El pregón de las Glorias de Vïctor García Rayo

Al que ven en la foto es Víctor García Rayo, periodista de Punto Radio y conspicuo cofrade sevillano. El pasado sábado, pronunció el Pregón de las Glorias, pregón de exaltación mariana y que abre, por llamarlo de alguna manera, este tiempo de procesiones de gloria en Sevilla.

El pregón del señor García Rayo fue valiente, comprometido, católico, es decir, todo lo contrario que el acto de exaltación agnóstica - digo del Pregón de Semana Santa - del señor Barbeito.

El pregonero comenzó invitando al Arzobispo a que le diese la mano y le acompañase en este paseo por la Sevilla mariana:

Déme la mano Monseñor,
traiga su cruz al camino,
que quiero explicarle ahora
el valor que tiene el trigo
cuando Sevilla y su siega
dan a la vida sentido
y la Virgen Pura y Limpia
cruza el Arco del Postigo.

Déme la mano Pastor,
no tema venir conmigo.
Que me ha encargado Sevilla
servirle de Lazarillo
y si disfruta el paisaje
de la ciudad de los siglos,
entenderá el cielo azul
que divisa el giraldillo.

Tome mi mano, Pastor,
y goce del paseíllo.
Que yo le cuento las horas,
que yo le beso el anillo;
que la palabra pastor
nunca tuvo más sentido
que cuando vimos llorar
a nuestro Carlos Amigo.

Tome mi mano, Pastor,
no tema el alma del hijo.
Necesito un confesor
por si peco en el camino.
Porque la Gracia de Dios
requiere un altar de Amor
y aquí tiene al monaguillo.

Le hablaré de blancas manos,
oro y espigas del trigo,
de los salmos, de la luna,
y de Madres con sus Hijos.
Hablaremos de esperanza,
de Rosario en el camino.
De Alegría, y Madre de Dios,
y de sueños de Rocío.

Venga conmigo Pastor,
a las Glorias le convido.
A la Luz, el Carmen, Mercedes,
al sueño celeste que vivo.
Déme la mano, Monseñor,
por Caridad se lo pido.
Se lo dice un nazareno
que es azul del Baratillo.

El momento álgido llegó con lo que el pregonero calificó como «la sociedad vacía», esa sociedad que quieren construir los enemigos de Dios y de su Iglesia:

Que no nos quiten los símbolos religiosos de los colegios, que no falten las capillas en los hospitales, que sepan nuestros niños a qué sabe el abrazo de María, el refugio de nuestros problemas en la oración ante una imagen bendita de la Reina de los Cielos. Que nos dejen soñar, que gocemos de la gloria de la Resurrección, que podamos acudir a nuestros símbolos en todos los momentos de dolor y de agradecimiento.

Centros sanitarios de Sevilla. ¿Nos hemos detenido en sus nombres? Sólo en los nombres comenzamos a sentir alivio. Sagrado Corazón, Santa Isabel, San Lázaro, ese hospital de San Jacinto que tiene en su fachada a la Esperanza de Triana… y Nuestra Señora de Valme, y dos ciudades sanitarias que a veces curan con el nombre: Virgen Macarena, Virgen del Rocío… Que le quiten pues los nombres a esos hospitales, que cierren sus capillas y descuelguen sus cuadros, que no nos dejen rezar ni en las clases, ni en los hospitales, ni en los lugares públicos como si acercarse al corazón de Dios coartara la libertad de los demás. Y el valiente que lo haga, que se lo cuente a los enfermos, que se lo diga a los familiares, que no dejen entrar al cura para darnos la última ración del cuerpo de Cristo. ¡Cofrades de las glorias, rezad también por quienes pretenden diseñar una sociedad vacía!

Efectivamente, esta es la sociedad que quieren construir, una sociedad sin Dios, una sociedad vacía, alejada de su Creador.

Y el final, un canto de amor a la Iglesia y a la Madre de Dios:

Monseñor, ya no puedo más. Me queda derramar mi sangre por la Iglesia si usted ahora me lo pidiera. Me queda solicitarle amor por las Glorias de Sevilla. Me queda soltarle mano y volverla a besar. Me pesan en los hombros las piedras de mi Catedral. Me lloran las horas del pregón, me saben las palabras a sal. Me persiguen los sueños de gloria, y ya me angustia el atril. Y le debo mi amor por Sevilla a mis padres, que me engendraron y me ayudaron a cuidar el cofre en el que se guarda el regalo más hermoso, el de la fé.

Yo no sé si esto es un sueño
o despertaré más tarde.
Soy un hijo afortunado
que siempre tuvo dos madres.

Está mi Madre del Cielo,
que tiene cientos de nombres,
y está mi madre en la tierra,
Mercedes, siempre Mercedes.

Gloria a las madres del mundo,
que es el amor que más brilla.
Por eso me tiembla la voz
en la hora del adiós
y el beso de despedida:
Yo nunca podrá pagarte
lo más grande que tú has hecho,
que fue parirme en Sevilla.

Déme la mano, Monseñor,
y si mi mano no abriga,
salga a la calle el Pastor
y compruebe el esplendor
de las glorias de Sevilla.

Entre el pregón de Víctor García Rayo y el de Barbeito media un abismo: el de la fe.

Desde este humilde rincón no resta más que darle la enhorabuena a este pregonero de las Glorias de María.

4 comentarios

  
Camino
Ole por Víctor García Rayo y ole por la fe que le transmitieron y que él conservó y que Dios quiera lleve a muchos, de la mano del Señor, de la Virgen María y de la santa madre Iglesia.
Gracias por traernoslo, Isaac.
04/05/10 11:33 PM
  
Francisco
Despues de leer el artículo sólo me sale decirle al pregonero:
Viva la madre que te parió,
la de la tierra, siempre Mercedes
y la del cielo, la Madre de Dios.
06/05/10 8:16 AM
  
Ignacio
Qué maravilla! muchísimas gracias por dejarlo aquí.
06/05/10 11:17 AM
  
Alonso Contreras
¡Qué diferencia de aquel otro pregón sembrado de dudas y miserias que perpetró García Barbeito!
07/05/10 6:01 PM

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