Homilía. Domingo XXII A: Imagine
Imagine, de John Lennon, posiblemente haya sido una de las canciones más escuchadas de los últimos días. Especialmente tras los atentados de Barcelona y Cambrils, en España, podemos decir que casi no ha habido acto en memoria de las víctimas, homenaje, recuerdo e incluso oraciones en los que no haya aparecido la cancioncita.
No sé si han reparado en la letra, que hay buenas traducciones: un mundo sin cielo, sin infierno, sin religiones, nada por lo que matar o morir, vivir el día a día… Un horror. Un toque tan sensible como falso para quinceañeros emotivos. Nada más. ¿Y esto nos representa, esto es un ideal de vida?
Hace poco le preguntaba a un grandísimo defensor de la canción: ¿por qué la defiendes, por qué lo haces cuando además tú eres católico? Me respondió: ya, pero hay que estar con los tiempos, con la gente, con la época.

No me lo esperaba, y supongo que la cosa no irá a mayores, pero bronca hubo y con su mala uva.
Acabo de leer la
Los que veranean y tienen vacaciones son los ricos. Los pobres ni vacaciones, ni dejar la ciudad, ni salir del barrio. Por eso, en verano, y especialmente en agosto, en las parroquias y demás instituciones eclesiales, no solo habría que mantener servicios, sino, si me apuran, incluso aumentarlos y mimarlos, porque son los servicios de los pobres y los débiles.
Nos movemos, la gente se mueve, entre la más absoluta papolatría según la cual todo lo que dice el papa es la Palabra de Dios y el desprecio a la figura del pontífice convirtiéndolo en uno más dentro de la Iglesia, cuando no un sospechoso de un antievangélico vivir.





