El Matrimonio: tocado y casi hundido.
Voy ‘por lo Católico’. Para despejar toda duda, y centrar el recorrido ya desde la primera línea.
Lo de “tocado, y casi hundido” es una obviedad en el mundo (antes) Católico: hoy, casi desaparecido a nivel general, especialmente en el primer mundo. De los mundos no Católicos, no voy a decir casi nada o nada de particular: el mundo sin Dios, a estas alturas, me interesa muy poquito, la verdad. Casi diría que no tengo tiempo para ellos, dado el ingente y la casi inabarcable tarea que hay en el antes, mundo católico.
Igual esta afirmación pueda sonarles a exageración a muchos “católicos", que no saben ya ni lo que son -mas bien lo son “a la carta"; o sea: NO lo son-; pero ésto, no sólo no anula mi afirmación, sino que la confirma totalmente, y sin error. Talmente: quod est demonstrandum!
Porque lo números son tercos: no hay forma de evitarlos, ni de ocultarlos. Y ahí vamos: los “matrimonios por la iglesia", han caído en picado: ya son más por lo civil; las rupturas matrimoniales en matrimonios, “católicos” sólo por el papelico, se han disparado; los cursillos prematrimoniales son una farsa o un mero trampantojo, casi en un 100%: de ahí los fracasos muy por la directa; finalmente: el número de hijos por matrimonio, por “lo católico", es el dato más revelador del fracaso de la Jerarquía y de los contrayentes en este tema. Los datos numéricos de cada uno de estos apartados están en las páginas oficiales católicas. Sí alguien tiene interés, que los busque; pero los resultados son los que señalo.
Algo -poco-, han debido de ver por Roma cuando, en un alarde de celeridad, y de “agarrar el toro por los cuernos", han pasado a proclamar que “el matrimonio es de uno con una", o viceversa. Y no han pasado mucho más de aquí, aunque algo más sí han dicho.
Ahora bien, ¿entrarle a los remedios para afrontar y revertir esta ecatombe? Tolle, tolle!
¡Si no lo hacen en ningún tema! Debe estar prohibido como praxis de Gobierno y de Pastoral. Da toda la impresión, tal como van las cosas. Inamovibles rumbo al precipicio.
Por señalar algunos: el fracaso estrepitoso de las Catequesis; la trágica falta de relevo sacerdotal; la desaparición paulatina del mundo religioso; los Seminarios vacíos; “cada loco con su tema” por lo doctrinal; el “mero sacramentalismo", en relación a la Disciplina correspondiente y necesaria; la falta de respeto institucional de la libertad de los fieles, tanto a nivel personal como institucional, para todos en la Iglesia, y no sólo para el Gobierno de la misma; el escandaloso y tenebroso tema de la pederastia; etc. Si no lo hacen con nada, menos lo van a hacer en este gravísimo e incómodo asunto.
Bien claro que, mientras este tema no se resuelva a fondo y con firmeza, la Iglesia NO puede volver sobre sus pasos para ser lo que nunca debió dejar de ser. No lo afirmó yo; personalmente, repito la más que Solemne proclama, del gran Cardenal Caffarra al respecto. Lo mismo cabría decir de los otros temas candentes de la Iglesia Católica.
Vamos, pues, al asunto que hoy nos toca.
Tendríamos que situarnos en la Humanae vitae, como el inicio pastoral y doctrinal de la ecatombe hodierna, a nivel de gran parte de la Iglesia; que, también y especialmente por ésto, ya NO es Católica.
¿Qué trajo este Documento del Pablo VI? ¿Qué impulsó y bendijo en esta Encíclica para el mundo Católico? Por cierto: unos cuantos le sugirieron NO publicarla; bien que por motivos en contra.
La Humanae vitae implantó, como era de suyo, una “novedad” -aqui se han montado todas las ocurrencias conciliares y postconciliares-, tan nociva en el ser del “amor conyugal” y, por tanto, de la Esencia de la Vocación Matrimonial, que no sólo no se ha repuesto del terremoto que supuso, sino que es ya de muy difícil reversión. Como un alud ya en marcha: ni se puede parar ni hacer que dé marcha atrás y vuelva a su salida. Imposible total.
La “novedad” -en línea con la famosísima tentación que sigue vigente: ¡Seréis como dioses! -, fue, ni más ni menos, que poner en manos de los cónyuges lo que, hasta entonces, había estado muy bien puesto y protegido en las manos de Dios. Por si alguien lo duda: no las hay mejores. Por definición.
El “caballo de troya” en este tema en concreto, no fue uno, sino varios.
En primer lugar, la Iglesia acogió el tema de la Superpoblación como una afirmación que, de puro “científica", sólo podía ser cierta. Adelanto que fue un bulo mundial. Y la hizo suya, como si le fuese el ser o no ser como Iglesia Católica.
