Un trapense apoyando y organizando las estrategias de "Podemos"
En este mundo “hay gente pa tó” y cual se monta su vida como mejor quiere o puede. Vivimos en un país de libertades y a partir de ahí uno puede decidir ser monje, banderillero, vendedor de castañas, cultivador de champiñones, soltero, casado, político ejerciente, vendedor de sueños o controlador de nubes. El matiz está en que no todas las opciones son posibles a la vez, simplemente por una cosa llamada incompatibilidad de vida.
En la Iglesia siempre se ha tenido en gran veneración la vida de monjes y monjas contemplativos. Hombres y mujeres que salen del mundo, voluntariamente entran en el claustro –clausura- y dedican toda su vida a la contemplación y a la oración por el mundo y sus necesidades. Naturalmente si los monasterios son lo que se supone que deben ser, y los monjes y monjas comprenden qué sentido tiene lo de encerrarse voluntariamente alejados de la vida mundana para dedicarse a la contemplación, pues todo resuelto.

Época de inscripciones para catequesis de primera comunión, y digo primera comunión porque los padres por mucho que intentemos referirnos a catequesis de infancia o de iniciación cristiana, vienen cada tarde preguntado por lo de la comunión, así que lo dejo para entendernos.
Los de más edad recordarán las cosas que se le dijeron al entonces obispo de Cuenca, D. José Guerra Campos, por su opción de pasar olímpicamente de la conferencia episcopal. Los de menos, seguro que han leído mil veces, sobre todo en algunos postales de información religiosa, la importancia de la conferencia episcopal, la necesidad de que los obispos no vayan por libre, la opción por una pastoral colegiada y consensuada. Tan importante la conferencia que a la elección de secretario y luego de presidente se han dedicado páginas y páginas, rumores y más rumores. Algo así como “ningún obispo por libre”, “todo a través de la conferencia”.





