Día 12: La pérdida y el hallazgo del Niño Jesús en el Templo

LA PÉRDIDA Y EL HALLAZGO DEL NIÑO JESÚS EN EL TEMPLO

Contemplar

La Sagrada Familia tenía Sagradas Costumbres. La costumbre de asistir cada semana a la Sinagoga, a celebrar la fe junto con el Pueblo. Pero también la costumbre de quererse intensamente, de servirse recíproca y abnegadamente, de cuidarse hasta el detalle. María y José son expertos en hacerse mutuamente felices, en elogiarse, en escuchar, en animar. Tienen la sagrada costumbre de no acostumbrarse jamás al misterio de la vida.

Imagínalos, entonces, llenos de estupor mientras el Niño crece. Siéntate en la ronda para jugar y ríe con ganas en una tarde de primavera, viendo que el pequeño se divierte y florece en todas las virtudes. Sus manitos fueron tomando ya la fuerza y el vigor del artesano de Nazareth; llevan las marcas del trabajo, de la caridad y del cariño. Sus pasos vacilantes se convierten en ágil carrera. Sus primeros balbuceos, son yan fluida y cautivante palabra. No habla todo el tiempo, pero que cada vez que lo hace es oportuno, incisivo y profundo, sin dejar de ser elegante y pintoresco.

Escucharlo reír es una especie de terapia contra toda tristeza, pero también sus tristezas –ante el mal, ante una mentira, ante la noticia de algún robo o asesinato- contagia dolor y decepción.

El Niño crece sano en su cuerpo lleno de fuerza y de vitalidad. Poco a poco se hace más alto y esbelto, y a los doce años casi supera en estatura a María. Sus rasgos siguen siendo infantiles, pero su mirada, su mirada… Cuando mira a alguien a los ojos, es casi imposible no emocionarse. Parece leer lo más íntimo, el pasado, el presente y también el futuro. Irradia una pureza perfecta, una castidad inmaculada, una humildad infinita.

La Sagrada Familia tenía la costumbre de peregrinar cada año a Jerusalén para la Pascua y para aquellas fiestas en que estaba prescrito. Y así lo hicieron aquella vez. Y como cada año, María y José se esfuerzan por hacerlo con espíritu de profunda fe, incluso cuando en la caravana van otros cuyo cumplimiento sólo es exterior. Rezan los salmos exprimiendo su sentido hasta las más hondas profundidades. Al llegar al lugar desde el cual se divisa por primera vez la ciudad santa, vienen a su mente tantos recuerdos. Hace ya una docena de años vivieron allí experiencias tan sublimes como sobrecogedoras. Todavía recuerdan el contraste impactante entre la visita de los magos de Oriente y sus obsequios con la furia descontrolada de Herodes, y la angustia de la Huida, y el exilio en Egipto, desde el cual volvieron tiempo después.

Desde entonces, su vida ha consistido en una sagrada monotonía, en hacer y vivir casi siempre lo mismo en su humilde casa y taller.

El Niño vive esta peregrinación con la expectación de siempre. Así, entusiasta y radical en su adoración, se pierde entre la multitud. Sus padres no osan aferrarlo, conscientes de que ama ese lugar como ningún otro, y de que allí nada puede sucederle.

Con la certeza de que estaría junto a los demás peregrinos de Nazareth y algo agotados, se disponen a volver. Sólo al día siguiente notaron que no estaba con ellos… María no puede evitar dejarse envolver por la angustia, la misma, que experimentó huyendo hacia el sur… José siente ahora como una gran culpa: ¿cómo no fue más cuidadoso? ¿por qué se apartó tanto del Niño?

Retornan corriendo, llegan agitados, preguntan a la gente que vivía cerca de donde pasaron la noche si alguien supo de un Niño o de que hubiera ocurrido algo malo. Todo parecía en orden, y se internan en el Templo. Hacen silencio y en el silencio una plegaria confiada, y escuchan, nítida, su inconfundible voz. Se quedan tan asombrados que permanecen unos instantes detenidos: Jesús habla como un adulto. Nombra profetas, cita pasajes enteros, escucha atento las respuestas y vuelve a hacer preguntas. “Isaías” es el nombre que más veces reitera, y versículos de salmos que combina con maestría inaudita.

No pudiendo esperar más, María y José corren a su encuentro, pero solo Ella habla. Por primera vez, ella pregunta: “¿Por qué?”. “Hijo mío” lo llama, e incluye a José en su pedido de explicación.

Jesús los mira con cariño, sonríe, abraza a su mamá, y con indecible y serena seguridad responde: “¿por qué me buscaban… no sabían que tengo que ocuparme de los asuntos de mi Padre?”

Caminaron los tres muy juntos hasta volver a Nazareth, casi sin hablar. Todo había vuelto a la normalidad, y sin embargo María y José tienen la seguridad de que ese Niño, es hijo suyo, ha comenzado a vivir una nueva etapa en su personal misión. ¿Cuáles serían los “asuntos de su Padre”? María medita en silencio, y sólo atina a decir a su esposo cada tanto: “José, ¡felices nuestros ojos porque ven y nuestros oídos porque oyen!”


Reflexionar

Sin demasiadas cosas, con lo justo, María, José y Jesús son felices. El amor dado y recibido los hace felices. ¿Eres experto en amar a tu familia?

El Niño crece en todas sus dimensiones: lo humano y lo divino se armonizan y se potencian, cuerpo, afecto, voluntad y afecto se hacen más y más perfectos. ¿Intentas ayudar a los más pequeños de tu entorno a crecer como Jesús?

“Los asuntos de mi Padre” serán siempre el hilo conductor de la existencia del Jesús, a los 12, los 20, los 30, los 33… ¿Intentas descubrir y ocuparte, de acuerdo a tu vocación, de los asuntos de tu Padre Dios?

Pedir

Querido Niño Jesús, que ninguno de los niños de mi Patria y del mundo vean vulnerados sus derechos, su inocencia y su necesidad de ser amado y amar. Que los niños puedan vivir una infancia plena de sentido y de cariño.

María, ayuda a todas las madres a contemplar en la fe y favorecer con el ejemplo y la palabra la vocación de sus hijos, aunque no siempre coincida con sus propios planes.

José, concede a todos los padres de familia ser perseverantes en la vivencia de su propia misión en este mundo huérfano de Dios y de padres. Amén.

1 comentario

  
Raquel D. Catequista
Gracias por las reflexiones y las oraciones que las acompañan. Me llamó mucho la atención esta dirigida a la Sagrada Familia.
16/11/18 6:13 PM

Dejar un comentario



No se aceptan los comentarios ajenos al tema, sin sentido, repetidos o que contengan publicidad o spam. Tampoco comentarios insultantes, blasfemos o que inciten a la violencia, discriminación o a cualesquiera otros actos contrarios a la legislación española, así como aquéllos que contengan ataques o insultos a los otros comentaristas, a los bloggers o al Director.

Los comentarios no reflejan la opinión de InfoCatólica, sino la de los comentaristas. InfoCatólica se reserva el derecho a eliminar los comentarios que considere que no se ajusten a estas normas.