Ser testigos. Tres apuntes o sugerencias
Cosas mías, pero en las homilías intento aterrizar y ofrecer a mis feligreses sugerencias concretas por si les sirven de algo. Ayer domingo, entre otras cosas, les hablaba de ser testigos, al hilo del evangelio: “vosotros sois testigos de esto” y de la lectura del libro de los Hechos: “nosotros somos testigos”.
Se me ocurrió, como digo, ofrecer tres sugerencias a los fieles:
PRIMERA. La que viene recogida en la segunda lectura de ayer mismo: “En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos”. Ser testigo del Resucitado en el mundo comienza por tratar de vivir cada momento según los mandamientos que hemos recibido. Que puedan decir de nosotros que somos buena gente, honrados, honestos, sinceros, trabajadores, respetuosos, generosos, capaces de ayudar sin esperar nada a cambio, cumplidores con las exigencias de nuestra fe. Es que de lo contrario no somos creíbles.

No recuerdo dónde lo vi. Dos ancianitas. Una de ellas decía a la otra: “Toda la vida rezando por las intenciones del papa y la conversión de Rusia, pero tal y como están las cosas me parece que voy a empezar a rezar por la conversión del papa y las intenciones de Rusia”. Exagerada la señora, evidentemente, aunque lo de las intenciones de Rusia la verdad es que merece una seria reflexión.
Sabía que se iba a liar. En cuanto se conoció la noticia según la cual la iglesia griega habría ofrecido su ayuda al estado para superar la grave crisis económica, supe que rápidamente se alzarían voces en España pidiendo que, en estos difíciles momentos, la iglesia se desprendiera de sus bienes y los ofreciera generosamente como una colaboración especial para ayudar a la nación a superar los difíciles momentos por los que pasamos.





