Habemus Papam
Quería preguntarles si alguno se emocionó cuando el cardenal protodiácono pronunció las palabras “Habemus Papam“. Yo sí, y fue extraño porque hasta ese momento sabíamos que se había elegido un Papa, por la fumata blanca que con fuerza emanó de la chimenea de la Capilla Sixtina, y estábamos expectantes para conocer el origen y el nombre del nuevo Vicario de Cristo.
Pero fue cuando escuché estas palabras, que me embargó la emoción y sentí lágrimas en los ojos.
Ya lo había sentido antes, en el Cónclave que designó a Joseph Ratzinger para ser Benedicto XVI, pero en esa ocasión lo atribuí a la alegría que me produjo el saber que estábamos en buenas manos, la sensación de que el Espíritu Santo confirmaba la enorme labor de Juan Pablo Magno, y tal vez al boato con que el Cardenal Medina Estevez (chileno) pronunció “Rrratzinger” desde el balcón. Esta vez, sin embargo, era diferente, porque no sabíamos quien era Bergoglio, ni siquiera sonaba entre los candidatos (aunque no puedo dejar de mencionar que mis predicciones acertaron en un 100%).
Entonces ¿Por qué la emoción ante estas simples palabras?