No quieren obispos dialogantes, sino mudos
De cura de pueblo aprendí pequeños refranes que a lo tonto, lo tonto, te enseñan cosas para la vida. Un dicho era eso de que “amigos muy amigos, pero el borrico en la linde”. Es decir, que ser amigos no significa que yo tenga que consentir todo lo que se te ocurra y tragar lo que buenamente te plazca. Amigos, muy amigos, tomamos unas copas, pero las cositas muy claras.
La izquierda de este país y toda la progresía eclesial odian al cardenal de Madrid más que el ratón al gato de casa. Es nombrar al cardenal arzobispo de Madrid y sufren espasmos, echan espumarajos por la boca, les salen sarpullidos y hasta se les traba la lengua. Tanto que al cardenal le acusan de absolutamente todo. Ya saben: calumnia que algo queda.

Tengo una amiga que me dice que el tiempo de la homilía de su párroco le viene muy bien para pensar en la compra y la lavadora. Que es empezar el buen hombre a predicar y directamente desconecta y comienza a dar vueltas en la cabeza a sus cosas.
Los informes que Cáritas presenta de cuando en cuando son una cosa muy seria y de un enorme prestigio. No solo son noticia en prensa, sino que constantemente son citados por sociólogos, economistas, políticos de uno y otro bando.
Ahora que internet nos abre una inmensa fuente de información sin más que tocar el ratón del ordenador, me está resultando entretenidísimo observar las diferentes interpretaciones que se hacen de cada uno de los gestos del santo padre. Porque estoy llegando a una conclusión: que desde el inicio del pontificado de Francisco cada cual tenía ya su idea de lo que iba a ser este papa hiciera lo que hiciera. Por tanto los gestos no son definitorios de su actitud, sino interpretados de manera diferente desde los prejuicios de cada uno.