31.03.23

Hermanos santos: Fulgencio

Fulgencio (546-630), al igual que san Leandro, su hermano mayor (un-gigante-de-la-fe), siguió la vocación monástica, destacando por su gran erudición, unida a un carácter bondadoso, a la claridad de palabra y a profunda virtud.

En el 610 era ya obispo de Écija, antes de lo cual debió haber sido probablemente abad en su monasterio. En el 610, con su firma, suscribe el decreto del rey Gundemaro (610-614), que constituía la provincia de Toledo, recortando su territorio del de la provincia cartaginense, bajo dominio bizantino en ese momento.

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17.03.23

23.02.23

Homilía de conversión

Con la Cuaresma recién empezada, nos puede servir de alimento espiritual la homilía de San Leandro en el Concilio III de Toledo, donde se nos invita a exultar de alegría por la conversión de los hijos extraviados. Es también un canto a la esperanza, pues la voluntad de Dios es que todos estén unidos a Cristo. Las abundantes citas de la Biblia que recoge nos estimulan también a que la Palabra de Dios esté siempre en nuestro corazón y en nuestros labios.

No olvidemos nunca que además de la primera conversión, cada día nos tenemos que seguir convirtiendo hasta que lleguemos, como dice San Leandro, a la felicidad interminable del Cielo.

Texto de la homilía de San Leandro:

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8.02.23

El camino hacia la fe católica

El triunfo de San Hermenegildo (Museo Nacional del Prado)

El rey Leovigildo, que profesaba el arrianismo, fue empujado a posturas más radicales contra los católicos por su mujer Gosvintha, viuda del anterior rey Atanagildo.

Las dos hijas del matrimonio entre Gosvintha y Atanagildo se habían casado con reyes francos católicos, por lo que antes de sus bodas abrazaron la fe de sus nuevos reinos. El hecho de que la hija mayor fuera maltratada y asesinada por su marido causó un profundo dolor a la reina visigoda y, posiblemente, fuera la causa de ese resentimiento visceral contra el catolicismo que la acompañó hasta la muerte.

Leovigildo quería conseguir la unidad política de sus territorios y de su población (formada por los propios visigodos, los hispano-romanos y los suevos, cuyo reino había ido conquistando progresivamente). La unidad religiosa era una buena herramienta para lograr esa unificación, y él consideraba la opción arriana como la mejor, puesto que eran católicos todos sus enemigos: francos del norte, suevos del oeste y bizantinos del levante peninsular. Para facilitar las cosas promovieron un semiarrianismo que pudiera resultar más aceptable a la población católica.

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23.01.23