Rafaela y la sonrisa del obispo
Con carita de “a ver por dónde me sale este” se quedó Rafaela cuando le dije que tenía que preguntarle una cosa. Facilita, no se me asuste. A ver, Rafaela: ¿tú crees que es importante que el cura sea simpático?
“¿Y a mí qué me importa?” Respondió sin vacilar. Lo de ser más o menos simpático va en carácter y cada cual es como es. Si el cura tuviera que contar chistes, pues cuanto más simpático mejor, pero no es el caso. Lo que se necesita es un cura que celebre la misa, confiese, enseñe a rezar, enseñe el catecismo a los niños y los no tan niños, esté cerca de la gente, ayude a los necesitados. Y que lo haga como lo manda la Iglesia. Si además se ríe mejor, y si no, pues tampoco pasa nada.

Al menos en la prisión Madrid V situada en Soto del Real. Ayer mismo nos lo contaba en una reunión de coordinadores de Cáritas el sacerdote encargado de moderar las Cáritas de la zona.
A todos los sacerdotes nos han colado goles de libro. Algunos por toda la escuadra. De jovencitos más, la cosa de la ingenuidad de los primeros años, pero a pesar del paso de los años nos los siguen colando, aunque ahora, como no podía ser de otra manera, con más mesura.
Felicidades, monseñor Sebastián, cardenal in pectore de la Santa Iglesia Romana. Acabo de enterarme de que ha colgado sobre su flamante sotana, pronto adornada con el púrpura de su dignidad, la medalla de oro de la decencia y el bien hacer. No podía ser de otra manera.
Así son las cosas, para qué nos vamos a engañar. Hay parroquias con más medios materiales que otras porque están en zonas más ricas o porque tienen una feligresía especialmente espléndida, mientras que en otras no alcanzan ni para pagar la luz.