InfoCatólica / Javier Tebas / Categoría: Doctrina cristiana

10.12.09

Contra el agnosticismo en la escuela pública española

Reapareció hace unos días el debate sobre la presencia de la Cruz en las aulas. La discusión parece ya un fenómeno cíclico que –desde que tengo uso de razón- emerge cada cierto tiempo. Varios días en titulares, quizás semanas, y tras un derroche brutal de litros de tinta y horas de tertulia en cantidades industriales, vuelve a desaparecer, olvidado por la agenda del “debate social” que establecen los grandes medios de comunicación.

En cualquier caso el fenómeno mediático “crucifijos en las aulas” pone en evidencia el escaso nivel del panorama parlamentario español. Las izquierdas han desenfundado -esta vez más que nunca- ese odio patológico contra el hecho religioso (sobre todo si es católico) que les ha caracterizado desde su lucha contra el opio del pueblo. Fuera todas las cruces –han dicho-; retirémoslas de todos los sitios, incluso de los colegios privados. ¡La religión a los templos! Volvía a exclamar Pajín sacando a la miliciana que lleva dentro.

Contrasta ese desmelene desafiante de los puños en alto, con la previsible actitud tibia de la derecha liberal. El argumento ha vuelto a girar en torno a que los padres puedan decidir, y que llevando a sus hijos a colegios privados religiosos se mantengan los crucifijos. Claro ¡faltaría más!. Pero ante un debate que simplemente enfrenta la posición atea izquierdista, que propone la persecución de lo religioso, a la posición agnóstica derechista, que propone relegarlo exclusivamente a lo privado, creo que los católicos tenemos algo que decir.

Aquí entra la cuestión de fondo. Frente al hecho religioso no cabe la indiferencia, la pregunta sobre lo trascendental es tan inherente al hombre, que no cabe una posición más imparcial que otra. Dada esta circunstancia, que viene constatada desde los clásicos, el agnosticismo es una posición frente a lo trascendente que puede resultar igual de impositiva que la confesionalidad. La confesionalidad no implica, como algunos llegan a decir, que el obispo sea el presidente de la diputación de tu provincia, la separación entitativa Iglesia-Estado es una cuestión que no pone en duda la confesionalidad. Tampoco implica mayor o menor libertad religiosa. Nadie cuestiona que exista una falta de libertad religiosa en países confesionales como Grecia, Inglaterra o Suecia, en los que hay una gran libertad de culto. La confesionalidad, y más en el caso de España, debería constatar una herencia histórica y espiritual que no podemos desnaturalizar, y cortar de un día para otro en un hemiciclo.

España es católica en su propio espíritu, desde la conversión de Recaredo, desde una reconquista y una unidad edificada sobre la fe, desde unos valores patrios heredados indiscutiblemente católicos. Lamentablemente a día de hoy absolutamente nadie defiende este hecho, agnósticos y persecutores han copado la totalidad de los escaños de nuestra supuesta soberanía. Tendremos que empezar a recordarlo los católicos. Para nuestra nación intrínsecamente católica, no queremos escuelas públicas agnósticas, queremos que Cristo en la Cruz nos siga iluminando sobre el encerado, como lleva guiándonos tantos siglos a través de los designios de la Historia.

Javier Tebas
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13.11.09

Nada sin Dios

Desde el momento en el que la nefasta Revolución Francesa desnudó a una joven bailarina, profanó la catedral de Notre Dame de París y la erigió como imagen de culto a la “Diosa Razón”, el mundo moderno levanta su civilización sobre los cimientos más endebles y perversos que uno pueda imaginar.

Los primeros liberales, lejos de profundizar en el valor de la Razón, amputaron a ésta el valor y las cualidades de las que habló Santo Tomás, y negaron su capacidad de alcanzar lo trascendente, o de fundamentar en lo divino aquellas verdades que solo en Dios pueden encontrar su origen.

De modo que la última instancia sobre lo bueno y lo malo, el bien y el mal, o los derechos de las personas, no tiene un último origen divino y por ello inmutable, sino que viene determinada por el intento de raciocinio una piara de masones reunidos en Asamblea, o quizás por un Tribunal de aquí o allá, que erige sus decisiones sin reconocerse sometidos a una instancia superior.

