cierto, pero ahora imperado.

¡Qué error, qué inmenso error! Así vamos desde hace 60 años: en la dirección contraria y, por tanto, equivocada a radice. 

En lugar de acudir “a lo clásico", a lo que se nos “ha entregado” como salvaguardia y Salvación, a lo que se ha comprobado útil, eficaz y ubérrimo por más de dos milenios, se desprecia y se busca lo “moderno, lo nuevo".

Da igual que se comprueben sus nefastas consecuencias -del “mariconeo institucional” a los más de 100.000 abortos al año en España, pasando por la esterilidad absoluta en el campo vocacional-: no se mueve un dedo para corregir la trayectoria. Antes morir que decir: -"Nos hemos equivocado".Vade retro, Satanas!

En la Iglesia Católica -Una, y Santa y Apostólica-, no caben esos señalamientos. Están fuera de lugar. No hay, ni puede haber “progresistas” VS “tradicionalistas". 

Acudir, siempre y en todo a la Revelación, a la Tradición y al Magisterio auténtico y, por eso mismo, Perenne, es lo que debe ser. Y se llama: Fidelidad.

El “Progresismo” en la Iglesia, si se quiere admitir el término en su exacta medida es, necesariamente, “hacia adentro". Como un padre de familia saca lo nuevo y lo viejo. Lo recoge san Mateo.

Y, por supuesto, no tira nada, porque todo es bueno, útil y necesario: todo ha venido de Dios, que es “lo más Clásico” de nuestra vida. Y se aprovecha todo. Y no se tira nada.

Menos sentido aún tiene la calificación de “retrógrado” o de “tradicional". Pretender otra cosa es renunciar a Cristo. Es renunciar a nuestra condición de “hijos de Dios “. Y, por tanto, a nuestra Salvación Eterna.

1 comentario

  
Dámaso
Que se puede esperar de un papa que reniega del idioma universal y oficial de la Iglesia, que habrá pensado San Agustín.



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Entre unos y otros, por a o por b, no hay tema que no hayan tocado, para MAL. Ni uno solo de los pilares de la Iglesia han respetado, excepto los nombramientos; es decir: cargos y nóminas. Y ¡a disfrutar, que son cuatro días!
18/12/25 9:24 PM

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