Catarata de críticas contra la encíclica de Francisco
¿Acaso se esperaban otra cosa? Era lo previsible en la progresía eclesial. Tras varios meses de vendernos la moto de la primavera eclesial que por fin llegaba con Francisco, comienzan a vislumbrarse los nubarrones de siempre. Es verdad que gustan los gestos del papa, a mí también, pero me temo que escuece su doctrina. Eso de que hable con inusitada frecuencia del demonio, la oración, la confesión o la Iglesia como el CAMINO y no una vía más, son cosas que acaban haciendo pupa. Cuatro meses hablando de la renovación eclesial y nos sale ahora Francisco con esta encíclica que parece gusta más bien poco.

En esto, como en casi todo, cada maestrillo tiene su librillo. Y cuando hablo de opciones pastorales hablo justo de eso, de posibilidades y de los experimentos que uno ha ido haciendo y el resultado que ve.
Para fray Macario era importante el voto de pobreza. Por eso, entre otras cosas, no tenía carnet de conducir y se había prometido a sí mismo no tomar jamás un taxi. Eso sí, constantemente: ¿P. Manuel, me puede llevar en el coche de la comunidad a tal sitio, D. Fulano, sería tan amable de acercarme con su coche a tal lugar a recoger unas cosas, doña Menganita, me acercaría mañana a la estación de autobuses, que voy de viaje y tengo una maleta bastante pesada?
No pierden oportunidad de salir en algún sitio. Ayer lo más granado de la disidencia eclesial se dio cita en el centro pastoral San Carlos Borromeo para explicarnos que no están de acuerdo con la llamada LOMCE, ley de educación que ultima el partido popular. Ya estaban tardando.