5.09.24

Comunidad (I)

Continuamente hacemos uso del término «comunidad» tanto en el lenguaje común, como en el político - ¡especialmente aquí! -. Lo utilizamos con tanta fuerza que parece que tuviéramos claro su significado, pero ¿realmente es así? Con el término «comunidad» ha pasado lo mismo que con otros conceptos y es que hemos conservado el signo pero hemos perdido su contenido semántico – lo que apuntaba Alasdayr MacIntyre en su Tras la Virtud -.

Una de las características de la modernidad es voltear nuestras referencias, oscurecer lo que era claro, en definitiva encharcar todo el pensamiento, de manera que el pensar se ha convertido en un acto farragoso donde concluir cualquier verdad se ha vuelto más complicado que obtener una medalla olímpica – de hecho, la representante australiana en la modalidad de Break Dance ha demostrado que, teniendo los contactos, por lo menos el acceso a la competición no es muy difícil -.

¿Qué entendemos por comunidad? Si nos acercamos al diccionario de la RAE y buscamos la palabra en cuestión, obtenemos estas respuestas:

comunidad 

Del lat. communĭtas, -ātis, y este calco del gr. κοινότης koinótēs.

Escr. con may. inicial en acep. 9.

1. f. Cualidad de común (que pertenece o se extiende a varios).

2. f. Conjunto de las personas de un pueblo, región o nación.

Sin: población, sociedad, cuerpo..

3. f. Conjunto de naciones unidas por acuerdos políticos y económicos. Comunidad Europea.

4. f. Conjunto de personas vinculadas por características o intereses comunes. Comunidad católica, lingüística.

Sin: colectividad, colectivo, familia.

5. f. comunidad autónoma

6. f. Junta o congregación de personas que viven unidas bajo ciertas constituciones y reglas, como los conventos, colegios, etc.

Sin: convento, monasterio, congregación.

7. f. Común de los vecinos de una ciudad o villa realengas de cualquiera de los antiguos reinos de España, dirigido y representado por su concejo.

8. f. Ecol. Conjunto de seres vivos que habitan en un entorno común.

9. f. pl. Levantamientos populares, principalmente los de Castilla en tiempos de Carlos I.

Parece que en las distintas acepciones hay algo esencial a todas y es que con la palabra comunidad atendemos tanto a una cualidad – que pertenece a varios grupos – como a un conjunto de seres vivos, personas, naciones, unidos por un vínculo – el idioma - , o un acto de la voluntad – acuerdo -. Resulta llamativa la cuarta acepción

«conjunto de personas vinculadas por características o intereses comunes. Comunidad católica, lingüística.»

Que dé como sinónimos la colectividad o la familia, no deja de ser significativo. ¿Por qué? Porque ciertamente entre los miembros de la familia hay unas características comunes (los padres con los hijos, no el de los padres entre sí), aunque en este caso, la cuestión de los intereses haya que explicitarlo bastante. Como católicos entendemos que es la ayuda mutua de los esposos y el cuidado de la prole, aunque creo que también como católicos, entendemos más y mejor lo que sería la comunidad familiar que lo que hace la RAE. De hecho, poco interés hay hoy en día en formar una familia. Ese elemento dependiente de la voluntad, sin que sea especificado el Bien, en mi opinión es distractor y desvía el punto de la cuestión.

Por otra parte, podemos entender – y lo hacemos bien -, que la comunidad es la base de nuestras naciones, muy anteriores a los actuales Estados, que son bastante tardíos. De hecho, podríamos aventurarnos a decir, que la aparición del Estado es el que ha opacado el sentido de la comunidad, pero no nos metamos en ese charco y volvamos a lo que nos confiere.

Como es bien sabido, la obra política de Santo Tomás de Aquino es escasa, en el sentido de escribir un tratado tal cual sobre el tema. Las obras que más relación tienen con este tema son tres:

-          Comentario a la Política de Aristóteles.

-          La Monarquía. Al Rey de Chipre.

-          Carta a la Duquesa de Brabante.

El resto del pensamiento político del aquinate se encuentra disperso en el resto de sus obras (Comentario a las Sentencias de Pedro Lombardo, Suma Teológica, Suma contra los Gentiles…).

La filosofía de Santo Tomás es realista, parte del SER, no de una teoría del conocimiento. La realidad no se puede justificar, simplemente ES. Pero ese SER no es suyo, sino dado por DIOS. Hay una diferencia entre la esencia y el acto de ser.  El ente – lo que tiene SER – es lo primero que cae en el intelecto y es precisamente este tener SER el que establece su condición de cognoscibilidad y esta condición surge de que el ser, la verdad, el bien y la unidad son convertibles.

