En la muerte de Emilio, un adulto con discapacidad intelectual
En Ajalvir, un pueblito cercano a Madrid, existe un milagro patente que se llama centro Miguel Montalvo, y que es básicamente un centro para adultos con discapacidad intelectual. Digo milagro porque todo fue posible gracias a Mari Carmen y a un grupo de familias que decidieron embarcarse en un proyecto que diera vida y esperanza a lo que yo llamo “niños grandes”. Adultos, hombres y mujeres de una vez, pero con unas mentes que decidieron mantener la inocencia de la niñez toda su vida. Aproximadamente sesenta internos a los que se añaden los que acuden al centro de día que brinda ocupación y entretenimiento.
Tuve la suerte, casualidades de la vida, de celebrar la misa de inauguración del centro y desde entonces paso por ahí de vez en cuando para estar un rato con los chicos, hablarles de Dios, rezar juntos o celebrarles la misa. Una maravilla.
Hace unos días falleció Emilio, uno de ellos, al que cariñosamente llamaban “el abuelo”, ya que fue el primero en ingresar en el centro. Me pidieron celebrar una misa por su eterno descanso en el centro. Cómo no.

Los progres no opinan: pontifican. Los progres no expresan su pensamiento: dictan axiomas. Y ya se sabe que un axioma es una verdad por sí misma que no necesita ser demostrada ni explicada. Las cosas son así porque las digo yo y punto. Y si te atreves a decir que no estás de acuerdo es que eres un fascista, un retrógrado, cavernícola, con, neocon, ultramontano e infocatólico.
Conozco, supongo que todos conocemos, a personas que han perdido la fe. En otro tiempo fervorosos, militantes, con una vida ejemplar en muchos casos, gente de “iglesia” de siempre, practicantes habituales. Laicos, sacerdotes, religiosos y religiosas que llevaron su vida cristiana y su vocación específica con dignidad y que al cabo de los años dejaron todo para acabar instalados en un cómodo agnosticismo y la negación de lo que había sido el motor de su vida.
Mientras servidor fue cura de pueblo la cosa ni se planteaba. Seis misas el fin de semana que celebraba un servidor sin demasiados problemas, aparte bodas, bautizos y entierros. Poco que elegir. Daba igual asistir el sábado a las 20 h., el domingo a las 11 o a las 13, que los bautizos, la boda o el funeral. Siempre D. Jorge.
Mi parroquia actual, el edificio, tiene poco más de cuatro años. Me tocó impulsar su construcción y sacar adelante todo el proyecto. Mil detalles, entre los que había que contar de manera muy especial con las imágenes del templo.





