Desvergüenza
A un lado, los políticos hollan los presupuestos, sacados directamente de los bolsillos de los ciudadanos sin su consentimiento: el dinero que se gana con el sudor de la frente, ellos lo malgastan sin ningún tipo de pudor.
Al otro, banalidad, futilidad y vanidad, como si la cosa no fuera con ellos.