Y eso es lo peligroso, creerse en la cima de la pirámide, no tener la sencillez y la humildad de reconocernos por debajo de la ley de Dios, creer que los hombres, reunidos en hemiciclos están un escalón por encima de Dios. Y que si acaso se respeta la ley Natural, es porque ellos la consideran tal, y nunca por su deber con el origen divino del poder y la Verdad.

La “divina laicidad” nos obliga a profesar una fe en la positivización humana de nuestros derechos. Y tan perversa es la inducción a una fe ciega por el “consenso” y por la divinización de las tipificaciones legales con presunción de racionales, como humilde es saberse por debajo de Dios y reconocer la ley que de Él emana.

Javier Tebas
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29.10.09

Vacaciones de invierno

Me gusta pasear abrigado en invierno. Siempre me ha resultado agradable meter las manos en los bolsillos, cruzarme una bufanda por el cuello, y caminar despacio mientras mi aliento se transforma por un instante en ese humillo que se desvanece tan rápidamente.

Confieso que los paseos fríos llegan a su máxima expresión bajo el ambiente de las luces navideñas. La verdad es que no me desagrada que las pongan en noviembre con fines comerciales, ni me importa demasiado que sean un derroche de formas abstractas que olvidan el verdadero sentido de la Navidad. Quizás sea porque son fechas para dejar a un lado mi espíritu crítico, o quizás simplemente porque irradian esa luz hogareña tan hipnotizante, que crea un ambiente tenue como la tulipa del salón, y que te invita a pararte a pensar en los detalles y en las pequeñas cosas que cada día pasamos por alto.

Si aún en octubre ya estoy pensando en la Navidad, es porque el otro día, en uno de los paseos fríos que ya nos adelanta el otoño, le contaba a un amigo mi hipnotizada transigencia con ciertos aspectos “paganizantes” de esas fechas. Pero mi amigo -que me conoce bien y quería despertarme- sacó el tema del Consejero de Educación Catalán, que va a aprobar sustituir el nombre de las vacaciones navideñas por “vacaciones de invierno”, y la Semana Santa por “vacaciones de primavera”. ¡Y no solo consiguió despertarme! hasta tuve que buscar el banco más cercano para sentarme y sentir sobre las sienes el peso de la imbecilidad del mundo que nos rodea.

Nos hemos olvidado de que la Tradición Católica no es un mero componente histórico presente en nuestra cultura, sino que Tradición Católica es la propia semilla y el fundamento de nuestra cultura y de nuestra sociedad. En el momento en el que olvidamos que hemos crecido sobre la cristiandad, y la rebajamos a un “componente histórico a tener en cuenta” para relegar la fe al ámbito puramente privado, estamos dando pie a que imbéciles como el Consejero de Educación Catalán hagan este tipo de propuestas.

Parece que ya vemos las consecuencias del segundo estadio de las tesis gramscianas. Primero relegar la fe y la religión a una dimensión menor, accesoria, pretexto de otras luchas y reducida progresivamente, para luego suprimir todo vestigio de ésta e imponer una “conciencia política” que no contemple nada de lo trascendental.

Cualquier día nos levantaremos en el 18 Brumario de la era 70 después de la fundación de la ONU. Y no sé si para entonces los católicos ya habremos despertado.


Javier Tebas
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25.09.09

La libertad que nos vende el liberalismo

Me sorprendía en una película la frase de que la actitud de los hombres a lo largo de la historia es una evolución circular que pasa de la esclavitud a la libertad, de la libertad a la comodidad y el conformismo, del conformismo a la apatía, y de la apatía a la esclavitud. No se si será del todo cierto, pero de lo que no tengo ninguna duda es de que la apatía es el paso previo a la esclavitud. ¿Porqué entonces un concepto a priori tan positivo como la libertad, parece tener esa tendencia a degenerarse?. La razón es que en nuestra mentalidad liberal hemos sustituido el concepto de la verdadera libertad por el del voluntarismo.

