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20.11.23

El obispo poeta (2)

Maestro de niños y jóvenes

Según la costumbre de las escuelas visigodas, los alumnos mayores instruían a los más pequeños bajo la supervisión del director. Eugenio destacó muy pronto no solo por sus conocimientos, sino también por sus cualidades pedagógicas, dando muestras de una clara vocación educadora.

La sólida formación recibida en la escuela episcopal hizo de Eugenio un auténtico prototipo del educador de su época. Por ello, una vez concluidos sus estudios, y según iba recibiendo las órdenes menores primero, y la ordenación diaconal y presbiteral después, fue asociado al director de la escuela como ayudante. Eugenio era un valor seguro para la formación de los que allí empezaban sus estudios.

A nadie en Toledo extrañó que, pasados unos años, el mismo Eugenio fuera nombrado maestro principal por el obispo. Cumplía perfectamente lo que pedía el Concilio IV de Toledo (año 633): que la formación de los futuros clérigos debía encomendarse a un maestro de enseñanza y modelo de vida, que transmitiera los saberes, pero también acompañara en el robustecimiento del carácter personal, la práctica de la ascética y la formación espiritual en la oración y las virtudes.

Eugenio fue un verdadero pedagogo, acompañante de los niños y jóvenes en su maduración, un segundo padre al que recordaban y agradecían después su entrega. Su aspecto era débil y enfermizo, pero esto no le alejaba de sus alumnos, sino que les hacía tratarlo con un cariño especial. Muchos años después de su muerte, el obispo Julián le recordará como su egregio preceptor, y se sentirá orgulloso de las imborrables huellas que había dejado en su mente el maestro de su infancia y adolescencia, al que debía todo cuanto era como hombre de Iglesia.

Además de a las clases, los alumnos asistían al Oficio Divino en la Catedral de Santa María de Toledo, ayudando a los celebrantes y en el canto litúrgico. La educación musical era básica en la Escuela Episcopal, y aquí también tenía grandes cualidades Eugenio por su buen oído musical, su excelente voz e incluso sus aptitudes poéticas. Debió empezar ya como joven sacerdote la labor que culminó después como obispo, retocando y corrigiendo melodías e incluso creando nuevas composiciones para la liturgia. Eugenio amaba la teología, la poesía y la música, y así lo transmitía con pasión a sus pupilos.

Sus cualidades humanas, su gran nivel cultural y su personalidad ejemplar por la honradez y las demás virtudes hicieron que la figura de Eugenio fuera llamada a más altas responsabilidades eclesiales y sociales.

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