Teniendo en cuenta este principio real, Santo Tomás, siguiendo a Aristóteles dirá que el hombre es un animal sociale et politicum (1), que vive en sociedad, más que el resto de animales y que además nos revela su propia necesidad natural, ya que «la naturaleza preparó a los demás animales la comida, su vestido, su defensa, por ejemplo los dientes, cuernos, garras o, al menos, velocidad para la fuga. El hombre, por el contrario, fue creado sin ninguno de estos recursos naturales, pero en su lugar se le dio la razón para que a través de esta pudiera abastecerse con el esfuerzo de sus manos de todas esas cosas, aunque un solo hombre no se baste para conseguirla todas. Porque un solo hombre por sí mismo no puede bastarse en su existencia. Luego el hombre tiene como natural el vivir en una sociedad de muchos miembros» /2). Y es social por naturaleza porque se le ha dotado el lenguaje, con el que se comunica con sus congéneres y como la naturaleza no hace nada en vano, es con la palabra con la que se constituye la comunidad.

¿Qué quiere decir esto? Que corresponde a nuestra physis el ser social. El hombre nace de un hombre y una mujer. Da sus primeros pasos en la comunidad, aprende a leer y a escribir en la familia, la ley moral es transmitida en la comunidad. Y es con el lenguaje con la que se establece la comunidad – no habría comunidad sin comunicación -. El hombre atómico, absolutamente independiente, de los liberales es una mera abstracción. Nadie nace solo (es un absurdo, de acuerdo, pero vivimos en un mundo pleno de locura).



(1) Santo Tomás de Aquino, Sententia Politic., lib. 1 l. 1 n. 26; De regno, lib. 1 cap. 1; op. cit., 2.011 p. 62; Summa contra Gentiles III, cap. 85, 117,125, 128, 130, 134 y 136; Summa Theologica, I-II, q. 95, a.3; II-II q. 109, a.3; II-II, q.129, a.6; III q.65, a.1.; De veritate q. XII, art. 3 y más.

(2) Santo Tomás, De regno, lib. 1 cap. 1

28.07.24

Los blasfemos JJOO

Francia tiene un problema y es que un día decidió juzgar a su Rey. Y lo condenó - ¡pobre Luís! -. Desde entonces sufre la maldición de haber humillado a la Ley. Carl Schmitt dijo que ni Roma se atrevió a tanto. Y es verdad.

Desde ese desdichado día, todo ha sido degeneración. Lo de la inauguración, un chiste, ¡una blasfemia!

El hombre moderno sufre una neumapatología (Voegelin, antes Schiller). Está tan enfangado en lo natural que cuando una ventana a lo trascendente se abre, es incapaz de reconocerla y asomarse.

Esta enfermedad espiritual reverbera en lo político, de ahí que la regeneración sea tan difícil.

Tiempos bárbaros.

Que Dios se apiade de Francia.

25.06.24

Ecología

Afirmar que todo lo relacionado con el medio ambiente constituye uno de los temas que más interesa a nuestros contemporáneos no es más que una perogrullada. Sólo hay que ver la cantidad de noticias que se generan alrededor de este campo. Y no sólo las noticias. Hay toda una disciplina alrededor de la depuración de aguas, la gestión de residuos, etc… Hasta el mismo Papa Franciscus dedicó hace unos años una encíclica «sobre el cuidado de la casa común», Laudatio sí.

¿Es el medio ambiente, la ecología, algo que debe ser ajeno al cristiano, ya que pertenece al orden natural? Si pensamos que el mismo Doctor Universalis – San Alberto Magno – hizo un tratado de jardinería podemos decir que no. ¿No choca el cristiano con la idea de progreso  y su apocalipsis terrenal, la destrucción del mundo provocado por el descontrol del mismo progreso?

¿Se debe desentender el cristiano de la naturaleza – buscando  la huída del mundo - porque aspira al Reino de los Cielos? Lo primero que hay que decir es que el Dios cristiano no es un Demiurgo, que crea a partir de una materia amorfa preexistente, sino que crea de la nada (ex nihilo) y que su obra es buena (Gen 1,31) porque la ha hecho Él. El mundo no es un error, ni un mal, por el contrario, la creación es buena. 

