Mucho buenismo y pocas soluciones
Debe ser que hoy me he levantado “masoca” porque sé que con esta entrada me van a caer más palos que a una estera. Qué le vamos a hacer, la vida es así, no la he inventado yo…
Alguna vez he hablado de lo que un servidor llama “buenismo” y que me parece no solo inútil sino peligrosísimo. Qué quieren que les diga. Que una cosa es la caridad cristiana y otra muy distinta la inconsciencia y el no saber dónde estamos, y además que lo mejor demasiadas veces es un cruel enemigo de lo bueno.
Más aún, el buenismo –insisto que en la forma de verlo un servidor- peca constantemente de ofrecer sueños sin concretar soluciones, lo cual es aún más nefasto. No hay un solo buenista que ofrezca una alternativa real. Y para buenas palabras, frases grandilocuentes e idealismos varios, valemos todos.
Vamos a por ejemplos.

En plural: aprendemos, en plural, porque uno es miembro de la Iglesia y además sacerdote. Como tal, lo que le pasa a la Iglesia, lo bueno, lo malo, entra en la comunión de los santos y me afecta. Y ahora pasamos al asunto.
Rafaela es la repera. Desde que su sobrino ha decidido que tiene que modernizarse, está desconocida. Ayer, llamada con el móvil. Pero mujer, con móvil y todo… Pues sí, y me están enseñando a mandar guasaps de esos. Cualquier día te doy una sorpresa. ¿A que no sabes dónde estoy? En Madrid, en una librería religiosa grande… ¿Y eso? Pues mira que quería comprar dos novenas que perdí en su momento y una vida de Jesucristo. Esto es un lío, está lleno de libros y me pierdo. He preguntado a un señor muy atento y estoy ahora en una estantería que pone “cristología”, pero a ver cómo elijo algo que esté bien, porque quería comprar otro para mi sobrino, ese que es tan listo y estudia tanto, un libro bueno sobre Jesucristo. ¿Tú cuál me recomiendas? ¿Cómo sé yo que me llevo un libro bueno y no alguna barbaridad?
La primera impresión que uno se lleva de una casa es el vestíbulo. Si lo encuentras con las correspondencia de los últimos seis meses, dos plantas secas, un cenicero lleno hasta arriba y tres bolsas de basura, perfectamente puedes imaginar el interior. No hace falta más. Como dice un amigo mío “en viendo la choza se ve el melonar”.
Con carita de “a ver por dónde me sale este” se quedó Rafaela cuando le dije que tenía que preguntarle una cosa. Facilita, no se me asuste. A ver, Rafaela: ¿tú crees que es importante que el cura sea simpático?