Las rúbricas te dan sorpresas
Como todos mis lectores saben, en los libros litúrgicos existe lo que, coloquialmente, se llama la “letra colorá". Lo que viene en rojo en el misal son las rúbricas, es decir, cómo se hacen las cosas. Los sacerdotes, según pasa el tiempo, las rúbricas ya ni las repasamos, se supone que las conocemos de memoria. Los laicos, ni les cuento.
Ya saben que servidor, en ocasiones, celebra “ad orientem", es decir, los ritos iniciales desde la sede, la liturgia de la palabra desde el ambón, y la liturgia eucarística en el altar pero vuelto hacia Dios. Por supuesto, lo hago en lengua vernácula y por supuesto con el misal de san Pablo VI.
Lo curioso es que la celebración “ad orientem” no solo no es nada extraño, ni prohibido ni regulado, tampoco el capricho de un cura serrano que le ha dado por ahí -hace años ya celebraba una misa dominical así en la parroquia de la Beata María Ana Mogas- sino una forma habitual de celebrar prevista en el misal de san Pablo VI.

A lo tonto, a lo tonto… comenzamos unas sencillísimas clases de formación cuando nos encerraron los políticos en casa y muchos obispos clausuraron los templos.
Ya saben, y si no se lo digo ahora, que servidor calebra de vez en cuando “ad orientem". Con el misal de Pablo VI, en español, pero “ad orientem". Cuando cuento estas cosas, siempre hay alguien que me pregunta por eso, que dicen tan superado, de qué opina la gente. Pues ahí voy.
Quería preguntarles su experiencia a curas y laicos. Hace ya años y años que se ha convertido en algo habitual que en muchas parroquias, ante la ausencia de sacerdotes, las celebraciones dominicales estén a cargo de laicos o religiosas que garanticen al menos, cada domingo, la Palabra y la posibilidad de recibir la comunión.





