Nunca pasa nada... según a quién
En la Iglesia tenemos, se supone, normas. En la práctica, meramente orientativas y sujetas a que cada uno haga con ellas lo que quiera.
Los ornamentos necesarios para celebar misa están prescritos y reglamentados. El P. Agúndez no usa casulla y siempre estilo arco iris. No pasa nada.
La liturgia de la eucaristía es clara. Don Merenciano y su equipo de liturgia cada domingo inventan la plegaria eucarística. No pasa nada.
Doctrina de la Fe prohibe expresamente la bendición de parejas homosexuales. En Alemania se hacen en más de cien parroquias con luz, taquígrafos y retransmisicón en directo. No pasa nada.

Esta mañana, a la hora del desayuno, me he fijado en el cestillo de las medicinas que ocupa un lugar estable en la cocina de la casa parroquial. He vuelto la vista atrás, mucho más atrás, y pensaba que un servidor, hace años, no sabía qué era eso. Lo más que había en casa era una caja de aspirinas para el caso de algún dolorcillo de cabeza o un catarro imprevisto, alcohol, agua oxigenada, tiritas y mercromina y ya.
Aquí el que no se consuela es porque no quiere. Los hay emocionados por el proceso sinodal en España. Hacen bien. Las emociones son libres. Los ridículos, también.
He vuelto feliz de Santa María de Refet. Socio tanto o más que yo. Volveremos.