¿Engañar a un posible seminarista?
La entrada que hice hace unos días sobre la soledad del sacerdote ha traído cola. En comentarios, que los hubo, y en forma de correos privados a un servidor.
Los reproches, abundantes, han ido en dos direcciones. Por una parte los que quisieron descubrir en esa entrada una falta de espíritu sacerdotal en un servidor, cuando no una profunda crisis de fe y de ministerio. Pues no. Me temo que nada de eso. Porque servidor es alguien feliz de ser cura, encantado con su ministerio, que se lo pasa en grande como sacerdote y que agradece a Dios cada día el haber sido llamado al sacerdocio, y de forma especial hoy, que estoy celebrando mi treinta y tres aniversario de ordenación sacerdotal.
También aparecieron los que me recriminan el que diga estas cosa en público pensando que pudieran disuadir de responder a la vocación a algún joven que al leer lo de la soledad se echara para atrás en la respuesta al Señor.

La señora Rafaela se levantó una vez más a abrir la puerta. Tarde de Nochebuena y los chicos ya se sabe cómo son.
Ante todo perdonad este desahogo personal. Esto es el blog de un cura y lo mismo hablo de la misa, que de los niños, que de cosas de la iglesia y del mundo, que cuento cómo me siento en algunos momentos.
Los móviles nuevos son como un ordenador de bolsillo. Una de las cosas más interesantes que nos ofrecen es la posibilidad de instalar en ellos aplicaciones que pretenden facilitarnos las cosas.
La segunda en pocos días y ambas cerca la una de la otra. Pues que han decidido suprimir por las buenas la misa del gallo. Así que el día 24 de diciembre, una misa vespertina y se acabó, y a cenar todo el mundo con los suyos.