Rejuvenecer cuarenta años
La nostalgia es la nostalgia, y en la medida en que nos hacemos mayores nos produce una especial ternura volver a nuestros orígenes. Cosas en las que hacía tiempo que no reparábamos, hoy hasta nos humedecen los ojos de emoción. Me siento rejuvenecido. Mucho. Los que nos formamos en los años setenta y ochenta hoy nos estamos reencontrando con las propuestas de nuestra juventud. Cualquier día saco los pantalones campana y un jersey de cuello vuelto. Me estoy planteando una posible trenka y la cazadora de pana.
Emocionante encontrarte en cualquier parroquia de nuevo los carteles de nuestra juventud, eso que colgábamos en nuestros templos y que con letras enormes nos recordaban la esencia de nuestra fe: “Dios te ama", “Cuaresma, tiempo de conversión”, “Jesús te espera". Hoy vuelven y nos sacan la emoción de aquella lejana juventud.

Ya les he dicho, y me temo que seguiré en ello, que lo que la archidiócesis de Madrid ha enviado a la secretaría del Sínodo como respuesta a las grandes cuestiones sinodales es de lo más tremendo que uno ha visto en Madrid. Tremendo que se hagan pasar por iniciativas diocesanas lo que no son más que las elucubraciones del 0,026 % de los católicos de la archidiócesis, y tremendas las cosas que se piden y sugieren.
No tenemos lo necesario para hacer un día una evaluación muy seria de la situación de la Iglesia católica en general y de las distintas diócesis, órdenes y congregaciones religiosas. Los números no es que sean preocupantes, es que son catastróficos. Invito a mirar datos de los últimos cincuenta años. Si nos atrevemos, claro está.