Mancomunada cotidianeidad
Hay que tener muchas narices para ponerse uno en jarras delante de toda la Iglesia y proclamar que vas a hacer con tu supuesta reflexión teológica exactamente lo que te dé la gana. Hay que tener todo muy bien colocado para sostener que nada hay absoluto, ser muy Pilatos para afirmar que no hay verdades per se y echar más valor que el Guerra (el torero, no Alfonso) para afirmar que yo soy a la vez teólogo, magisterio y auténtico intérprete de la voluntad de Dios y el evangelio en el tiempo de hoy. Y profeta. Sobre todo, profeta.

Es que es así. Llegas a celebrar misa a cualquiera de las parroquias y ¡ale! SORPRESA. Pero bueno, ¿qué hacéis vosotros aquí? Oigan, que estamos hablando de 80 kilómetros de distancia a Madrid, que ya es un paseíto.
A punto de salir corriendo. Hay días en que las cosas se complican y hay que afrontarlas con el mejor espíritu.
Nadie pone en duda las competencias de la Santa Sede para crear o suprimir institutos religiosos. Hasta ahí podíamos llegar. La Santa Sede entiende que una fraternidad, asociación o lo que sea mantiene una vida no es conforme a la doctrina de la Iglesia, es motivo de escándalo, no respeta derechos de otros, niega verdades de fe o no se sujeta al derecho canónico y no solo puede suprimir, sino que debe suprimir la institución.