El respetable. No nos tomen el pelo, por favor
Hace ahora cuatro años que escribí el artículo que hoy les vuelvo a presentar. No es mi costumbre. Posiblemente sea la primera vez que lo hago. Pero es que me parece que el personal se merece un respeto. El primero, el de no ser víctima de tomadura de pelo.
Los fieles laicos, a ellos me refiero especialmente con lo del respetable, tienen sus derechos. El primero, el de ser respetados en su dignidad de bautizados y ser atendidos como manda la Iglesia. Pero es que además los laicos son los paganos del invento, los que aportan sus dineros, muchos o pocos, y tienen derecho a saber si realmente sus donativos son para sustentación del clero y obras pastorales y de caridad o se derrochan en cosas inconfesables.

Esto es por aclamación popular, porque son muchos los que en comentarios o por mail me preguntan por el buenazo de Socio. Ante todo, presentaciones, que quizá no todos sepan quién es el tal “Socio”.
Hoy cumplo cuatro meses desde mi llegada a Braojos, Gascones y La Serna. Y se me ha ocurrido contarles cosas de por aquí, curiosidades, anécdotas o sucedidos.
Leo con mucha alegría las declaraciones del arzobispo de Abuja, en Nigeria, Cardenal John Onaiyekan, en una entrevista concedida a la cadena austriaca ÖRF, y que recoge Infovaticana. En ellas se muestra extrañado de que en Europa estemos tan preocupados de la acogida a las parejas homosexuales o la comunión a los divorciados cuando resulta que nuestros templos se vacían y cada vez son menos los que acuden a nuestras iglesias. Ese es nuestro gran problema. Sin embargo, nos dedicamos a darnos de garrotazos.
Cuatro exaltados o exaltadas que se aprovechan. No tiene mayor importancia. Eso escuché y leí ayer en varios medios al aparecer las fotografías de varios templos, en Madrid y otras ciudades, que sufrieron de manera especial ataques de libertad, respeto y convivencia. Por ejemplo, en Madrid, y que yo sepa, templos como la iglesia del Espíritu Santo o las parroquias de San Juan de la Cruz, San Antonio de Cuatro Caminos o san Cristóbal. Por ejemplo, San Sebastián, con no sé cuántas mujeres con las domingas al aire.





