De mamarracho, nunca
Por ser sacerdote, religioso o religiosa, no estamos exentos de algo que se llama buena educación. Se me entiende rapidito.
Boda de Jose María de Potorró y Mendizcuetagoiti con la distinguida señorita Nina de Fernández Muchapastez y Toma del Frasco Carrasco. Abundancia de chaqués y trajes oscuros en ellos, vestidos largos en ellas con su joyamen correspondiente. En un círculo próximo, con unos pantalones chinos, camisa de sport a cuadritos y rebeca beige, el reverendo P. García, que presidió la celebración. Pues muy mal, padre. O usted se va de uniforme clerical al uso, sotana o traje oscuro con camisa de tirilla, o si decide ir de seglar, se presenta como se presentan los laicos en tales eventos: traje y corbata. Y no me venga con el cuento de la pobreza porque un trajecito oscuro cuesta poco y dura mucho. Ni le cuento una camisa de clergyman. Quizá bastante menos que la rebequita beige.

Ni original. Anda que no es viejo eso de hacer cada uno lo que le dé la gana disfrazándolo de responsabilidad moral, conciencia formada, madurez personal y libertad consciente. Cuentos chinos. Eso de obedecer las leyes solo si me parecen justas, como acaba de decir la posible alcaldesa de barcelona, Ada Colau, es viejo viejísimo.
Simples sensaciones de uno, pero como son mías, las cuento. Verán, echo en falta en el trabajo pastoral y en general en la vida de la Iglesia más claridad en las cosas. Es como si en la práctica se hubiera llegado a una especie de consenso según el cual la doctrina es la que es pero luego cada uno tiene que discernir, comprender, decidir, ver lo menos malo… El peligro de todo esto es que como nadie te dice nada en concreto, acabas viviendo con el traspuntín al aire, porque sí, tú haces el discernimiento, pero…





