El día en que Rafela y don Jesús lloraron juntos
Tendría sus cosas, pero llegaba la semana santa y don Jesús se dejaba el pellejo para atender las dos parroquias. Decía que era párroco de dos pueblos y que quería celebrar la pascua con las dos comunidades. No era nada sencillo. La mañana del jueves, comuniones a los enfermos en los dos pueblos. Por la tarde, oficios de la cena en uno y luego en el otro. Hora santa en cada lugar. Laudes el viernes en los dos pueblos, más todo lo demás repetido y cambiando de localidad varias veces: oficios en uno y luego en otro, viacrucis aquí y allá y procesiones en cada lugar.
Durante el viacrucis Rafaela lo miraba. La verdad es que entre los dos había una fluida relación aunque se peleasen con frecuencia. La pobre no hacía más que preguntarse cómo aguantaría ese hombre, porque intentó llevarle alguna cosa a media tarde y la rechazó al ser día de ayuno.

Noticias frescas de la señora Rafaela. Asombrada y a la vez tan contenta al verse como presidenta nada menos que de R.A.F.A.E.L.A. Nunca aspiró a cargo alguno, incluso rechazó en su momento el de presidenta de las Hijas de María cuando existían aquellas cosas. Pero como ella dice, si este medio juego que te has inventado tú, demonio de cura, puede servir para bien de la Iglesia y de las almas, pues nada, cuenta conmigo.
Como nota previa, decir que por favor se abstengan personas carentes de al menos una mínima dosis de sentido del humor.
Jamás me ha fallado la apreciación. En cuanto alguien me habla de no juzgar y respetar, en realidad lo que quiere decir es que yo no puedo juzgar a nadie, pero que él, o ella, están en su perfecto derecho de llamarme absolutamente de todo menos bonito.
No había visto D. Jesús en los días de su vida de cura una iglesita más limpia y organizada que la de su pequeño pueblo. Rafaela, Joaquina, María y las demás serían a veces un tanto incordiantes, pero la verdad es que el templo parroquial era una envidia de aseo y ornato. Ya saben cómo son estas mujeres cuando se lo proponen: manteles impecables, ni una mota de polvo, las flores justas y perfectas…