Un folleto muy poco imparcial
Desde el viernes a medio día en la operación kilo. 40 familias a las que surtir de alimentos son muchas familias y hay que buscarse la vida. Por eso dos veces al año acudimos a un centro comercial cercano donde el hipermercado nos da todo tipo de facilidades para hacer la campaña. Colaboramos unos cuarenta voluntarios capitaneados por un servidor, que estos días se pasa allí todo el tiempo que le dejan libres sus compromisos sacerdotales en la parroquia.
Los voluntarios saludan a las personas que se disponen a entrar en el hipermercado, explican qué es la operación kilo, entregan un folletito explicando lo que hace Cáritas en la parroquia y les invitan amablemente a colaborar.
La respuesta está siendo muy buena, y aún nos queda esta mañana de domingo en la que no podré estar en el centro comercial, aunque acudiré al acabar las misas para colaborar en el transporte de todo lo recaudado.

No, no se me confundan. Yo sé que con los teléfonos de última generación, los llamados Smartphone, uno lleva en el bolsillo el mundo entero. Me falta uno que haga café y que lleve incorporado el cajero automático. Todo se andará.
No lo sé, ni creo que nadie pueda saberlo. No hay ninguna revelación pública sobre el número de condenados y las penas del infierno.
No conozco la nueva teoría, pero pudiera ser que a servidor la teología de siempre se le haya quedado obsoleta y que el Catecismo haya sufrido alguna corrección fundamental que esté replanteando algunas cosas. Puede ser.
Hacía tiempo que no me emocionaba en la acogida de Cáritas. Pero la historia de Manoli me superó. Llegó a España de allende los mares ilusionada con un nuevo Dorado esta vez en el camino inverso. El principio no fue malo a pesar de no tener “papeles”. Todavía atrapó los últimos coletazos de tiempos buenos, pero pronto se torció todo.