Además, el Dios cristiano se desvela en el orden natural, donde el hombre puede avizorar la presencia de Su Autor. ¿No afirma, acaso, el Cántico de los tres jóvenes de Daniel que los cielos y la tierra alaban a Dios? ¿No están los Salmos preñados de esa celebración al Autor de la creación? ¿No obedece la tormenta al Señor y ante Su potente voz queda calmada? En San Francisco encontramos ese amor a las obras de Dios y a Dios al unísono.

¿Qué problema puede haber entonces con el ecologismo? ¿Acaso no quiere el cuidado del medio ambiente? Debemos partir aquí de una doble afirmación: sí, la naturaleza es buena, pero – sin que esta adversativa anule lo anterior -, también es contingente. En cuanto ser creado es también una pura posibilidad porque su acto de ser se lo debe a Dios, no es suyo propio. La cuestión es otra y es la existencia del mal, de la que es responsable el hombre, por el pecado original. ¿Qué detesta, pues, el cristiano? El cristiano no detesta otra cosa que el desorden, la fealdad y el mal que el mismo hombre ha introducido en la creación por su separación del Creador.

Es la acción del hombre, a través del sistema económico el que acaba desencajando la relación de la criatura con el medio ambiente. La modernidad introduce una estructura que produce el arrastre de la acción humana y si no se corrige acaba infundiendo más desorden en la naturaleza.

¿Si esto es así, dónde está el problema? El problema está en que el ecologismo ha transmutado de ciencia a ideología, respondiendo no a cuestiones que se pueden discutir dentro de su ámbito, sino a intereses de clase. Sus tesis han rebasado el campo de la ciencia. Por otro lado, está el inmanentismo que se resuelve en toda filosofía moderna. Es el esfuerzo del hombre de mantener las cosas en el ser, como si fuera su acción la que diera a los entes su existencia, evitando, de esta manera su vuelta a la nada. De ahí que este progresismo haya devenido en apocalipsis, en la destrucción del mundo que advendrá, si no se toman medidas urgentes, en su contra.

El cristiano, en este sentido, se muestra como el verdadero optimista, porque sabe y cree que la naturaleza, en cuanto obra de Dios es buena y Dios, al contrario del hombre, no destruirá su obra. Esperamos los cielos nuevos y las tierras nuevas. En el ínterin, nos ocuparemos, como mayorales, de lo que nos ha sido regalado.

9.06.24

Años después…

Trece años ya de la última entrada de mi blog. Acababa de nacer José María del Carmen, mi tercer hijo, cuando colgué la esquela en Infocatólica. Trece años ya… y aquí me encuentro de nuevo con mis antiguos compañeros, retomando el blog,

Y en estos trece años, ¡cómo han cambiado las cosas! Uno se da una vuelta por los temas que se hablaban con el nuevo milenio recién estrenado y la mayoría de ellos se han convertido en irrelevantes.

Estamos viviendo entre ruinas, todo ha sido – casi – demolido. Sin embargo, es lo que nos ha tocado vivir. Puede ser amargante, pero también apasionante. Cada día tiene su afán: a nosotros nos ha tocado este. ¿Acaso el sacrificio de Cristo en la Cruz ha sido infructuoso? Claro que no. La desesperación es un pecado contra la virtud de la Fe. Hay que volver a empezar.  

Y con este ánimo retomo el blog, con el de mostrar la belleza de la Fe, que el humo no nos impida ver la belleza de la Iglesia.

Espero que los que se asomen al blog, si es que alguien lo hace - ¡espero! -, tenga paciencia con el autor y consiga el fin propuesto.

Adsumus!

30.07.11

Cuenta lo que fuimos

La película del Capitán Alatriste es uno de esos islotes que uno se encuentra, dentro de lo que es la mar océana de la nada, que es el cine español.

Una película española, que no trate de la Guerra Civil es una extrañeza, que no sea mala, es como para que le den un premio.

Cuando llegué al final, me pregunté: ¿cómo queda tan bien la marcha La Madrugá? Con lo pesada que resulta para un pasopalio. Sin embargo aquí, con los tercios en formación, la pieza de Abel Moreno, viene como anillo al dedo.

Hoy es mi último artículo en InfoCatólica. Razones que no vienen a cuento, me han llevado a dar carpetazo a esta etapa interretera.

Vuelvo a mi antigua bitácora, aquella de donde salí.

Agradecer al dueño de la cosa, el padre Iraburu, la acogida que ha tenido con este humilde articulista – no me gusta la palabra blogger -. A los amigos y compañeros – especialmente a Luis Fernando, el padre Guillermo, Bruno y Juanjo, a los que conozco desde hace algunos años -, mandarles un abrazo y desearles que les vaya muy bien.

Ésto es todo.