¿Viajar a Tierra Santa?
En mi parroquia, como en tantas otras, estamos aprovechando el mes de enero para organizar una nueva peregrinación a Tierra Santa. No es la primera vez, y lo hacemos convencidos de que es un gran bien espiritual para muchas personas conocer la tierra del señor Jesús.
Justo porque andamos ahora en esos menesteres, aprovecho para dar algunas orientaciones a esas personas que en algún momento me preguntan por la conveniencia de hacer un viaje a los santos lugares. ¿Merece la pena? Intento aportar algunas ideas que seguro quedarán completadas con la experiencia de tantos amigos.
A Tierra Santa no se viaja, se peregrina. Es que no es lo mismo. Viajar es conocer, ver, observar. Peregrinar es acudir a un lugar santo para encontrarse con el Señor y robustecer la fe. Es acudir en un ambiente de oración, de escucha, de apertura del corazón ante el Señor.

Hay medios, instituciones y personajes de la vida eclesial que son, desgraciadamente, una fuente inagotable de despropósitos y naderías. El monasterio de Montserrat siempre fue nacionalista, pero serio. Ahora ya, ni eso. Sus monjes tenían fama de formalidad, hondura intelectual, profundidad teológica y saber hacer. Parece que últimamente han decidido dejarse deslizar lanzarse en los brazos del nacionalismo más casposo y la progresía más insustancial. Ellos sabrán.
La gran ventaja con que juegan los adivinos de chichinabo, los que salen por ejemplo cada año en la prensa rosa y la tele de la víscera, que no del corazón, es que los españolitos en general somos gente de flaca memoria y nada dados a tomar notas de lo que nos dicen. Si a esto añadimos que la gran mayoría son gente avispada y en consecuencia poco dados a concretar, pues aviados estamos. Así cualquiera profetiza.
El sábado regresé a mi parroquia anterior. No suelo ir demasiado. Mejor, apenas la piso. Pero hay ocasiones en las que resulta imposible el resistirte.