Sínodo: muy lejos del espíritu del concilio. Números cantan
Hace días que acabó el sínodo extraordinario sobre la familia y sigue y sigue dando para escribir y lo que te rondaré morena. Cada cual tiene su visión. Te encuentras con gente feliz que te repite por activa, pasiva, perifrástica y redundante que ha sido un gran triunfo del papa y de la Iglesia, que todo extraordinario y que al final al final todos tan felices. Para un servidor, y miren que llevo escrito sobre el asunto, cuanto más se piensa en el ello, peor arreglo tiene.
En la iglesia hay dos tipos de cuestiones. Por un lado, las que no se pueden tocar porque pertenecen al depósito de la fe. La divinidad de Cristo, su resurrección, el número de los sacramentos, la intrínseca maldad del aborto, la prohibición del falso testimonio o la gravedad moral del adulterio son cosas que ahí están y no son discutibles ni mutables por votos. Otra cosa es que se acoja al pecador y se le anime a la conversión y a la vuelta al redil.

No pensaba volver a escribir del asunto, pero es que no me queda más remedio. Ya conocen mi visión sobre el Sínodo de la Familia: una mezcla de ambigüedad y cosas raras de cuyo conjunto uno saca la impresión de un cierto manejo, manipulación o mano negra, y que ha dado como fruto en la Santa Sede un poco o más bien mucho de episcopal enojo de los pies a la cabeza.
Las parroquias son lugares de lo más entretenido. Pobre del que se piense que aquí es todo el día lo mismo. de la misa al rosario, del rosario a la catequesis, de los niños al catecumenado, de Cáritas a vida ascendente. Bah. Pobres ingenuos. Es verdad todo lo antedicho, pero de vez en cuando aparecen la sal y la pimienta que ponen chispa en la cotidianeidad.
Un sínodo raro donde los haya. Empezando por que ha sido sínodo “extraordinario”, es decir, fuera de lo ordinario, de lo normal, hasta por pura definición.
La mejor cosa que ha hecho hasta ahora el sínodo sobre la familia ha sido