Los pendientes de la Virgen de Valdetaludes
En el pequeño pueblo de Valdetaludes de Arriba llevaban años de fuerte carestía. Varias temporadas con cosechas casi nulas por la sequía primero y luego esas nubes llenas de piedra que soltaban su carga justo en el peor momento. Los animales, infectos de miseria, dejaron de regalar su leche para dar únicamente lástima. La pequeña fábrica de harinas cerró porque decía su dueño que apenas daba nada y aunque la situación del pueblo era crítica bien decía él que no era cosa suya.
Negrura. Tristeza. Y por encima de todo, total desesperanza. Las arcas municipales ni telarañas tenían. De lo contrario, hasta eso se hubiera intentado vender. La parroquia por no tener, casi ni lo mínimo para celebrar con mediana dignidad. Nada. Polvo, dolor, silencio. El silencio del que nada tiene y nada espera.

Debe ser que cuando uno cumple años, no tiene nada que hacer y encima pierde notoriedad, echa en falta los tiempos en que era aclamado como gurú, teólogo de prestigio y la voz de los son voz y necesita imperiosamente volver al “candelabro” y arañar una portada, una cita, un artículo, algo que le haga sentir que está vivo y que todavía queda quien le haga caso. Entonces, solemnemente, abandona su vida escondida, por lo visto insoportable, y vuelve a la luz para iluminar el ministerio del sucesor de Pedro, sacar de la ignorancia a la masa de católicos aborregados y alejados del evangelio chachi guay que es el suyo y soltar su última proclama como si hubieran vuelto a la vida los estériles huesos del profeta Jeremías.
Parte es moda. Cada vez más se habla de voluntariado, de voluntarios, de hacer algo por los demás. ONG’s por doquier ofrecen posibilidad de colaborar. De Cáritas qué vamos a decir, que cada vez son más las personas que, conscientes de las graves necesidades sociales, se ofrecen para trabajar de forma voluntaria con personas y colectivos necesitados de ayuda.
Imaginen media docena de “Rafaelas”. El caso es que al bueno de D. José le encomendaron una nueva parroquia perdida en la periferia de una gran ciudad. Apenas esa media docena de Rafaelas cada día en misa. Mujeres de edad provecta que acudían cada tarde con su mejor voluntad.
La primavera dicen que es una estación meteorológica que en el hemisferio norte se extiende de finales de marzo a finales de junio. La prima Vera es una pariente lejana del pueblo que viene de visita y de compras dos veces al año. El primavera es el tipo ingenuo, que va por la vida de incauto, que hace el primo.





