Se nos va la generación de las abuelas (de antes)
Tenemos una generación, y por cierto bastante amplia, de agnósticos prácticos. Puedo decir, sin temor a equivocarme mucho, que de los sesenta años para abajo la cosa de la fe está especialmente de capa caída y que la formación cristiana de un par de generaciones se nos ha ido por el sumidero.
Hasta ahora nos hemos ido medio sacando las cosas adelante gracias a la inercia de años anteriores y a que todavía las abuelas, más que los abuelos, han seguido insistiendo y transmitiendo la cosa de la fe.

Bueno, aunque tanto como deseando… Lo cierto es que me haría una enorme ilusión que mis feligreses me echaran por lo menos una bronca diaria. Es lo mínimo que uno se puede pedir. Sería, de verdad, el cura más feliz del mundo. Así como se lo cuento. Sería una locura que al menos una vez al día alguien me echara una bronca por apercibimiento de carta al arzobispo en caso de no enmendarme, por cosas como:
Parece que lo de los pobres acabamos de inventarlo en la Iglesia. Como si antes, hace años o siglos, estuviésemos tan solo ocupados en el culto y en meter miedo a la gente con las penas del infierno.
Pues resulta que todo un señor obispo francés, monseñor Xavier Malle, obispo de la diócesis de Gap y Embrun, ante la falta de vocaciones sacerdotales y religiosas en su diócesis, no ha tenido mejor ocurrencia que saltar en paracaídas como gesto que anime a los jóvenes a acudir a los seminarios o a los conventos. A mí esto me parece simplemente una chorradita.