Cuando los autores de la filosofía liberal hablan de las libertades del individuo, y elevan las decisiones individuales a un rango de infalibilidad cuasi sagrada, es cuando inspiran la concepción voluntarista de la vida. Todos conocemos, e incluso hemos utilizado alguna vez el argumento de que “tu libertad termina donde empieza la del otro”. Pero tengo que contradecir a uno de los axiomas de nuestra sociedad, porque no creo que podamos aceptar que la libertad es un “haz lo que quieras con tal de no molestarme”. Cuando creemos que la dignidad, el bien, o la legitimidad de las cosas depende de lo que nos apetezca hacer, o cuando creemos que la única condición para hacer lo que nos venga en gana es no molestar al vecino, estamos desarrollando una concepción de libertad que sin duda camina directamente hacia la esclavitud.

El voluntarismo tiene una dimensión legislativa muy peligrosa. De su mano vienen leyes como la del matrimonio gay bajo el argumento de “que hagan lo que quieran en su casa” o la del aborto, que por lo general no importa demasiado porque a la gente no le afecta, todos han nacido ya así que no se ven amenazados. También temas candentes como la prostitución y el argumento para legalizarla de “que hagan lo que quieran con su cuerpo” o la eutanasia “si quiere suicidarse que lo hagan, es su vida”. Con que a mí no me molesten, todo vale.

Aunque les duela a determinados católicos que de buena fe intentan defender el liberalismo o alguno de sus aspectos, esta es la libertad que nos venden. No la que viene de la Verdad, no la libertad de la que hablaron San Agustín o Santo Tomás, sino el más absoluto voluntarismo netamente liberal del que habló Rousseau, y que está acabando con nosotros.


Javier Tebas
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27.08.09

El anticlericalismo frente a la Iglesia caritativa


Las Misioneras de la Caridad celebraban ayer (miércoles 26 de Agosto) el nonagésimo noveno aniversario del nacimiento de su fundadora Gonxha Agnes, la Madre Teresa de Calcuta. A las puertas del centenario, el testimonio de la Madre Teresa y de su obra debe entrar más que nunca en la vida de muchas personas, en una sociedad que necesita con urgencia escucharlo.

Cuando en medios de comunicación y conversaciones nos asalta ese anticlericalismo visceral y cargado de odio contra la Iglesia -por parte de quienes además suelen creerse el paradigma del humanismo- suelo acordarme de las hermanas Misioneras de la Caridad que he podido conocer.

Esa monja bajita, anónima en un hábito que solo quiere significar parte de una comunidad, sencilla, discreta, que ni siquiera hace alarde de su esfuerzo. Esa monjita entregada a la escoria de la humanidad, a los más desgraciados entre los más miserables. Ella -tal y como lo fue la Madre Teresa y lo son por cientos de miles- es el pleno sentido de una Iglesia que se extiende por todo el mundo al servicio de Dios, y cuyo centro “institucional” -aunque a algunos les repatee- está en el Vaticano.

Todos esos necios que se regocijan en la indecencia jactándose y mofándose de la Iglesia, mientras viven en el egoísmo y no conocen el mínimo sacrificio, ni siquiera saben reconocer el ejemplo de entrega de personas como las Hermanas Misioneras de la Caridad, y de tantas órdenes religiosas que desempeñan un trabajo similar.

La entrega total y la caridad no constituyen casos aislados, son el corazón de la Iglesia. Pero al anticlericalismo no le suele gustar mencionarlo. Personas que renuncian a todo para pasar su vida al lado de moribundos, limpiando la porquería y los excrementos de parapléjicos, ancianos y deficientes abandonados en la calle, dándoles la mano a la hora de morir. Maldita sea ¿alguien puede entender que en muchos sitios sean perseguidos?, ¿que en occidente se encuentren con una sociedad completamente indiferente, y que no reconoce su labor?¿que se denoste a rabiar a la Iglesia de la que forman parte y que sostiene su obra?.

Esa monjita anónima discreta y callada, ese misionero que a las cuatro de la mañana está dando la medicación a un niño. Ellos nunca se enfadarán frente al “anticlericalismo militante” ni entrarán en su dinámica de bajeza. Solamente rezan por ellos, trabajan y se compadecen.

Pero yo no me aguanto y no puedo morderme la lengua, no soporto las actitudes intolerables contra la Iglesia que se repiten sin cesar por parte de bufones al estilo “Gran Wyoming", Enric Sopena y demás ralea del sector. Frente a su odio irrespetuoso, son testimonios generosos como el que nos dejó la Madre Teresa los que fundamentan una obra de Dios, y nos muestran muy a la razón a que personas merece la pena admirar.

Javier Tebas
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