Vida parroquial: aprovechar cualquier hilito para tirar de la gente
Complicado eso de ir recogiendo ovejitas para traerlas al redil de Cristo. Trucos de esos que en dos meses pasan los asistentes a misa dominical de cero a casi infinito, no existen. Ideas geniales para logran conversiones y colas en los confesionarios no conozco. Las cosas como son. Así que uno se dedica a lo de siempre: misas, confesiones, catequesis, su poquito de despacho, Cáritas y a partir de ahí a ver cómo nos las apañamos para conseguir traer gente a Cristo con la parroquia como mediadora, ojo que no a la parroquia como final.
Suelo decir a los compañeros y a la gente de la parroquia, especialmente al consejo pastoral, que tenemos que ser capaces de agarrar cualquier hilito que nos dé una mínima posibilidad de atraer a una sola persona. Malo si nos conformamos con los que vienen por su cuenta, a los que hay que atender y cada vez mejor, y nos olvidamos de tantos y tantos que andan lejos de la parroquia.

Hay gente que se debe pensar que la liturgia de la Iglesia son rúbricas colocadas al tun tun y que las fórmulas que se emplean no son más que la ocurrencia de un mindundi. Movidos de tan perspicaz apreciación –je- hay gente que no tiene reparo en modificarlas a su antojo convencidos de que su originalidad, profundidad teológica y sentido pastoral sobran para dar sopas con honda a toda la tradición de la Iglesia, desde Agustín a Tomás de Aquino, desde Éfeso al Vaticano II, desde los primeros misales al último de Pablo VI.
Don Jesús era como era. Siempre hizo lo que le dio la gana y de simpático lo justo. Relación con la gente del pueblo, la imprescindible. Llegaba con su coche a la puerta de la iglesia sin demasiado tiempo, bajar, misa, algún aviso y punto y final. Con Rafaela, Joaquina y ese pequeño grupo apenas lo justo por la cosa de que no queda más remedio que aguantar a las que, en definitiva, son las únicas capaces de echar una mano. Pues vale. Tampoco Rafaela pide milagros.
La gente de nuestras parroquias es más buena que el pan, tanto que se fía de nosotros los curas sin ningún tipo de espíritu crítico, aunque afortunadamente algo van espabilando. Quien más y quien menos al llegar a una parroquia se ha encontrado con un pequeño coro formado por gente de buena voluntad que, a falta de otras posibilidades, y nula formación o expresa deformación, se dedica a “amenizar” las misas entre kumbayás, palacagüinas, batir palmas, adaptaciones músico-literario-gestuales y simpáticas canciones que igual podían haberse entonado en un congreso de dentistas.
Me lo dicen de vez en cuando. Que en lo que escribo en el blog debo ser amable, muy positivo, y olvidarme de críticas. Que me iría mejor. También tengo gente que me aprecia de corazón y que me recuerda que quizá esté haciéndome demasiados “amigos”. Ya me entienden.