Te falta valor. Pero te quedas con unas ganas...
Lo de “te falta valor” era una de las frases favoritas de mi madre. La soltaba en esos momentos en que te quedas con ganas de decir o hacer algo que sería justo y necesario, y que aclararía las ideas de algunas personas, pero que a final prefieres callar por no liarla. 
Miren que es pesadita la cantinela de la Iglesia a la sacristía y la fe algo estrictamente privado. Hace unos días lo volvía a recordar la consejera de educación de Asturias. Se repiten más que el ajo, la morcilla y el pepino juntos. Curas, monjas, frailes, católicos… a las catacumbas, a vivir su fe en el ámbito de lo privadísimo, y a dedicarse a rezar y a decir a la gente que sean buenos para que puedan llegar al cielo. Lo demás, ya se sabe, es cosa de la sociedad civil.
Cada vez me entran más deseos de que eso se hiciera realidad algún día. Me da por soñar y me imagino una sociedad española donde efectivamente curas, monjas y frailes se dediquen solo a rezar y a mantenerse dentro de los muros de sus iglesias y conventos, acompañados por los fieles que lo deseen en la misa, el rezo del rosario, las devociones privadas y los dulces coloquios espirituales. Y nada más. La calle, lo público, en manos de la autoridad civil.

Descubro con sorpresa y dolor con cuánta facilidad se manipula y utiliza torticeramente a los pobres hasta convertirlos en arma arrojadiza. Lo sabemos desde hace mucho: todo progre desnortado y pasado de rosca lo único que sabe decirte es que hay que estar con los pobres y que pobres para arriba y pobres para abajo.
De vez en cuando hablo a mis feligreses de las caricias de Dios. Les digo que me impacta comprobar cómo en algunos momentos especialmente difíciles Dios nos consuela con sus caricias. Lo he comprobado con motivo del fallecimiento de mi madre. La muerte es inevitable, condición humana, y el dolor hondo, consecuencia del pecado. Pues bien, en este momento de dolor, he comprobado muchas veces cómo Dios se acerca y nos acaricia el alma para que lo podamos vivir con su consuelo.
        




