El tan sobredimensionado rito de la paz
El signo de la paz que nos brindamos en la misa es un rito “con el que la Iglesia implora la paz y la unidad para sí misma y para toda la familia humana, y con el que los fieles se expresan la comunión eclesial y la mutua caridad, antes de la comunión sacramental” (IGMR 82). Está previsto además que sea un rito sobrio “En cuanto al signo mismo para dar la paz, establezca la Conferencia de Obispos el modo, según la idiosincrasia y las costumbres de los pueblos. Conviene, sin embargo, que cada uno exprese la paz sobriamente sólo a los más cercanos a él” (IGMR 82). Tan sobrio que incluso el salir el sacerdote del presbiterio para dar la paz a los fieles, debe ser algo extraordinario: “«El sacerdote puede dar la paz a los ministros, permaneciendo siempre dentro del presbiterio, para no alterar la celebración. Hágase del mismo modo si, por una causa razonable, desea dar la paz a algunos fieles” (Redemptionis Sacramentum 72).

Si hay una palabra que define la relación de Dios con su pueblo para mí no cabe duda que es la palabra “misericordia”. He querido acudir al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, que define misericordia como “virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los trabajos y miserias ajenos” y también como “atributo de Dios, en cuya virtud perdona los pecados y miserias de sus criaturas”.
Dice el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua que bocazas es “persona que habla más de lo que aconseja la discreción”. Mala cosa tener alguien cercano de esa condición, porque eso resulta estar en un constante peligro.
Pues para que esté con un matrimonio de los de siempre que se lleven mal o no sepan cuidar al niño, para eso mejor con una pareja de gays. Por favor, lean de nuevo despacito, y relean entre líneas toda la carga de profundidad que encierran esas palabras.





