Nosotros nos encargamos de preparar la misa
Mal negocio como alguien te encargue una misa o pida una celebración y añada un “nosotros nos encargamos de preparar la misa”. Date por eso.
Cuando yo era seminarista una temporada fui el encargado de preparar la misa conventual. La tarea era tan simple como completa: cuidar de los manteles del altar, las velas siempre listas y limpias, y la noche anterior, ya que la misa era a primera hora, dejar listos y registrados misal y leccionario, preparados vinajeras y vasos sagrados, corporal, palia y purificadores, lavabo… Y las vestiduras litúrgicas perfectamente colocadas sobre la gran cajonera: en su orden y dobladas exactamente para que se pudiera revestir con toda facilidad el celebrante. Eso era preparar la misa.

Alguna vez lo he dicho y me temo que sea necesario abundar en la idea. Ser caritativo y bueno es una gracia de Dios. Ser buenista, la octava plaga de Egipto. Y bien, ¿cuál es la diferencia? La diferencia, para un servidor, está en la práctica de TODAS las obras de misericordia o solo las corporales. Es facilito.
Cosas mías, pero en las homilías intento aterrizar y ofrecer a mis feligreses sugerencias concretas por si les sirven de algo. Ayer domingo, entre otras cosas, les hablaba de ser testigos, al hilo del evangelio: “vosotros sois testigos de esto” y de la lectura del libro de los Hechos: “nosotros somos testigos”.
No recuerdo dónde lo vi. Dos ancianitas. Una de ellas decía a la otra: “Toda la vida rezando por las intenciones del papa y la conversión de Rusia, pero tal y como están las cosas me parece que voy a empezar a rezar por la conversión del papa y las intenciones de Rusia”. Exagerada la señora, evidentemente, aunque lo de las intenciones de Rusia la verdad es que merece una seria reflexión.





