A los celiacos, servidor con vino
Cuando yo era niño o había menos enfermedades o, muy posiblemente, tampoco nos enterábamos demasiado. No recuerdo amigos celiacos, por ejemplo. Tampoco alérgicos y menos al polen. Pero insisto, cosas de pueblo.
Tengo en la parroquia algunos celiacos. Como es natural su enfermedad suscita algunos problemas a la hora de administrarles la comunión, ya que los hay con intolerancia total al gluten y la imposibilidad lógica de que reciban la eucaristía bajo la especie de pan.
En estos casos yo lo que prefiero hacer es preparar un cáliz pequeñito con una gotas de vino y agua en el que no se roce por nada el pan. Cuando llega el momento de la comunión el celiaco se acerca al principio o al final para facilitar las cosas y bebe directamente del cáliz. Para mí es lo más sencillo y lo que no admite duda.

Han pasado años. Comida de sacerdotes con el entonces cardenal arzobispo de Madrid, D. Vicente Enrique y Tarancón. El PSOE hacía unos meses que había ganado las elecciones generales. Un sacerdote, en aquella comida le preguntó: “Don Vicente, usted dijo en una ocasión que con gobiernos de izquierda la iglesia podría vivir mejor. ¿Lo mantiene?”. Su respuesta fue de las que hacen antología: “Yo es que creí que venían con buena intención”.
Espero que no se enteren de este artículo, porque si hay algo que no quieren es que se hable de ellas ni para bien ni para mal. Pero como no tienen internet, no leen blogs y pierden poco tiempo en mirar la prensa, a lo mejor hay suerte.
No quiero escaquearme en absoluto. Ayer escribía sobre conflictos que nos llegan como se dice vulgarmente “sin comerlo ni beberlo”. Los hay para escribir una enciclopedia por entregas.