“Suya", es un decir; porque, inmediatamente, la cargó sobre los hombros de los matrimonios católicos. Que, por aquellos años y en España, podían ser, como mínimo, el 90% de todos ellos. No los había por lo civil; y por otras religiones eran habas contadas. “Arrejuntados por sus pistolas", aun menos.
Como entonces eran más finos que Francisco, no soltaron lo de las mujeres y las conejas. NO. Pero hicieron algo más sibilino, y que no iba a levantar prácticamente ni media sospecha. Cómo así pasó. Claro que bien ayudado todo por los “consejeros de almas” al uso y abuso.
Cargaron el acento en que, por supuesto, aquello de que “los hijos los da Dios", se había acabado; porque surgían ocasiones o circunstancias en los que era muy difícil mantener semejante afirmación. De eso nada.
Por contra: era la conciencia de los conyuges la que debía dictaminar, de mutuo acuerdo, cuándo era necesario “espaciar” por una temporada, o incluso para siempre, la posibilidad de engendrar en el seno del Matrimonio.
Para apoyar esta “burrada” -total: sólo quitaba a Dios del centro de la vida conyugal con su mandato: Creced y multiplicaos, fruto principal y específico del llamado muy acertadamente “Amor conyugal", que está en el centro de la Vocación Matrimonial.
Realidad de orden genuinamente espíritual, que respondía a lo Revelado y entregado a los hombres como uno de los grandes dones de Dios: Dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne.
Palabras que, además de estar en la primeras páginas del Génesis, las recuerda y propone Jesucristo en su Predicación. Porque, con Él, “todo queda exactamente igual": NO se cambia ni una coma.
Con todo, y para los despistadillos por ADN o por “afición", también recordó: Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
A partir de aquí todo va a venir rodado. Cómo así ha sido.
Se suprimió aquello tan específico y concreto -tan acertadamente real-, de “Fin primario” y “Fin secundario", del Matrimonio, católico o natural. Poniendo de relieve que, lo primero es defender y buscar la “Procreación": porque sólo este “contexto” defiende la verdad y el valor del Amor conyugal. Ya que todo lo que se salga de aquí: ¡mal vamos! Porque: ¡mal empezamos!
Se les hizo durísimo a los bien pensantes, tanto teólogos como pastores.
Lógicamente, no paró aquí el asunto. Al contrario. Se buscó una “trampa” en la fisiología de la mujer, para “apoyar” esa teología y esa pastoral, desnortadas ya. Corrompidas. Tal “trampa", legitimada desde arriba, no era otra que acudir a los días no-fertiles de la mujer. En el hombre todos son “fértiles", hasta que pierde esa capacidad.
Pero, tal como somos los humanos: “hecha la ley, hecha la trampa". Primero se dice que únicamente en casos “extremos", asumidos en conciencia. “Casos” que pasan en poco tiempo a ser “siempre": la excepción se transforma en regla y norma. Y todos tan contentos. Y, por supuesto, ¡a disfrutar de la Vida, y nada de ataduras incómodas!
Asentado ésto, y en esta misma línea, se justifica el uso de aparatos , físicos o químicos: la contracepción está en marcha. Y, para qué echar el freno: se aborta y a otra cosa.
Ésto, todo ésto, se ha enseñado en los cursillos famosos como “católico". No en todas partes, pero sí en muchas. Y no se entra al tema en medios de formación, individuales y colectivos, del mundo supuestamente “católico".
Y se administra el Sacramento del Matrimonio a personas que de católicas sólo tienen los papelicos. Y el mismo Sacramento no pasa tampoco de otro papelico. O sea: los Sacramentos convertidos en meros “trámites burocráticos". No pasan de aquí. Porque nadie lo pretende.
Podría seguir; pero pa’ qué…
3 comentarios
Por otra parte, «chapó» al parrafito de “hecha la ley, hecha la trampa" pues describe muy bien muchos asuntos de la Iglesia: por ejemplo lo del ministerio «extraordinario» [já] de la comunión o lo de arrodillarse en la Consagración «si se puede» [hay que ver cuántos, pero cuántos, no se puede hay].
Bendiciones al estilo James Martin, como pídela Fiducia, de Católica Iglesia y Tucho Cardenal. Para que vivan en castidad
Ahora bien, el uso de las bendiciones Fiducia o del santo matrimonio católico para vivir en pecado, con esa intención, sin abrirse a la vida, es sacrilegio. De los casados y del cura que, aun a sabiendas porque los novios no ocultan sus intenciones, los casa.
Y la biología no miente. Los católicos (exceptuando honrosas excepciones, kikos y opusinos) tienen los mismos hijos de media que los alejados. Efectivamente Padre, son matrimonios nulos. Un papel. Y lo confirma la biología.
Se abrirá usted a la vida? Usará condones? Si el cura pregunta, sabe la respuesta. Porque los novios son sinceros.
Solución. Y drástica: solo casar a los que vivan la moral cristiana y vayan a vivirla en su matrimonio. Punto.
Dejar un comentario


